domingo, 8 de abril de 2018

MÁRTIRES DE HUMBOLDT 7, ¿UN CASO CRIMINAL DE CELOS POR DESPECHO? (IV)

MÁRTIRES DE HUMBOLDT 7, ¿UN CASO CRIMINAL DE CELOS POR DESPECHO? (IV)

Marquitos Rodríguez durante el juicio el 14 de marzo de 1964
(Foto: Deena Stryker, Duke University Colection)



En el capítulo III dejamos las cosas así: A finales de abril de 1953, Marquitos Rodríguez se asila en la embajada de Brasil en La Habana, de donde sale hacia Costa Rica, para después viajar a Argentina y México, y al final llegar a Checoslovaquia, su último destino. Allí en Praga, con el tiempo llegará a ocupar el cargo de agregado cultural de la cancillería batistiana.

Faure Chomón 
De forma expedita y asombrosamente rápida, había podido escapar de Cuba, de la persecución de Marta Jiménez, la mujer de Fructuoso Rodríguez, y de su bestia negra, Faure Chomón, que andaba tras su pista para evitar que abandonara el país. 
Marta Jiménez
Hay que apuntar que Faure logró localizar a Marquitos en Costa Rica, gracias a un soplo desde San José, y que no pudo atentar contra su vida en ese momento, porque Marcos vivía obsesionado con su seguridad y estaba permanentemente vigilado por los miembros e informantes que el PSP tenía en ese país.
¿Cómo Marquitos lo había conseguido, si era huérfano de todo, pobre como una rata y sin ninguna relevancia social ni política para utilizar e influir en la poderosa y siempre vigilante Cancillería gubernamental del mismo gobierno contra el que luchaba?
La respuesta fue durante largo tiempo, uno de los grandes secretos guardados por Fidel con respecto a este caso, junto a los motivos que lo impulsaron a sentar a Marcos en el banquillo y la identidad de su verdadero protector, que hasta hoy era una incógnita. Ese es el motivo fundamental, por el que me lancé a investigar esta historia, contada siempre a medias.
Casi todo lo que se ha escrito, dicho o filmado sobre el tema, incluidos tres de los cuatro libros y el tan llevado y traído documental "Los amagos de Saturno", (si bien un paso adelante en el blanqueamiento de la historia, también condescendiente con la dictadura), se basa en especulaciones sin fundamento. 
Hago una honrosa excepción del trabajo impecable del escritor español Miguel Barroso, en su novela “Un asunto sensible”, que transita de la ficción a la realidad mediante un meticuloso trabajo de campo, que enseña muchas aristas hasta el momento ocultas de la historia. Resulta paradójico que haya sido un escritor extranjero en una novela de ficción, quien haya venido a arrojar luz a los cubanos sobre lo ocurrido en Humboldt 7. 
También salvo de la quema, la crónica histórica muy documentada de Enrique del Risco, -aunque no esté de acuerdo con sus conclusiones-, pero poco más. El resto han sido elucubraciones sin rigor, sesgadas por la política, la pasión o el rencor en las dos orillas, vertidas por seudo investigadores que apenas pudieron llegar poco más allá de los pocos hechos, que ya estaban confirmados de forma documental.
La verdad completa nunca se ha contado en detalle, y sospecho que nunca se contará. Incluso después de la publicación de este trabajo, en el que pretendo aportar nuevos detalles sobre el tema, y cuya investigación me ha costado 12 largos años de mi vida, faltarán muchas cosas por saber, y que quizás no sepamos jamás. Están muriendo los últimos testigos presenciales de los hechos, y casi ninguno se ha animado a contar los hechos verdaderos, por razones políticas, por pruritos morales, o por miedo.
Hasta hoy, a la interrogante de las causas por las que Marcos Armando Rodríguez escapó de Cuba en 1953, las razones de su doble regreso, y la verosimilitud de su culpabilidad como delator, solo hemos encontrado como respuesta SIMPLES ESPECULACIONES.
La “historia oficial” tejida por Fidel Castro, en su afán de quitarse de en medio al molesto y sibilino PSP, ha contribuido en gran medida a poner más ruido en el sistema. Quizás es por eso que hoy, mucha gente en Cuba y fuera de allí, sigue convencida de que Marcos Rodríguez realmente delató a sus compañeros del Directorio Estudiantil, y propició sus muertes. 
El relato castrista caló, por desgracia, hasta en las mentes más brillantes, aún estando repleto de mentiras, ambigüedades e inexactitudes. Sus detractores tampoco han dado nunca una respuesta probada a los hechos, perdiéndose en detalles superfluos y falsedades que, a fuerza de decirlas, casi se han convertido en otra "verdad” paralela.
Convengamos entonces, en el único hecho probado documentalmente desde 1964, año en que se celebró aquel juicio infame: Marcos Rodríguez fue un instrumento del PSP, pero su culpabilidad como delator de la masacre de Humboldt 7 quedó muy lejos de ser demostrada. 
Mi opinión después de muchos años de reunir información no publicada sobre el tema, es que no pudo demostrarse su delación, simplemente porque MARCOS RODRÍGUEZ NO FUE EL DELATOR DE LOS MÁRTIRES DE HUMBOLDT 7. Y que conste que, como investigador, no le tengo ni pizca de simpatía histórica al personaje.
Está claro que el apoyo logístico que recibió Marquitos para escapar de Cuba en 1953, vino de la cúpula del Partido Socialista Popular, en contubernio con la cancillería batistiana, y NO CON LA POLICÍA DE VENTURA, mal que les pese a los que defienden esta teoría. Tampoco su fuga significaba en modo alguno, que hubiera delatado al grupo de Humboldt. El asunto es más complejo. 
Es simple y absurdo quedarse con la excusa fácil de que solo Buchaca y Ordoqui estaban implicados en la huida y protección de Marcos. Era imposible que ellos solos -viviendo en el extranjero en el momento de los hechos- pudieran montar un dispositivo de fuga tan sofisticado, ni de subvencionarle 7 años de exilio, con casa y trabajo en el extranjero.
Hoy estoy en condiciones de agregar otro nombre a esa lista: el de la persona que realmente le hizo el favor a Marquitos. Me guardaré de momento la identidad de los verdaderos delatores, aunque seguramente algunos de ustedes ya se hacen una idea.
Oficialmente, y como resultado del juicio en que finalmente se le condenó a muerte, la cúpula del PSP procesada en el caso Humboldt 7, solo tuvo -exceptuando a Rodríguez- a un culpable presunto en la figura de Joaquín Ordoqui, condenado meses más tarde en otro juicio, aunque no exactamente por el papel que jugó en estos hechos. Ordoqui no fue castigado por su supuesto vínculo con Marcos Rodríguez -no pudo probarse-, y menos por ser su encubridor, sino por ser sospechoso de ser agente de la CIA, otro extremo que, al final resultó ser falso. Su mujer Edith García Buchaca, recibió prisión domiciliaria cuando se le dio a escoger entre eso, y delatar a su marido. Su castigo fue apenas, un daño colateral menor.
Edith García Buchaca y Joaquín Ordoqui
Pero yo puedo asegurar, sin ninguna duda, y con pruebas contrastadas por varios testigos vivos, cuyos testimonios son irrefutables y tengo grabados, que aunque EDITH GARCÍA BUCHACA fue la diseñadora y ejecutora del plan de rescate de Marcos Rodríguez, con la participación activa de su marido de entonces, JOAQUIN ORDOQUI, fue indispensable y absolutamente imprescindible la ayuda de un tercer personaje, y esta es la novedad que aporto en mi trabajo: El “agente X” de esta trama, fue el ex marido de Edith, CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ, cooperador más que necesario en los hechos que narro, y que quedó completamente incólume de todo lo ocurrido después de 1959. 
Carlos Rafael Rodríguez 
Aunque varios testimonios provenientes de la familia Ordoqui -entre ellos su propio hijo Joaquinito ya fallecido- me aseguraron que tenían la convicción de que Joaquín no estaba implicado en la huida de Cuba de Marquitos en el 53, debo ser sincero conmigo mismo, con quienes me leen, y sobre todo, con la Historia.
Si bien en un principio de mi investigación, los hechos me demostraron que, al menos Edith estaba implicada, a la luz de nueva información que he reunido en los últimos meses, puedo asegurar que sus dos maridos, fueron también participantes activos en la trama, y que sobre todo el primero, Carlos Rafael Rodríguez, fue el brazo ejecutivo de la operación.
He contado en el capítulo anterior, que aunque en el juicio, Buchaca y Ordoqui juraron que no conocían a Marquitos antes del año 58, eso era totalmente falso, porque se conocían bastante bien desde antes de Humboldt 7. Marquitos visitaba a Buchaca desde que vivía en Nuevo Vedado junto a su entonces pareja, Carlos Rafael, y después siguió visitándola en Calabazar, cuando ella se trasladó a vivir allí con su nuevo marido Joaquín, como tengo contrastado amplia y concluyentemente por mis fuentes. Además, Marquitos más tarde coincidiría con el matrimonio en Checoslovaquia, cuando Joaquín, Edith y el hijo menor de ambos, se encontraron allí para iniciar un largo tour por el mundo, que terminaría en México junto al protagonista de esta historia.
Juan Pedro Carbó Serviá 
Según me cuenta Eladio Rivas, sobrino político de Juan Pedro Carbó Serviá, y me corrobora la hija de Elena Brito, la cocinera de Carlos Rafael Rodríguez en la casa de Nuevo Vedado, que éste compartió con Buchaca cuando eran pareja, Carlos Rafael aún amaba a Edith, -a pesar de Joaquín-, y aun cuando ya se había vuelto a casar con otra mujer, y de tener con ella dos hijas que aun viven.
El sentimiento no era recíproco, porque Edith se había enamorado perdidamente de Ordoqui, pero Carlos Rafael no dejó nunca de trabajar con y para ella, y por extensión para el PSP, antes y después del 1 de enero del 59, si bien recogió anclas y se desentendió del tema en 1961, cuando las cosas se le pusieron malas a Marquitos, y más tarde a su ex mujer y al hombre que se la quitó. Tampoco llegó a perdonar a Ordoqui por haberle arrebatado a su mujer, y este detalle debe tenerse en cuenta cuando analicemos el final de esta historia.
Carlos Rafael era, además, el único de los miembros del PSP que tuvo estrechos vínculos con el Gobierno batistiano, porque había sido ministro sin cartera de Batista en otros tiempos, y también el único de todos los miembros del PSP con cierto poder que permaneció en Cuba, tanto antes del 59, alzado en la Sierra junto a Fidel, -casi “in extremis”-, como después, en calidad de miembro del ejecutivo de Castro. 
Pero Carlos Rafael salió limpio de polvo y paja del proceso -junto a otros cómplices de los que hablaré más adelante en este capítulo- , y su presencia en el juicio fue apenas testimonial. ¿Por qué?
Fulgencio Batista tuvo siempre en gran estima a Carlos Rafael en el plano personal, y hasta cuando proscribió al Partido Comunista, se tomó el trabajo de mandarle una carta privada “explicándole” que era una acción contra su partido, y no contra él, “porque te admiro y estimo como político y como hombre de bien”, le dijo.
Así que, aunque a lo largo de los años 50, sus más importantes líderes se habían exiliado fuera de la Isla, a raíz de ser ilegalizado por Batista, el PSP continuaba temiendo mano en la administración batistiana, incluso después de proscrito. Y esa mano era la de Carlos Rafael Rodríguez.
A la cúpula del PSP les era fácil conseguir “favores” sin pasar por la aprobación de Batista, que a esas alturas ya estaba minada de corrupción en todas sus instituciones. Por eso para Edith García Buchaca fue relativamente fácil organizar desde la capital azteca el ingreso de su protegido en la embajada de Brasil, sacarlo poco después por Costa Rica -primero hacia sudamérica, un viaje que cobrará mucha importancia después- y finalmente rumbo a Europa. Allí el PSP le subvencionó Marcos su estancia, y le consiguió un trabajo en la legación cubana en Praga. Nada de eso hubiera podido hacerlo Buchaca sola, ni con Ordoqui, sin la ayuda de alguien del Gobierno batistiano, o cercano a él. Y ese fue su amante y diligente ex esposo, Carlos Rafael Rodríguez. 
Carlos Rafel Rodríguez en 1964.
(Foto: Deena Stryker - Duke University Colection) 
Fue él, inducido por Edith, quien, desde su posición de poder, consiguió en la Cancillería para Marquitos, un visado para escapar a Costa Rica, y quien le gestionó después, un puesto de trabajo en la sede diplomática cubana en Checoslovaquia. Pero de su implicación en el caso Humboldt 7 no se habló entonces, ni después, ni nunca.
No puedo desvelar la fuente de esta información. Su identidad pertenece a alguien que ya ronda los 90 años, aún vive en la Isla y ya no le importa “hacer justicia” porque ha desfallecido después de años de recibir un sinnúmero de presiones del régimen de Castro. Pero los datos que me ha ido proporcionando a través de estos años, cuadran perfectamente con los testimonios de Eladio Rivas, sobrino de Juan Pedro Carbó Serviá, la hija de Elena Brito, cocinera y mujer de confianza de Carlos Rafael y Edith cuando eran pareja, y una tercera fuente muy conocida por nuestros libros de historia, integrante del Directorio y aun vivo en España. Tampoco puedo revelar su nombre, porque también está casi al final de su vida, y no le vale la pena volver a remover el tema, pero él fue testigo presencial de los hechos en primera línea, y en algunos momentos, también protagonista.
Pero vamos al grano: ¿Por qué el PSP tenía tanto interés en proteger a Marcos Rodríguez?
Comentaba en la primera entrega, que a pesar de que los comunistas ya eran un sector electoral minoritario en la población cubana en 1953, fecha en que ocurrieron los sucesos de Humboldt 7, había tenido cierta relevancia durante la primera administración batistiana en 1941, algo que puede comprobarse en este video, en el que casi parece que Stalin vivía en Guanabacoa. Desde entonces su importancia política había ido decayendo, y sus dirigentes comenzaron a jugar sucio contra otras formaciones políticas.
Marcos participó a las órdenes de Buchaca en el espionaje “transversal” que practicaba el PSP en otras formaciones estudiantiles y obreras anti batistianas, desde el año 50 siendo un adolescente, y hasta 1953, como agente infiltrado por ella en el Directorio Estudiantil. De hecho, él mismo había sido un espía del PSP en el Directorio, a donde llegó también gracias a Buchaca, sin ser nunca miembro con carné de la organización ni haber pertenecido siquiera a las Juventudes Socialistas, porque era demasiado joven. Marcos estaba al tanto de todas las prácticas deshonestas de la formación, sabía secretos delicados de su cúpula y sobre todo, conocía bien su andamiaje en otros países y los contactos que mantenía en el Gobierno batistiano. Sabía tantas cosas del PSP, que podía haberlo hecho saltar por los aires si se hubiera puesto a contarlas. Queda claro que a sus dirigentes, simplemente no les convenía que cayera preso, y que sus captores consiguieran hacerlo hablar. Y finalmente, Marcos conocía perfectamente la implicación de Carlos Rafael en su propia huida. Por eso era crucial sacarlo del tablero de juego y enviarlo lejos del Directorio. Y de Faure Chomón. 
Faure Chomón
Fue esa la razón principal de la “evacuación” de Marcos; la persecución de los miembros del Directorio, resentidos por la matanza, y especialmente Faure Chomón, nuevo líder de la agrupación, y con muchas papeletas como sospechoso real de la delación. Me cuenta Eladio Rivas:
“Nunca supe más de Marquitos en Cuba, pero Jorge Valls declaró después que, por esos días andaba muy nervioso, aterrado por si lo encontraban los miembros del Directorio, y en especial Faure. Me dijo que había ido a visitar a su madre por si le pasaba algo. Supongo que Valls -también entonces miembro del PSP- sabía perfectamente que Edith desde México y Carlos Rafael en La Habana, le estaban echando un capote a su amigo”. 
Jorge Valls 
Y un detalle adicional, que tampoco debe descartarse: Elena Brito, cocinera del matrimonio Rodríguez-García Buchaca y luego solo de Carlos Rafael, cocinó cenas innumerables para sus amigos antes del 59. Entre ellos, según la hija de Elena, Tania González Brito, era muy habitual allí la presencia de miembros del primer gobierno batistiano que conocieron a Carlos Rafael cuando fue ministro sin cartera de Batista en su primer período presidencial, y también integrantes del nuevo ejecutivo. Me explica la hija de Elena:
“(…) Mi madre recordaba siempre la gran cena que él (Carlos Rafael) dio en su casa el 27 de enero de 1953 para celebrar el aniversario de bodas de uno de sus antiguos compañeros del ministerio, y al que asistieron personas que ella solo había visto en fotos de los periódicos, como Rivero Agüero y Sergio García Marruz, ministros del primer gabinete de Batista, con sus esposas y Miguel Ángel de la Campa con su hija, entre otros. Te los puedo nombrar porque ella guardaba una foto que todos se hicieron aquel día, y que tenía los nombres escritos con lápiz por detrás. Lo recordaba muy bien, porque ese fue el día de la famosa Marcha de las Antorchas que hicieron los estudiantes para homenajear el natalicio de Martí, y todos los presentes no dejaban de usar el teléfono, por los disturbios que había cerca de la Colina…”.
Miguel A. de la Campa y Caraveda 
Al margen de la anécdota, rara donde las haya, -porque me cuesta imaginar a un estalinista furibundo, de anfitrión de una cena para una claque batistiana de alto nivel-, encuentro muy notorio el hecho de que, entre los invitados a aquella fiesta, estuviera Miguel Ángel de la Campa y Caraveda, entonces a cargo de la Secretaría de Estado y Ministro de Exteriores del segundo gobierno de Batista, en funciones durante los sucesos de Humboldt 7. De La Campa fue el hombre que firmó el permiso de salida de Marcos Rodríguez a Checoslovaquia, y autorizó la concesión de su puesto -y su salario- como Agregado Cultural en la embajada cubana en Praga. ¿Alguien sospecha algo?
Tania me cuenta que ella aun hoy vive en la calle Oficios, la casa familiar que heredó de sus padres, y que en innumerables ocasiones el propio Carlos Rafael acercó allí a su madre en el carro, porque le hacía camino a su destino, Oficios y Acosta, donde se encontraba la Cancillería, a donde con frecuencia iba Carlos Rafael “por cuestiones de trabajo”. Creo que es blanco y en botella. Pero continuemos.
En 1954, Marquitos ya trabaja en la embajada de Cuba en Praga, y allí llega Edith con su hijo para reunirse con Joaquín, que había viajado antes, después de ser absuelto del juicio del Moncada. 
Praga, Checoslovaquia en 1961 
Allí también estaba Carlos Manuel Pellecer, un viejo agente de la CIA guatemalteco, ex miembro del Comité Central del Partido Comunista de ese país, que conoce y visita a los tres con frecuencia. Como he explicado antes, Pellecer escribiría después un libro sobre los hechos, muy sesgado y a su manera. Fueron estas visitas la principal prueba que esgrimió Fidel contra Ordoqui para condenarlo a 30 años de cárcel, acusado también de ser agente de la CIA. 
Carlos Manuel Pellecer 
En 1958 Edith y Joaquín ya vivían en México, a donde llegaron después de un largo periplo por el mundo. Edith comenzó a trabajar como agregada cultural en la embajada cubana, con “las Teresas” que menciona Fructuosito Rodríguez en su denuncia. Y también mantiene contacto postal con Marquitos utilizando como buzón de correos, otra vez, a Carlos Rafael, como ya vimos en el capítulo anterior. Es entonces que Edith empieza a utilizar el alias de “Katia” para poder comunicarse con Marquitos, a su vez, alias “Sokolov”, en Praga. Lo hará durante dos años, hasta que Marquitos vuele a México y se establezca cerca de ellos.
Ciudad de México en 1959, cuando Marcos, Edith y Joaquín vivían allí 
ENERO DE 1959: EL PRINCIPIO DEL FIN
La Revolución triunfa el 1 de enero de 1959 y Edith y Joaquín ven por TV desde ciudad de México, la entrada triunfal de Castro en La Habana el día 8. Pocos días más tarde reciben instrucciones de Cuba: Fidel forma gobierno y pretende colocar en puestos de importancia a los miembros más relevantes del PSP que le han sido fieles; requiere la presencia de Edith y Joaquín. Y además, le hace otra petición a la pareja: es necesario que Marcos Rodríguez regrese, porque tiene para él un puesto en la maquinaria ideológica de las recién constituidas FAR.
Sobre este momento de la historia, han corrido ríos de tinta, y casi nada es cierto, por defecto de información verídica, o exceso de información falsa. Los historiadores no se pusieron nunca de acuerdo sobre las razones que hicieron a Marquitos regresar a Cuba. Yo puedo explicarlas hoy, con total certeza, aunque suene petulante. No tengo otra forma de decirlo.
Se suponía que Marcos sabía que los familiares de las víctimas de Humboldt 7 –sobre todo Marta, la viuda de Fructuoso–, iban tras él buscando venganza, y que incluso entre los miembros del Directorio, con Faure a la cabeza, ya no era persona grata y se pedía su cabeza. Marquitos había dejado Praga y se había mudado a México, cerca de sus protectores, y vivía libre en un país capitalista, ¿para qué volver al sitio donde tenía tantas cuentas por saldar con quienes ahora mandaban? La respuesta es simple: confianza.
Edith y Joaquín 
Buchaca y Ordoqui se habían convertido en sus valedores, le habían salvado la vida y lo trataban como a un hijo desde 1957. Ellos creyeron realmente que Fidel había pasado página en el caso Humboldt 7. La Revolución ya estaba en marcha y, de hecho, ambos ya sabían el destino que el líder les había procurado en la nueva Cuba: dos altos cargos en la cultura y en el ejército. Además, Carlos Rafael Rodríguez, pieza clave y casi único responsable de su huida, era ahora miembro de pleno derecho de la dictadura castrista. ¿Por qué iba a tener Marcos Rodríguez dudas acerca de su seguridad?
La embajada cubana en México, para la que había trabajado Buchaca hasta ese día, como la de Praga a donde Marquitos había sido agregado cultural, ya no eran competencia de la Cancillería batistiana que los había nombrado en esos puestos, estaban en manos de la Revolución. No tenía sentido continuar exiliados, si en Cuba había triunfado el hombre al que habían “apoyado”. Y como para Marquitos, había también un puesto en el nuevo engranaje del gobierno, no había peligro. Marquitos se sentía a salvo manteniéndose cerca de los dos viejos dirigentes comunistas, a su vez tan cercanos al líder de la Revolución. Por eso, como ellos, regresó a Cuba sin temer por su vida.

EL REGRESO VOLUNTARIO DE MARCOS RODRÍGUEZ
Hay que hilar muy fino a partir del momento en que Marcos Rodríguez regresa a La Habana, porque sus pasos continuaron ligados, como siempre, a los de Edith García Buchaca y Joaquín Ordoqui.
Comencemos por Joaquín, que junto a su mujer y su hijo, andaba dando vueltas por el mundo desde 1953. Al triunfar la Revolución, y responder al llamado de Castro regresando a Cuba, Fidel le asigna un cargo temporal en la recién constituida Dirección Nacional de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas), a la espera de ser ascendido a un grado militar superior en las FAR.
Joaquín Ordoqui

A Edith, en tanto, Fidel le regala la presidencia del Consejo Nacional de Cultura, desde donde a partir de entonces, manda y ordena imponiendo una censura intelectual carnicera de corte estalinista, de la que ya hablé en el capítulo anterior. Del 59 al 64, a Edith le dio tiempo de masacrar, sancionar y silenciar a centenares de artistas, a caballo de su absurda Teoría de la Superestructura. 
Teoría de la Suprestructura;
libelo estalinista de Edith García Buchaca 
Y llegamos a Marquitos. Recordemos ahora sus orígenes humildes, su perfil social bajísimo y su nula influencia en el estamento revolucionario, si bien durante estos años se “curtió” como agregado cultural de Batista en la embajada cubana en Praga.
Marquitos Rodríguez (Foto: Deena Stryker, Duke University Colection) 
Sin embargo, a su vuelta, Fidel Castro, asesorado -otra vez- por Carlos Rafael Rodríguez, que fue quien le propuso su nombramiento, le asigna un importante puesto ideológico como formador del Centro Cultural del Ejército Rebelde (CCER) en el Cuartel de Columbia, hoy Ciudad Libertad.
Cuartel Militar Columbia, La Habana 
El CCER era una forma blanda de definir al organismo encargado de adoctrinar a los miembros del nuevo ejército, en la nueva ideología revolucionaria. Su jefe era el comandante Camilo Cienfuegos, así que el puesto era extremadamente sensible y requería de quien lo ocupara, una confianza absoluta de Castro.
Los tres nombramientos eran, pues, una prueba rotunda de que al menos, hasta ese momento, Castro no tenía nada en contra de Marcos Rodríguez ni del matrimonio de estalinistas que lo había protegido, porque evidentemente, aun no estaba enterado de eso. ¿Qué sucedió para que cambiara de opinión?
Avancemos. Justo al año siguiente, en el mes de mayo de 1960, Faure Chomón es designado embajador de Cuba en la URSS, un claro mensaje de Fidel a los antiguos comunistas del PSP, hasta entonces los garantistas del Kremlin en La Habana. Fidel mandaba un aviso a navegantes: “ahora soy yo quien negocia con la URSS, y ustedes quedan fuera de la fórmula”.
Solo pocos meses después, en el mes de enero de 1961, el ex jefe de la policía batistiana Esteban Ventura Novo, asilado en Miami, publica sus memorias. En ellas deja claro que fue Chomón y no Marquitos, quien delató a los mártires de Humboldt 7, y permitió que él los apresara. 
Esteban Ventura Novo 
Sin embargo, dado su historial sanguinario y su escasa credibilidad, la declaración de Ventura no tuvo apenas eco en la opinión pública de los Estados Unidos, y en Cuba, Fidel la destrozó tachándolo de mentiroso.
Pero también por primera vez, Castro manifiesta públicamente en un coloquio con intelectuales, su idea de que “aún tenemos que limpiar nuestras filas de enemigos de la Patria, que dinamitan el proceso y viven solapados en el corazón de la revolución”. Era una llamada de atención a posibles "delatores" de la verdad, ahora descontentos con la revolución, y que aún formaban parte del estamento comunista.
Pero sigamos. Marta Jiménez no había parado un solo minuto desde 1953, intentando reunir pruebas que inculparan a Marcos en la delación de su marido Fructuoso Rodríguez y los otros tres mártires. 
Marta Jiménez
Contaba ya desde antes de la revolución con la ayuda de Faure Chomón, que a finales del 59 pone un documento "inculpatorio" en sus manos. Entonces Marta presenta a Camilo Cienfuegos, jefe de Marquitos en Columbia, una denuncia acusándolo de la delación de los cuatro jóvenes asesinados en Humboldt 7. Previamente había buscado el apoyo de las familias de Westbrook -su madre y su novia ya habían abandonado Cuba, sospechosamente-, Machadito y Carbó Serviá, pero los parientes de los dos primeros se negaron ante la condición que les puso Marta: era necesario agregar a la denuncia, el móvil sentimental que teóricamente movió a Rodríguez a delatar a su amante Joe Westbrook y a su presunto nuevo novio, José Machado Rodríguez.

Eladio Estévez me cuenta que su tía política, madre de Carbó Serviá, también se abstuvo de acompañar a Marta en la denuncia, porque su dolor por la pérdida de su hijo y su moral religiosa, le impedían buscar venganza. Por eso le dijo a Marta que asistiría al juicio, “porque no le quedaba más remedio”, pero que no acusaría a nadie, porque lo que necesitaba era olvidar.
De todas formas, Marta avanzó con su pedido a Camilo con la ayuda de Faure, que finalmente El Héroe de Yaguajay cursa a Fidel. Marta consigue el encarcelamiento preventivo de Marquitos, y éste es puesto bajo la custodia de su hermano, OSMANY CIENFUEGOS GORRIARÁN, ordenando además una investigación del caso.
Osmany Cienfuegos 
Pongo el nombre de Osmany en mayúsculas, porque es otro miembro de la trama del PSP en la sombra, y porque siempre ha sido tratado por la historia oficial como un personaje intrascendente en ella. Nadie se ha detenido a analizar su verdadero papel en la conspiración, que como verán más adelante, fue toda una “confabulación gay comunista”. Nadie de esa condición debe tomarse peyorativamente mis palabras como un ataque “contra el colectivo”; solo demuestra que no todos los homosexuales somos moral ni ideológicamente iguales. Hubo y habrá siempre tantos homosexuales deleznables, como heterosexuales despreciables hay.
Osmany es, desde hace décadas, un homosexual confeso en sus círculos íntimos, y reconocido entre casi todos sus compinches en la cúpula gobernante cubana. Para mí en particular, su larga “trayectoria gay” me es tan normal como desayunar cada día. 
Osmany Cienfuegos
Una compañera de trabajo en Cuba y amiga íntima de extrema confianza durante más de 30 años, era la sobrina de una de las más estables parejas de Osmany en La Habana. Mi amiga vivió en la casa que Osmany Cienfuegos le dio a su tío, mientras mantenían una larga relación sentimental, y de hecho se quedó en esa casa cuando su tío tuvo que irse del país. Ese novio de Osmany, un buen día dio por terminado su idilio con él, por motivos que ahora no vienen al caso, Osmany, despechado, le montó una rocambolesca trama judicial inventándole un intento de robo en su casa, que le costó al hombre un año de cárcel. Al cumplir su pena, tuvo que abandonar Cuba, y al cabo de los años, cuando ambos ya eran viejos, regresó a ver su familia a La Habana, y supe que Osmany fue a visitarlo arrepentido, para pedirle perdón.
Cuento esta anécdota, porque aun encuentro personas que dudan de la homosexualidad de Osmany Cienfuegos, y este no es un detalle menor en este momento de la historia, en que Marcos, cuya homosexualidad era también conocida, es puesto bajo su custodia por órdenes de su hermano Camilo.
Siguiendo el hilo de los hechos, me remito ahora al testimonio (tendencioso) de Osvaldo Fructuoso Rodríguez, hijo resentido y vengativo de Marta Jiménez y Fructuoso Rodríguez, soberano ignorante de los hechos reales, y que se ha tragado a cucharadas una a una, las mentiras que Castro le dijo a su madre, para inculpar a Marcos:


“(…) En la primera semana del triunfo revolucionario, mi madre, Marta Jiménez, le pidió a Camilo Cienfuegos entrevistarse con Alfaro, uno de los asesinos de mi padre y que acababa de ser capturado por las patrullas rebeldes. En esa entrevista, mamá le mostró más de 100 fotos de carné de diversas personas, entre las cuales estaba una foto de Marquitos. Alfaro lo identificó sin titubear como el delator. De inmediato mamá le pidió a Camilo que suspendiera el juicio a Alfaro y se detuviera a Marcos Rodríguez. Camilo cursó la orden de detención y Marquitos fue arrestado. Pero por muy poco tiempo. No habían transcurrido más de seis horas cuando Osmany Cienfuegos, antiguo miembro del PSP y hermano de Camilo, liberaba al delator. Pero aún con mucha más celeridad se dio la orden de fusilar a Alfaro, sin avisar a ningún miembro del Directorio Revolucionario “13 de Marzo”, y en contra de la orden emitida por Camilo en Columbia, la cual Fidel Castro había aprobado”.
Osvaldo Fructuoso se refiere a Ignacio Alfaro, oficial de la policía batistiana, participante en el asalto a Humboldt 7, que había sido detenido por Castro en el 59 por esa razón, junto a otros soldados, y que se encontraba la espera de juicio. En efecto, Ignacio Alfaro fue fusilado rápidamente por Osmany, que puso en libertad a Marquitos en contra de las órdenes de su hermano. Fue de las primeras muertes que se le atribuyen al hermanito del Héroe de Yaguajay, y llama la atención que fuera tan solícito en propiciar su puesta en libertad, incluso eliminando “oficiosamente” a un hombre (realmente a tres) que podía declarar en su contra. ¿Lealtad al PSP o simple simpatía “homo”?
Pero hay más. Ya había avanzado en el capítulo anterior que, mientras Marquitos estaba detenido, envió una carta a su valedor, el comandante Joaquín Ordoqui, entonces ya viceministro de las FAR, pidiéndole que diera la cara por él. También conté que tuve constancia de primera mano de la conversación que tuvieron los dos en casa de Ordoqui, cuando Marquitos fue liberado.


Dice mi fuente, presente en la conversación, que Ordoqui manifestó su desagrado ante la decisión de Marcos de volver a “escapar” de Cuba, esta vez a estudiar a Europa, y lo conminó a “aclarar las cosas” antes de marcharse “porque estaba implicando a gente inocente”, consejo que Marcos rechazó, manifestando que ya las cosas estaban claras, y que se marcharía. Aunque la conversación fue presenciada por mi fuente, a la que creo sin fisuras, ahora puedo asegurar que fue solo la forma que encontró Joaquín de tapar la verdad en su presencia, un “paripé” para proteger a su familia, evitando que estuviera al corriente de lo que sucedía en realidad.
Todos los que nos hemos acercado a este caso, sabemos que Osmany había sido miembro del PSP antes de la Revolución, y que como Carlos Rafael, se había trasvasado al lado de Fidel cuando éste empezó a hacer limpieza entre los viejos estalinistas. Pero Osmany le debía aun lealtad a Buchaca y a Ordoqui, sus antiguos correligionarios de partido, y también -como el ex de la Buchaca-, puso su granito de arena (más bien un saco entero) para liberar a Marcos de la cárcel, y de momento, del paredón.
Solo faltaba sacar a Marcos (otra vez) de Cuba, y aquí volvió a entrar en juego la influencia y el poder -ahora muy grande- de Buchaca, la que más mandaba en el Consejo Nacional de Cultura. Edith, o “Ide” para sus íntimos, solo tuvo que levantar el teléfono y ordenar a otro de sus compañeros de su antiguo partido, que gestionara una beca para Marcos Rodríguez que le permitiera salir de la Isla rápidamente a Checoslovaquia. Entró entonces al juego ALFREDO GUEVARA, otro viejo estalinista “con carné”. Y también homosexual. 
Alfredo Guevara 
Alguien se estará preguntando a estas alturas de mi relato, por qué hago tanto hincapié en la orientación sexual de los miembros de esta trama. Lo hago, porque no es superfluo el dato en el contexto de este caso, donde una gran parte de los hechos fueron impulsados por los sentimientos, el amor y el sexo, en todos sus palos. Y justamente por eso -entre otros motivos- la revolución ha prescindido de contárnoslos de forma veraz. Carlos Rafael, Marquitos, Marta, la propia Edith, y quién sabe si Osmany y Alfredo, tomaron por amor o por mera atracción sexual, gran parte de las decisiones que influyeron notablemente en esta historia, y es menester que ahora las conozcamos desde esa perspectiva.
Alfredo Guevara y el Ché Guevara
Alfredo había sido un miembro activo del PSP en la época republicana, y como Buchaca, se había tirado varios años en el exilio. También, como ella, había vuelto a pedido de Castro, a quien le unía una gran amistad desde hacía muchos años. Como Osmany y Carlos Rafael, también abdicaría del PSP para integrar más tarde las filas del PCC, y mantendría hasta el último día de su vida un servilismo incondicional a Fidel y a la Revolución, algo a lo que se negaron otros miembros del PSP, como Carlos Franqui, que tuvo que abandonar Cuba en 1963, después de ser defenestrado al manifestarse contrario al rumbo que habían tomado las cosas.
Desde el primer día que Fidel conformó su aparato cultural e ideológico, puso a Alfredo Guevara al frente del recién constituido ICAIC, como promotor (y censor) del naciente cine cubano. Así que a pedido de Buchaca y -esto también es relevante- otra vez con el beneplácito de Carlos Rafael Rodríguez, ahora miembro del ejecutivo de la revolución castrista, Alfredo Guevara envía a Marquitos becado a Checoslovaquia en 1960.
Como puede comprobarse, ya no era la cancillería batistiana la que estaba colaborando en la segunda huida de Marcos Rodríguez; eran los propios miembros comunistas de la cúpula de la revolución, a espaldas de Fidel: Carlos Rafael Rodríguez, Edith García Buchaca, Joaquín Ordoqui, Osmany Cienfuegos y Alfredo Guevara. ¿Por qué toda la culpa cayó solo sobre Joaquín, y la Buchaca como daño colateral? 
Continuemos. Al enterarse de que Marcos había sido liberado y ahora estaba becado en Praga, Marta Jiménez montó en cólera. Entonces apareció otra carta, esta vez, un documento secreto que Marta no tenía por qué tener en sus manos. Vuelvo a la narración sesgada de los hechos de Osvaldo Fructuoso Rodríguez: 
Osvaldo Fructuoso Rodríguez 
“Mi madre no cejó en sus empeños, sin embargo, y meses más tarde logró la prueba que incriminaba definitivamente a Marcos Rodríguez con la delación. El gobierno de Batista había emitido una carta secreta a través de la Cancillería cubana donde se le otorgaba a Marquitos una elevada suma de dinero para su manutención en Argentina, Costa Rica y México mientras estuviese exiliado. Dicha solicitud estaba avalada por Esteban Ventura y firmada por el canciller cubano. Ya por la fecha del descubrimiento de este documento, Joaquín Ordoqui ocupaba el cargo de viceministro primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Durante más de cinco años, mi madre le estuvo pisando los talones a Marquitos, hasta que después de una extensa y larga investigación logró que se le apresara y llevara de vuelta desde Praga a La Habana”.
Otra vez a Fructuosito se le va la pinza. Para empezar, aún Ordoqui no había sido nombrado viceministro de las FAR, y eso no ocurriría hasta bastante después, como explicaré más adelante. Por otra parte, esta carta pertenecía al expediente judicial sobre el que había secreto de sumario. Fidel la conocía, por supuesto, mucho antes de que se hiciera pública. ¿Pero por qué se hizo pública? Fructuosito guarda silencio al respecto, no sé si por ignorancia o por conveniencia, pero fue Faure Chomón quien puso la carta en manos de su madre. Puedo asegurarlo porque ella misma se lo dijo a la madre de Carbó Serviá, tía de Eladio Rivas. Y como no podía ser de otra manera, fue Fidel quien le ordenó a Faure que lo hiciera. Quedaba claro que Castro echaba a andar la acusación contra Marquitos a través de Marta, para quitarse de encima la sospecha de haber puesto fuego bajo la olla del PSP.
También queda en evidencia la absurda y manipuladora conclusión de Fructuosito, a todas luces cegado por el rencor. Claro que la cancillería batistiana había financiado la fuga de Marquitos, eso era evidente y lo sabía toda Cuba; no había discusión sobre las malas artes de los estalinistas del PSP. Pero el tono triunfalista de Osvaldo Fructuoso sobre el carácter “inculpatorio” de esa carta es como poco, inocente, por no decir estúpido. Era falso el “aval” de Esteban Ventura al que se refiere, porque la firma del jefe de la policía no estaba por ningún lado del documento. Y no estaba, porque la policía no tenía nada que decir, ni avalar en una decisión estrictamente de competencia de la Cancillería y del Ministerio de Exteriores. La carta era responsabilidad única y exclusiva del canciller y de la Secretaría de Gobernación batistianas. Ambas “excusas” esgrimidas por Fidel, por Marta, y años después por su hijo Osvaldo, solo intentaban de forma bastante burda, acusar a Ventura Novo -responsable de las muertes- de proteger a Marcos, enviándolo al extranjero, una idea tan macarrónica como imposible. Ese extremo fue ampliamente explicado por el propio Ventura en sus memorias, pero ni amigos ni enemigos le creyeron entonces. Ventura estaba muy desmoralizado ante la opinión pública.
Y como colofón, LA CARTA NO PROBABA QUE MARCOS RODRÍGUEZ FUERA EL DELATOR DE SUS COMPAÑEROS. Otra vez se desviaba la atención del verdadero móvil de la cuestión: los motivos reales por los que Marcos fue sacado de Cuba por el PSP. Lo protegían de la venganza de Chomón, y de su más que posible captura por los miembros de Directorio, que ya entonces Chomón dirigía. Eso hubiera propiciado que Marcos, bajo coacción, “hablara” de las interioridades del Partido. El PSP se había aliado con la Cancillería para la “operación salvamento”, pero no porque Marcos hubiera delatado a sus amigos, sino porque corría peligro su vida, y la supervivencia del propio PSP. El desarrollo del juicio posterior, demostraría que nunca hubo pruebas fehacientes para inculpar a Marcos Rodríguez, a pesar de que sería condenado, aún sin ellas.
En cualquier caso, Fidel ya tenía por fin un motivo para poner en marcha su máquina de exterminio contra el PSP.

SEGUNDO REGRESO DE MARQUITOS

Los agentes de la inteligencia cubana, de paisanos enviados por el comandante Juan Abrahantes, tomaron un vuelo a Checoslovaquia con órdenes expresas de traer a Marquitos a Cuba, sin paliativos. 
El 10 de enero de 1961, Marcos es detenido en Praga, en virtud de una rocambolesca acusación de espionaje, y en 48 horas aterriza en La Habana. En Cuba se informa mucho después al pueblo, vía prensa oficial, de que ha sido acusado de delación y “traición a la Patria”. Es bueno que recuerden este detalle entrecomillado, porque marcará la diferencia entre la vida y la muerte para él, en el próximo capítulo.
Con la detención y enjuiciamiento de Marcos Armando Rodríguez, Marta Fernández creyó haber ejecutado su venganza, Faure Chomón ponía al fin las manos sobre el chivo expiatorio que necesitaba para exculparse a sí mismo, y Fidel conseguía utilizarlos a ambos para lograr su propio objetivo: exterminar de una vez y por todas al PSP de la fórmula de la revolución.
A su llegada a La Habana, Marcos Rodríguez fue conducido bajo escolta, del aeropuerto de Rancho Boyeros a la Fortaleza de la Cabaña, donde estuvo apenas 4 horas. De allí se le trasladó a una casa de seguridad que tenía la inteligencia cubana en el Reparto Siboney. Allí permaneció bajo custodia de los miembros de la propia escolta personal de Fidel, hasta que se celebró el juicio tres años después. Castro ordenó su total aislamiento, incluso de otros miembros de su equipo, como Osmany Cienfuegos, al que se le negó una solicitud de visita.
El 10 de septiembre de 1962, un año y 8 meses después de su encarcelamiento, Marcos consigue enviar desde su prisión y en secreto, otra carta desesperada a Joaquín Ordoqui, rogándole que salga en su defensa. Ordoqui guarda silencio. No se quema, porque está a punto de ser ascendido en el ejército. Su ascenso se concreta solo tres meses más tarde, en diciembre del mismo año. Fidel no solo lo asciende al grado de comandante, sino que lo hace viceministro de las Fuerzas Armadas.
Podemos deducir de todo lo anterior, que al menos hasta finales de 1962, Joaquín Ordoqui no era sospechoso de traición, aun habiendo comenzado el proceso judicial contra Marcos Rodríguez. 
El último trimestre de 1962 es una época convulsa para Fidel, y para Cuba entera. Otro acontecimiento mucho más delicado, de índole mundial, está ocupando todo el tiempo del comandante y a su cúpula. En octubre había estallado la Crisis de los Misiles, cuya consecuencia más importante será el enfriamiento temporal de las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética.
Crisis de Octubre, 1962
Pero aun así, Fidel no levanta totalmente el pie del acelerador del caso Humboldt 7, porque desde septiembre ya tenía en sus manos, junto a otros altos miembros del gobierno, (incluido Faure Chomón) una copia de aquella carta que Marcos había enviado a Ordoqui el año anterior. Entonces todo se acelera.
Castro ordena la detención inmediata de Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca como colaboradores necesarios, a los que además les atribuye el delito de ser agentes de la CIA. La acusación resultó sin fundamento años más tarde, cuando la CIA desclasificó los documentos relacionados con el caso Pellecer. Quedó más que comprobado entonces, que Fidel había mordido el anzuelo de la CIA, suponiendo al matrimonio, sus espías. Yo estoy convencido hoy de que para quienes espiaban, era para el KGB. Pero el comandante jamás reconoció su error garrafal, y en aquel momento procesó a la pareja junto a Marcos Rodríguez.
Según declaraciones posteriores de algunos miembros de aquel equipo de seguridad que estaba a cargo de la vigilancia de Marcos Rodríguez, y que años después desertaron, al prisionero se le administró una dosis diaria de pentotal sódico (llamado entonces “suero de la verdad”) durante el tiempo que duraron los interrogatorios.
René Vallejo
La administración de la droga se hizo bajo la “prescripción facultativa” del comandante René Vallejo, galeno personal de Fidel Castro y su "asesor espiritual" privado. 
La “medicación” fue el paso previo a las largas y duras sesiones de preguntas a que fue sometido Marcos, con agresiones físicas y torturas psicológicas incluidas. Muchos de estos interrogatorios fueron realizados personalmente por Raúl Castro, y el último, por Fidel Castro en persona. 
De aquella celda en la lúgubre casa del Reparto Siboney, sacarían a Marcos Rodríguez tres años más tarde, casi como un vegetal, dopado e incapaz de defenderse, para hacerlo comparecer en el juicio más injusto y vergonzante de la revolución hasta entonces, y que solo el de Ochoa superaría en ilegalidad y manipulación, dos décadas más tarde. Siete años después de los sucesos de Humboldt 7, Marcos Rodríguez sería sentado en el banquillo.
Se llamaría Causa 72/1964, y será con ella que cerraré esta serie, en su quinta y sexta (última) entrega.

Marquitos Rodríguez durante el juicio 
(Foto: Deena Dtryker, Duke Universuty Colection)

(CONTINUARÁ)


viernes, 6 de abril de 2018

EUGENIO CASIMIRO RODRÍGUEZ CARTA: LOS GUAPOS MUEREN DE PIE

EUGENIO CASIMIRO RODRÍGUEZ CARTA: LOS GUAPOS MUEREN DE PIE


Pretendo que esta crónica humilde sea un homenaje a la guapería, al aguaje y la rutina.  Su protagonista es el guapo más guapo de La Habana, entendiendo “guapo”, no en su acepción castiza referida a la belleza física, sino guapo a la cubana, sinónimo de valor, arrojo y coraje. Y Eugenio ya era un guapo con carné, cuando el gran Yarini ni siquiera soñaba con nacer.
Eugenio Casimiro Rodríguez Carta, nacido pobre y crecido casi analfabeto, era más guapo que los guapos del guantanamero y mítico Yateras, tierra de guapos de sangre, pero que terminó quedándose sin ellos. Esa repentina “orfandad” de hombres con testículos, fue de inmediato trasladada al pentagrama patrio por los bardos del vulgo, con aquella canción que ahora no viene al caso, pero que a los cubanos nos dejó claro un hecho consumado: se acabaron los guapos en Yateras.
La sede cubana de la guapería se trasladó entonces a otro pueblo en occidente; San José de las Lajas. 
Allí nació en fecha no determinada, pero empezando el siglo, Eugenio Casimiro Rodríguez Carta (no Cartas como leo en casi todas las crónicas que lo refieren).
San José de las Lajas, Iglesia.
Dicen que Eugenio era ya guapo de chiquito, y que tenía a todo el barrio acojonado, tanto a niños como adultos. Eugenito se fajaba con malanga por la razón más paupérrima, y aprendió de chiquito a empuñar la navaja, paso previo a las pistolas que ya usaba desde los 14, apenas siendo un adolescente. A esa edad, recibió del alcalde lajero -también cagado de miedo-, su primera pistola reglamentaria.
Eugenio no entendía, se lanzaba, se mandaba y se zumbaba sin mirar la talla o edad de su oponente. Era guapo, guapo, muy guapo. Hablaba poco, dicen que porque su marca era la acción y no la palabra, pero me atrevo a suponer, sin muchas dudas, que el motivo de su actuar silencioso era su horrible y ridícula voz de falsete, un tono aflautado que no cuadraba nada con su imponente físico.
Sea como fuere, Eugenio descubrió que podía seguir siendo guapo sin abrir la boca. Su problema foniátrico no mermaba en nada su carácter de hombre valiente, sin miedo a nada.
EL CANCERBERO 
Pero de pronto a Eugenio, San José se le quedó chiquito, muy chiquito para su ego grande y su gran guapería. Ya era el matón oficial de la zona, por eso a los 10 meses de su nombramiento, y con el aval brillante de una hoja de servicios intachable, que hizo redactar y firmar al alcalde local, amenazándolo de muerte con la misma pistola reglamentaria que él le dio, fue trasladado y ascendido a Jefe de la Policía de Cienfuegos. 
Cienfuegos, Teatro Terry
Allí se estableció, ahora con el libre albedrío que su cargo le otorgaba, con plenos poderes para ejercer su profesión de matón a sueldo con permiso. Eugenio Casimiro hizo todavía más radiante su hoja de servicio, defendiendo a los cienfuegueros ricos de los que podía obtener favores de agradecimiento. Así se ganó, casi enseguida, la simpatía de políticos, burgueses y terratenientes adinerados. De pronto la clase pudiente cienfueguera tenía un entregado perro guardián que le cuidaba las espaldas. Eugenio había conseguido sacar rédito a su guapería; era la autoridad máxima; nadie podía soplarle en la oreja. O eso creía él.
Cienfuegos, cine Trianón, 1918
Eugenio estableció un régimen del terror en Cienfuegos, encarcelando, pegando y mandando al otro mundo a cualquiera que atentara contra los intereses de sus protegidos. Todo valía para cuidar a los ricos, que gustosamente le recompensaban su fidelidad. El hombre más guapo de San José se convirtió en el más celoso y reclamado guardián de los intereses de la élite cienfueguera. Hasta el día que a Eugenio, todo se le torció en La Perla del Sur.
LA CÁRCEL
Corría el año 1918 y se inauguraba con grandes fastos el hermoso y ecléctico palacio Ferrer de Cienfuegos (hoy Casa de la Cultura Benjamín Duarte) proyecto refinado del célebre arquitecto cienfueguero, Pablo Donato Carbonell, autor también de otro tesoro arquitectónico de Cienfuegos, el Chalet de Valle. 
Palacio Ferrer recién inaugurado
El palacio Ferrer le había sido encargado a Carbonell, por el comerciante y hacendado catalán José Ferrer Sirés. El magnate español le pidió a Eugenio, en calidad de jefe de la policía local, que montara un dispositivo de seguridad para garantizar el orden durante la fiesta de inauguración de su nueva morada. Asistiría lo más granado de la burguesía y la aristocracia de todo el país, y Ferrer no quería disturbios. En aquel mismo palacio se alojaría dos años después el tenor italiano Enrico Caruso, de paso por la ciudad, cuando cantó en el Teatro Terry.                            
Eugenio cumplió al pie de la letra los deseos del millonario catalán. Pero se tomó con tanto celo su trabajo, reprimiendo a viandantes y curiosos a porra limpia para despejar la zona, que recibió una reprimenda del alcalde de la localidad, por sus procedimientos abusivos. Entonces Eugenio empuñó su rifle reglamentario y le alojó un tiro en el corazón al pobre jefe del consistorio cienfueguero.
No están documentados los detalles del asesinato, e ignoro las circunstancias exactas del conflicto. Pero sí sé que fue acusado por los propios burgueses cienfuegueros de la muerte del alcalde, y que fue llevado a juicio y condenado a la pena capital. Aquellos a quienes había servido Eugenio con tanto celo, lo mandaban ahora al paredón, sin medias tintas. A Eugenio se le había acabado su suerte de guapo.
Sin embargo, siempre en los momentos que le eran adversos, Eugenio caía de pie. Gracias a su estatus de jefe policial máximo de Cienfuegos, su sentencia a muerte no fue ejecutada, y la pena capital le fue conmutada en el Tribunal Supremo por una cadena perpetua, que el Tribunal resolvió que cumpliera en una cárcel habanera.
Fortaleza de El Príncipe. Loma de Aróstegui, La Habana
Eugenio Casimiro Rodríguez Carta fue trasladado a La Habana por orden del Jefe de la Policía Nacional del gobierno del entonces presidente Alfredo Zayas. Allí en la capital cubana, fue internado en el Castillo de El Príncipe, en la legendaria Loma de Aróstegui, para cumplir su pena de por vida.
Y en la vetusta e histórica fortaleza habanera, aceptó Eugenio con resignación su sino. Dicen los cronistas que, incluso entonces, no mostró ningún signo de arrepentimiento ni flaqueza. Estaba decidido a mantener hasta el final su prestigio de guapo, que otra vez le sirvió de mucho para cambiar su negro futuro de convicto.
Eugenio consiguió en prisión, gracias a la intimidación y al chantaje a reclusos y guardias, agenciarse con un puesto de limpiador en la cárcel, que le permitía ampliar el número de horas que podía permanecer fuera de su celda. Comenzó a barrer y baldear los pasillos y otras áreas de la prisión, vetadas a los otros presos, incluida la oficina del alcalde de la penitenciaría.
AMOR ENTRE REJAS
Eran ya finales del año 1921. A la sazón, el alcalde de la Fortaleza de El Príncipe, era el capitán Ors, esposo de María Teresa Zayas Arrieta, la hija menor del recién electo presidente de la república, Alfredo Zayas Alfonso, y la niña de sus ojos.
Alfredo Zayas
Zayas era el cuarto presidente republicano desde el 20 de mayo de 1921, y lo sería hasta 1925. 
Cuando Eugenio cumplía su tercer año en prisión, Alfredo Zayas ya llevaba un año en el poder. Había sido el primer presidente constitucional que permitió la libertad de prensa sin censura, pero su gobierno desde el principio, estuvo lastrado por la corrupción, los escándalos públicos, y las oscuras operaciones financieras con las que Zayas saqueó el tesoro nacional, en beneficio propio y de su extensa familia. He podido encontrar solo una foto no muy nítida de María Teresa, fotografiada con su padre y el resto de la familia Zayas Arrieta, que aporto aquí. Está delante, a la derecha con sombrero oscuro junto a su hermana mayor, Margarita. Su madre, Doña Margarita Teresa Claudia del Carmen Arrieta y Diago, es la señora a la derecha de Alfredo Zayas (izquierda en la instantánea). No hay fotos documentadas de Eugenio, porque odiaba ser fotografiado, como todos los delincuentes, pero puede que esté en esta foto, que fue tomada en 1922 cuando ya había contraído matrimonio con María Teresa. Su imagen, por tanto, permanecerá siendo un misterio para nosotros.

Familia Zayas Arrieta al completo. María Teresa a la derecha con sombrero oscuro.
A Alfredo Zayas todo le resbalaba tanto que, por su flema y pasotismo, el vulgo habanero lo apodó, primero “El Chino” aludiendo a su asiática paciencia, y luego “El Chino de la Peseta”, por su sabida adicción al dinero.
Era su hija menor María Teresa, una joven pasional, de carácter fuerte, majadera y caprichosa, que ejercía de hija de papá y mujer del alcalde de El Príncipe con igual altivez. María Teresa visitaba con frecuencia la cárcel donde su marido era la autoridad máxima, y le gustaba acompañarlo largas horas en su lugar de trabajo.
Y allí en las oficinas de su esposo, se tropezó por vez primera con el joven reo de San José de Las Lajas. Eugenio era ya un joven apuesto y masculino, de virilidad curtida entre rejas, mirada profunda y rictus de macho peligroso, cuya hombría no mermaba ni siquiera con una escoba y un cubo en la mano. María Teresa quedó hechizada por Eugenio desde el minuto uno. La había obnubilado el físico explosivo del lajero, su negra melena rizada y revuelta, sus anchas espaldas de gladiador romano, y la mirada penetrante y seductora que clavaba en sus ojos, con los suyos color de miel. Y a la Zayas le encantaban los hombres bellos y guapos.
Incluso hasta la voz de pito de Eugenio, que hasta entonces para él había sido su peor hándicap y un gran complejo, a María Teresa se le antojó música celestial, llegando a definirla como “preciosa voz de falsete”. María Teresa se había enamorado de Eugenio como una perra, y a Eugenio, otra vez, lo había venido a ver la Virgen. Supo enseguida que la hija del presidente era su salvoconducto hacia libertad y la vida. Y a partir de entonces, se propuso utilizar esa ventaja que otra vez su buena suerte le había puesto en su camino.
Al percatarse de que no le era indiferente a la mujer de Ors, Eugenio procuró estar presente en su despacho, cada vez que María Teresa venía a visitarlo. Pronto la sedujo con miradas furtivas y estudiados detalles de galantería que rápidamente hicieron efecto en la apasionada chica. Eugenio siempre sabía qué hacer para atraer a las mujeres.
La farsa surtió un efecto inmediato; las visitas de María Teresa al presidio “para ver a su esposo” se hicieron cada vez más frecuentes y habituales; era el ardid perfecto para encontrarse con el recio matón de San José, cuya cercanía podía disfrutar en las mismas narices del capitán Ors, ajeno al idilio amoroso que estaba teniendo lugar en su propia oficina. Allí por primera vez María Teresa probó un beso furtivo de Eugenio, y allí se enamoró de él para toda la vida.
LA LIBERTAD
Cuentan que una tarde de junio de 1921, María Teresa, ya totalmente seducida por Eugenio, salió de la prisión resuelta a pedir, y casi a exigir a su padre, la amnistía de su amado. El presidente Zayas, nunca se cohibía de cumplir los deseos de su hija; se gastaba el dinero a puñados para complacerla, y ya le había celebrado una boda millonaria con el capitán Ors a cargo del erario público. Pero, aun así, esta impensable petición de María Teresa lo sorprendió muchísimo.
No solo implicaba aceptar que su hija se divorciara del hombre de bien que él había escogido para ella. Suponía, además, perdonar a un reo peligroso que había asesinado a un alcalde, y más aún, bendecir el idilio del maleante con su hija.
Pero el amor de padre y la insistencia de María Teresa, pudieron con las dudas de Alfredo Zayas. Accedió a ambas cosas “por su felicidad”, amnistiando a Eugenio, que una semana después salía en libertad de El Príncipe, y del brazo de su amada, ante los ojos atónitos del Capitán Ors.
El pobre oficial herido en su moral ante sus subalternos, y cornudo por obra y gracia de su esposa, jamás pudo recuperarse de su traición, ni de la rabia y la vergüenza pública que le produjo haber sido sustituido en su corazón y en su cama, por un delincuente convicto. La Habana entera se cebó con la anécdota, y Ors no volvió nunca más a ser el mismo. Su hijo, José Agustín Ors Almeida, sería años más tarde también capitán del ejército de Batista, herido en los trágicos sucesos del cuartel de Goicuría en abril del 59.
Pero volviendo a María Teresa, la hija de Zayas tenía en su mente llegar más lejos con su nuevo amor, ahora que ya había conseguido sacarlo libre de la cárcel. Apenas liberado Eugenio, la menor de las Zayas le comunicó a su padre que quería casarse con el ex convicto inmediatamente.
El presidente Zayas debía conocer lo suficiente a su hija menor, como para sospechar de antemano que ese iba a ser el final de la historia. Sabiendo que cuando a María Teresa se le metía algo en la cabeza, era inútil intentar quitarle la idea, había puesto en marcha un plan de contingencia, para darle un poco de lustre social a su nuevo yerno, dotándolo de algún mérito que tapara su pasado delictivo y le permitiera acompañar a su retoño al altar.
LA TUMBA VERTICAL
Así que, después de dar su consentimiento para que su hija consumara el enlace matrimonial, nombró a Eugenio Casimiro, representante del Partido Conservador en La Habana. De este modo, Eugenio volvía a recuperar la buena estrella que le dio siempre su guapería, que ahora iluminaba también su recién nacida vida política. 
La boda de María Teresa y Eugenio fue todo un acontecimiento social en La Habana, en la misma medida que motivo de cotilleos, críticas feroces y burlas venenosas. Se había puesto en evidencia el poco rigor de la justicia, manipulada por el presidente, y la baja catadura moral de la familia Zayas.
Mientras tanto. Eugenio y María Teresa se fueron a vivir a un suntuoso apartamento en el edificio América. 
Vale aclarar que éste no era el edificio art decó de Galiano, como he visto escrito alguna vez, (que no se construyó hasta 1941), sino el inmueble neoclásico de la Calle N # 408 entre 27 y Jovellar, en la recién nacida barriada de El Vedado. Ese fue el regalo de boda de Don Alfredo a los novios
A pesar de que en los sitios más encumbrados de la capital comenzó a conocerse como el Sr. Rodríguez Carta, Casimiro, no pudo dejar atrás su pasado vandálico.
Entrada del Edificio América
Durante los años posteriores al enlace, se le vinculó a multitud de amenazas, chantajes, ajustes de cuentas y homicidios. Jamás se le pudo probar nada, porque ahora además tenía el apoyo de su suegro y a su leal cuerpo policial. Pero toda Cuba sabía que aquellos crímenes llevaban su marca.
Eugenio volvió a medrar entre los guapos habaneros, ahora desde una posición acomodada. Salía a la calle como un pincel, conduciendo un flamante Chevrolet del año, con trajes de dril cien y lustrosos zapatos italianos. En público siempre se comportaba tranquilo y silencioso, pero todos sabían que seguía siendo el matón de siempre, y que así tan tranquilo, podía sacar su revólver y dispararle al pecho o a la sien, al que lo molestara por la razón más simple.
También hizo muy buen uso de la dote que venía con su mujer, incrementando de forma notable su capital a golpe de negocios turbios y chanchullos, con su revólver y su activo principal: su guapería.
Aprovechando las influencias del suegro, el habilidoso matón inició una carrera política por el Partido Conservador donde obtuvo un escaño en la Cámara de Representantes, que ocupó durante tres períodos legislativos consecutivos. El truhan más guapo de La Habana recuperaba así aquella inmunidad legal que alguna vez tuvo antes de caer preso.
El matón analfabeto de medio pelo, sin oficio ni beneficio, había vuelto a caer de pie, ahora en la más importante familia de Cuba. De frecuentar a putas y delincuentes de los peores serrallos, ahora se codeaba con lo más granado de la sociedad capitalina, como la familia Loynaz del Castillo, los Céspedes, los marqueses de Pinar del Río y los Revilla de Camargo. También conoció en persona a gran parte del personal diplomático europeo a través del tío de su mujer, el Dr. Francisco de Zayas, Embajador de Cuba en París y Bruselas, y hermano de su suegro. Eugenio parecía destinado a la gloria gracias a su rentable guapería. 
El Embajador José Francisco Zayas y Alfonso y otras personalidades cubanas, en el patio de la embajada de Cuba en Bélgica
La llegada de un delincuente al círculo presidencial, y por ende, a los más selectos ambientes de la aristocracia habanera, generó un gran malestar entre sus miembros prominentes. Pero resulta sintomático que ese mismo año, Zayas se apresurara a dictar la famosa Ley de Los Sargentos, en virtud de la cual se concedían beneficios económicos especiales al estamento militar. 
La jugada le granjeó de inmediato las simpatías del ejército, cuyos generales manifestaron públicamente su apoyo al mandatario. Entonces la incomodidad de la clase pudiente por la presencia de Eugenio entre ellos, quedó olvidada como por encanto. Otra vez el guapo de San José de Las Lajas, caía de pie.
Ya rico y poderoso, Eugenio Casimiro, dueño de un ego más grande que él, compró una parcela en el cementerio de Colón y ordenó construir en ella una capilla familiar y dentro de ella, una tumba vertical donde cupiera su recia humanidad de pie. 
Panteón de Eugenio Casimiro Rodríguez en Colón
El extraño monumento funerario había llamado la atención de proyectistas, albañiles y profanos, por la originalidad de una de sus bóvedas. Eugenio había previsto varias sepulturas horizontales para los miembros de su familia, a excepción de la que destinó para sí mismo; una concavidad vertical adosada a la pared de dos metros de altura.
Eugenio quería un sepulcro digno de su recia hombría y su gran valor, que perpetuara en mármol de Carrara su legado para toda la eternidad: su guapería sin parangón. Cuando muriera, sería enterrado como había vivido; de pie.
LA TRAICIÓN
Es sabido que todo guapo que se precie, es también un mujeriego irredento. Y  Eugenio no era la excepción; más bien era la regla.
Me habría encantado aquí poner nombre y cara a todas las mujeres que pasaron por la cama de Eugenio, o que él visitó en las suyas. Pero a pesar de que ha llegado a nuestros días su talante de macho promiscuo y rompecorazones, no trascendieron nunca las identidades de las habaneras a las que pasó por la piedra. Quizás -aventuro- porque casi todas pertenecía a la alta sociedad, y era lógico que esos idilios se mantuvieran en secreto entre Eugenio y las interesadas. Tampoco a él le venía bien airear a sus conquistas, ahora que era todo un miembro de la política nacional y yerno del presidente de la República.
De esas mujeres solo he podido saber quién fue una de ellas, que ya era bastante conocida en Cuba por otras circunstancias. 

Al fondo a la derecha el Hotel Manhattan, en cuya planta baja vivía la farmacéutica.
Se trataba de la dueña de la farmacia que había en los bajos del Hotel Manhattan, en el número 69 de la calle San Lázaro, en su intersección con Belascoaín, frente al café Vista Alegre. Allí ya vivía ella antes de 1910, fecha en que la compañía norteamericana Purdy and Herderson, derrumbó su casa de dos plantas y levantó el hotel, reservándole un sector de la planta baja para mantener su farmacia en el mismo lugar, como compensación.
Los habaneros sabían de la existencia de esta mujer, desde mucho antes, cuando Eugenio era un niño, no solo por haber sido durante mucho tiempo la única farmacéutica de la zona. También había sido noticia en la prensa nacional, cuando le regaló a otro presidente, José Miguel Gómez y Gómez “El Tiburón”, -por cierto, enemigo político de Zayas-, una hermosa silla de caoba labrada con el escudo de la República, en ocasión de la toma de posesión del polémico mandatario. Pero eso fue en 1908, cuando aún nuestro protagonista era un infante que ni pensaba salir de San José de las Lajas. Sin embargo, en los años 30s, siendo ya Eugenio un joven veinteañero, ya esta señora, que rondaba los cincuenta, cayó en sus brazos como tantas otras.
Cuando el anciano presidente Zayas, ya retirado en su palacete de El Vedado, murió el 11 de abril de 1934, su hija María Teresa, junto a sus otros cinco hermanos, heredó una buena suma de dinero, que fue a parar íntegra a los bolsillos de Eugenio.
La viuda de Zayas, Doña María de la Asunción Jaén y Planas, que no era la madre de María Teresa, puesto que Zayas se había divorciado y vuelto a contraer matrimonio, denunció un intento de extorsión de Eugenio. La atribulada mujer declaró al Diario de la Marina, que el chulo había intentado llevarse a su apartamento del edificio América, la valiosa colección de documentos que el ex presidente había ido acumulando como historiador oficial de la República desde 1913. Doña María prefirió donarla al Archivo Nacional de Cuba, antes de dejarla en manos del delincuente que controlaba la fortuna de la hija de su marido muerto.
El matrimonio de Eugenio con María Teresa, no mermó en nada el donjuanismo del hombre más guapo de La Habana. Por el contrario, Eugenio comenzó a frecuentar más mujeres, y lo que es peor, a traerlas a su propia casa aprovechando cualquier ausencia de la suya. Así fueron las cosas durante tres décadas. Pero ya cincuentón, la buena suerte de Eugenio volvió a abandonarlo, y esta vez, causando una debacle.
Quiso el destino, un día de 1952, que María Teresa regresara a casa a una hora desacostumbrada. Al abrir la puerta de su alcoba, se encontró a Eugenio desnudo fornicando con acalorada pasión, con una de las tantas prostitutas que frecuentaba en el barrio de Belén. El guapo de San José no se percató siquiera de la presencia de su esposa, hasta que escuchó el ruido seco de su cuerpo chocando contra el suelo. María Teresa se había desplomado de un infarto masivo al ver la escena. Su corazón ya maltrecho, no pudo soportar la visualización del espectáculo.
No han trascendido hasta hoy los detalles de lo que sucedió después. Solo se sabe que Eugenio intentó lavar su falta, mandando a esculpir un busto que representaba a la mujer que vivió y murió por él. Lo colocó sobre el sepulcro que había reservado para ella, dentro del panteón que había construido en la Necrópolis de Colón.
LA MUERTE DE PIE
Eugenio Casimiro Rodríguez Carta solo sobrevivió seis años a María Teresa. Las circunstancias de su muerte no están claras, pero se piensa que murió a manos de otro maleante, en uno de los tantos altercados en los que estuvo implicado, por guapo.
Murió en 1958, muy poco antes de la entrada de Fidel en La Habana, y fue enterrado como había ordenado, de pie en el mausoleo que él mismo se hizo en vida. De algún modo, su extraño deseo le aseguró la inmortalidad, porque entre los dos millones de almas que reposan en Colón a los largo y ancho de sus más de 20 km de calles interiores, es hoy en día Eugenio Casimiro, el único cadáver inhumado de pie, y armado, aunque el paso del tiempo lo haya ya reducido a un puñado de huesos en el suelo de su panteón vertical. 
Panteón de Eugenio Casimiro. Rodríguez Carta en Colón
Lo enterraron, según su última voluntad, con un billete de cien pesos en el bolsillo izquierdo del pantalón, -testimonio postrero de que nunca le faltó- y un fusil Remington en bandolera. Leo en las crónicas actuales que reproducen esta historia en Internet, que era el mismo fusil con que mató al alcalde de Cienfuegos. Es un extremo que me atrevo poner en duda, porque presumo que debe ser otra más de las tantas leyendas tejidas en torno al personaje. 
Es muy poco probable que antes de su muerte, Eugenio recuperara el arma homicida con que mandó al otro barrio al pobre jefe del consistorio de Cienfuegos, treinta años atrás, y después de haber cumplido cárcel por esa misma causa. 
Los ecos de la guapería de Eugenio, se han ido perdiendo en la implacable niebla del tiempo. De él hoy solo sabemos que en La Habana, una vez hubo un hombre que no le tenía miedo a nada, que vivió erguido, y que erguido se fue a descansar para siempre, en medio del lúgubre silencio que rodea su tumba vertical, en el más grande y hermoso cementerio de América.

Sus víctimas seguramente reclaman desde otra dimensión, que no descanse en paz. Pero seguro él también desde allí, sigue pensando igual que cuando estaba en este mundo, y decía a quienes lo frecuentaban: 
"Si he caído de pie en la vida, tengo también que caer parado en el infierno".