sábado, 26 de octubre de 2019

EPITAFIO PARA ERNESTINA

EPITAFIO PARA ERNESTINA

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo 

Por Carlos Ferrera

Sine ira et studio
(Sin odio y sin parcialidad)

Cayo Cornelio Tácito
Anales 1.1.4.

Facebook parecía saberlo de antemano y me silenció antes de tu partida, como si no quisiera que te rindiera mi homenaje póstumo en tiempo real, como te merecías. Me amordazaron en tu duelo; ni siquiera pude dedicarte una directa “homenaje - acto de repudio”, que habría sido lo apropiado. Te la prometo para tu próximo primer aniversario de occisa, if Zuckerberg wants.

Sé que mi presencia virtual era necesaria la mañana del 17 de octubre. La exigía la más aciaga de tus horas; la última: tu muerte tan esperada y esperable, y al mismo tiempo tan inesperada y repentina.


Inconscientemente ya no la aguardábamos. No tenía mucho sentido precaverse; te cansaste de ir a ver brillar la luz del túnel, y volver. Te pusiste para extremaunción por lo menos dos veces al año durante los último veinticinco, pero siempre regresabas lozana y vital, lista para seguir enterrando a tus contemporáneas.

A la semana de tus gravedades, se te podía ver tranquilamente en un cóctel de la UNEAC, en un tambor en el callejón de Hamel rodeada de negrones en trance, o inaugurando una calle con tu nombre en Madrid, a varios grados bajo cero. 


Eras Mazinger Z, Ernestina; el Cristo más resucitado de las Assolutas, Santa Lázara Roja en bucle permanente. Podías levantarte y andar, cada vez que te lo pedía tu ego, tu comandante o tu chequera, y te lo permitía tu admirable instinto de supervivencia. 

Te aferraste a la vida como las legendarias ladillas con spikes, y te volviste inmortal a todos los efectos. Como de la danza, también de resucitar hiciste un arte, por eso cuesta tanto aceptar que te hayas ido para no volver.

Era mi obligación, pues, estar contigo en tu último estertor, porque fui uno de tus principales azotes y también un rendido admirador de tus virtudes. 

Cumplí mi promesa de acompañarte hasta el final, al menos virtualmente. Gracias a WhatsApp y a la impagable ayuda de los amigos que conservo en lo que fue tu entorno, pude  minutar los últimos días de tu vida, como si hubiera estado junto a ti. Será una interesante necrológica para el futuro.

Pero hoy toca epitafio, y pretendo que cumpla su cometido de despedirte libre de rencores. Comencé a escribirlo una hora después de tu partida, y terminé cuando en Colón acomodaban la losa de granito bajo la que reposas, mientras Viengsay se secaba sus últimas lágrimas invisibles. 

Tumba de Alicia Alonso en la necrópolis de Colón
No han cambiado demasiado las cosas de cuando respirabas, para acá; solo ha bajado un poco tu temperatura corporal, y ha variado 90 grados tu posición en el espacio respecto a la vertical. Por lo demás, a mis efectos sigues tan viva como lo estabas el mes pasado.

Allí en Colón estás ahora, intacta y sin cremar, hasta que te toque osario. Por fuerza, también debo hablar de esta extraña y peligrosa decisión de tu familia.

DECESSIT MORTEM
(La Muerte ha muerto)

Tu muerte era la única Gran Muerte que nos quedaba pendiente a los cubanos, en la agenda funeraria nacional del siglo XXI.

La de Rosa se presenta emotiva, pero será mucho más modesta y sin la escandalera de la tuya. Juana tendrá un adiós folclórico y sentido, pero barato y exento de glamour. Las muertes de Graziella y Fina se vislumbran intelectuales y literarias, y por lo tanto tristes y sin mucho seguimiento popular. Pero serán seguramente más discretas y ajustadas al presupuesto de la coyuntura.

Fidel ya le hizo spoilers a los cuatro dinosaurios de la banda de rufianes que lo sobreviven, con su hermano incluido. Sus muertes serán sosas, simples copias baratas de la suya, y previsiblemente terminarán también en una piedra. Tú te has salvado de terminar en otra, pero me temo que eso es un menosprecio en el actual escalafón fúnebre de la revolución.

No voy a remasticar otro resumen de tu extensa y fructífera vida como bailarina, porque llevo diez años haciéndolo todos los días. Centenares de editoriales y medios de prensa del planeta ya se encargan de retostar tus virtudes. Yo, para variar, hurgaré un poco en el lado oscuro, que es tu lado mejor.

De lo que se escriba sobre ti, a futuro, solo me interesa la biografía que te hará Octavio Roca, tu mejor y más honesto documentalista, que seguro sabrá armarte un biopic digno, sin pecar de guatacón. 

Después -como siempre-, Netflix se le adelantará al ICAIC y robará tu historia para que Renée Zellweger te encarne en la pantalla, -porque esta chica también hace de ciega que te mueres-, aunque termine haciéndolo Camila Cabello.

Más aflautado y servil con tu memoria será Miguel Cabrera, Historiador Titular de tu Casa, que contará lo que quiera el Gran Poder que cuente. 

Sí que resultaría reveladora una reseña de tu vida firmada por tu viudo doliente, Pedro Simón, desde su posición de odiado oficial de la familia Alonso. Pero no creo que tenga huevos para dar el paso; Laura vigila, y Jesús Jaramillo aún vive en Benidorm.

También sería curiosa la que podría escribir Salvador Fernández, tu polémico bastón artístico e interesado esposo de María Elena Llorente. Se la compraría, si fuera sincero y admitiera que, desde su aparición en el Lorca, las cosas comenzaron a complicarse para las jóvenes promesas del ballet que dirigías. Entonces decidiste que fuera Salvador el subdirector artístico de la compañía, en detrimento de tu ex cuñado y socio fundador, Alberto Alonso. 

Cargaste con el cartel de hija de puta, pero el nombramiento de Fernández te había caído desde arriba. Alberto ya no era confiable para la revolución y debía salir cuanto antes del BNC, aunque fuera por el techo. Y tú no te cortabas un pelo en usar la catapulta, incluso con tus parientes.

Me gustaría también que se arrancara a escribir Heriberto Cabezas, tu eterno y exquisito director de Relaciones Públicas, al que conozco bien como persona. Sabe más de ti que cualquiera de los que hoy blanquean tu pasado, sin apenas conocerlo y seguramente contaría cosas que humanizarían tu imagen intransigente de dictadora despiadada. 

Pero yo no tengo la sensibilidad de mi amigo Heriberto, y mi estilo literario es menos ortodoxo, así que creo que ni siquiera él me perdonará lo que he escrito para honrar tu memoria, porque me nutro siempre de lo que los demás esquivan o no se atreven a escribir. Los limita un respeto que casi siempre es pleitesía, puritanismo, conveniencia, o simple miedo al látigo de las redes.

Yo no tengo ese problema editorial. He hablado todo lo mal y bien que se podía hablar de ti mientras estabas viva, y seguiré con esta rumba cuando te hayas marchado. 

No me hacen mella los ataques de tu fanaticada más servil, que ignora tus malas acciones y solo ensalza tus virtudes. Tampoco le hago swing a los que menosprecian tu legado, ponderando a la comisaria política sobre la bailarina y la maestra. Las dos son posturas extremas que no me apetece nada abanderar, y que, en mi opinión, conducen a una mujer que no existe, a falta de su otra mitad.

No sé si merecías o no una muerte mejor, Ernestina; no me importa. Sí me interesa saber por qué te bajaron el precio, antes y después de muerta, y qué motivos han tenido tus antiguos socios para ningunearte al final de tu vida.

No es por el parco y pobre protocolo de tus breves exequias, ni por la improvisada escenografía de tu capilla ardiente; ni siquiera por la ausencia de un monumento funerario decente que te inmortalice. Esas son solo meras formalidades. Pero hablan en silencio de males mayores.

¿Qué te pasó realmente, Ernestina? No siento que se te haya tratado como merecías.


Se te debió construir un mausoleo a la altura de tu excelencia, pero has terminado en el modesto y húmedo panteón familiar que compraste tú misma en Colón, entre centenares de panteones idénticos. 

Eras La Muerte más distinguida de la revolución, pero tu despedida no ha estado a la altura de tu contribución al sacro arte revolucionario. Se te ha dicho adiós muy tibiamente, y algo muy serio debió ser la causa.


Hubo bailarines que preguntaron si era obligatorio asistir a tu velorio, pero no se proclamó ni un solo día de duelo oficial desde Palacio. No hubo una triste bandera a media asta en la Plaza, ni un miserable minuto de silencio nacional. 

Desde Benny Moré no se nos había muerto ningún artista que mereciera una despedida popular masiva, pero la tuya ha sido casi una caldosa cederista sobre suelo de mármol, y seguro que con tremenda peste a flor de muerto. 

Te madrugaron, Ernestina.


No estaban cómodos mientras instalaban la capilla ardiente en medio de la magnificencia y el lujo barroco de tu Gran Teatro, en plena coyuntura. Me dicen que los preparativos se hicieron a regañadientes y con muchos problemas de logística. Parece que para tus antiguos protectores, ya no eras merecedora de tal pompa. 

Eras lo más grande del arte revolucionario vivo, y la única bandera respetable de la cultura oficialista. No se ve otra que te haga sombra en el horizonte en los próximos 50 años, ¿por qué entonces, no se te dio el lugar que merecías? ¿Tan mal iban las cosas, Ernestina?

No te cremaron. Hablemos claro de este asunto.

NECESITAS FUEGO

Entre las razones políticas y de Estado que justificaron la conversión de Fidel Castro a polvo de carbono, -además de su propia voluntad-, se tuvo en cuenta, sobre todo, la más pedestre y extraña: 

Desmotivar cualquier acción de los profanadores de tumbas del mercado negro espiritual de huesos humanos, que en Cuba funciona como un reloj.

La huesera del comandante habría sido una tentación demasiado golosa para la bolsa negra ñáñiga local, si los desechos del monstruo no eran convertidos en cenizas. Es larga la lista de desentierros de esqueletos célebres, canibaleados por los traficantes de reliquias de esta necrópolis. Hay un cable directo entre algunos sepultureros de Colón, y la plana mayor de paleros de Regla, Guanabacoa y otros centros espirituales de alta solera yoruba.

Para ellos, hasta los restos de los desconocidos, tienen un gran valor espiritual; por eso pienso que estás en peligro inminente de profanación, Ernestina. No comprendo por qué no te han cremado, si era lo que indicaba el sentido común.



Tus centenarios huesos son con seguridad, mil veces más valiosos espiritualmente de lo que fueron los de tu comandante. Tu osamenta es puro ADN concentrado de tesón, sacrificio y victoria; de lucha personal, éxito empresarial, progreso económico y gloria absoluta. Y también de sentido práctico, frialdad, estrategia, malicia y talento para elucubrar. A efectos espirituales, eres un amuleto con patas.

Tus huesos son extracto de calcio ganador, Ernestina; tan valiosos para un palero de Guanabacoa, como un cuerno de rinoceronte blanco para un cazador ilegal del Serengueti. Seguramente más de un babalawo emprendedor cubano, ya ha tomado buena nota de las coordenadas de tu panteón.

Mi consejo es que Laura debe relocalizarte rápidamente en una tumba apócrifa secreta, si quiere conservarte entera. De lo contrario, dentro de pocos años, tus restos estarán más dispersos por el mundo que los de Santa Teresa. Estás en peligro de extinción post mortem, Ernestina.

Pero para tu familia tampoco escampa, después de tu partida.

LOS ALONSO, EN LA PICOTA

Laura Alonso
20 de octubre de 2019
Dejaste al familión en llamas. Entiéndase, a tu núcleo duro; tu hija Laura Alonso Martínez, tu último marido y bastón, Pedro Simón Martínez, tu nieto Iván Monreal Alonso, y tus dos bisnietas, Carmen y Camila Monreal. Dicen que todo comenzó a enrarecerse otra vez para ti, cuando Carmencita se fue a vivir a los Estados Unidos con su madre.

El apartado “gusanera en la familia”, te trajo dolores de cabeza desde los primeros días de la revolución. Tu hermana Cuca odiaba a Castro con toda su alma y trasladó ese sentimiento a tu hermano Antonio. Después desfilaron rumbo al exilio tu cuñado Alberto, tu ex marido Fernando, e Iván Monreal Sr., tu yerno, marido de Laurita, y padre de tu único nieto. 

Cuca Martínez del Hoyo
Iván te puso en una posición difícil desertando de la compañía con los 10 de París en el 66. Antes te había puesto en otra, al ser fichado como homosexual y casi internado en las UMAP, de donde lo salvaste por los pelos. 

Años después, su hijo y tu nieto del alma, también “ha encontrado otros aires” en Santo Domingo. Qué puñetera mala costumbre de emigrar, la de los Alonso.

Gusaneras familiares aparte, nos desayunamos hace unos meses con que tu hija le había hecho a Raúl Castro una petición “formal y urgente”, para que practicara un registro en tu vivienda. 

Iván Monreal,
nieto de Alicia Alonso
Laura le solicitaba a tu viejo amigo un inventario riguroso de tus obras de arte, joyas, objetos y documentos de valor. Decía tener pruebas que demostraban que tu marido estaba “sustrayendo” patrimonio del domicilio conyugal, para ocultarlo en desconocidos destinos, sin tu consentimiento.

 La cosa se hincha, Ernestina, porque Pedro Simón es el director del Museo Nacional de la Danza, por tu soberana decisión, desde 1998. 
Alicia Alonso y su marido Pedro Simón
Llegó allí, por cierto, después de que le hicieras una limpieza curricular a fondo, eliminando de su pasado su intrascendente paso por el mundo del ballet. Era un contraste demasiado fuerte con Fernando, tu marido anterior, un Dios del escenario. Pero por suerte hay fotos...
Alicia Alonso y Pedro Simón, cuando bailaba
Así que de pronto el bailarín frustrado se convirtió en escritor, investigador e historiador consumado, todo ante los ojos atónitos de Laura, que seguía sin asumir que ahora el gris y flemático Simón, era el sustituto de su padre.
Museo Nacional de la Danza. 
El Museo Nacional de la Danza era, básicamente, tu museo, y su fondo de obras, tus antiguallas. La colección pertenece a la revolución, porque ya se la habías donado en vida, pero quedaba parte de ella en tu casa, esperando a que te fueras del aire para sumarse al legado que le dejabas a la Dictadura. Se me hace que cambiaste de idea.

A Pedro se le plantea un gran conflicto de intereses, si realmente ha estado cambiando cosas de lugar sin permiso.

¿Tu marido estaba trasladando tu tesoro fuera de casa, en secreto? ¿O fue solo un movimiento perverso de tu hija, para sacarlo de circulación, porque no lo traga desde que apareció en tu vida? 

Y la pregunta que ahora se está haciendo media Habana: 

¿Pedro ha estado robando para sí mismo, o simplemente estaba cumpliendo tu último deseo?

No quiero dar pábulo a un rumor, pero esto es lo que se me cuenta desde Macondo. Me dicen, Ernestina, que a tus 98 primaveras y totalmente ciega, despertaste a la Cobra astuta que nació en el American Ballet, y has hecho un último gran fueteé con piruetas antes de abandonar este mundo. 

En los mentideros habaneros, cada vez se hace más creíble la posibilidad de que te hayas practicado un “auto robo” con la ayuda de Pedro. Presuntamente habrías querido meterle el dedo en el ojo al gordo presidente títere de Las Villas, antes de marcharte. 

¿O es que a quien has querido joder, es a tu amigo Raúl?

Ya sé que es un runrún bastante demencial, pero a mí me cuadra perfectamente con tu temperamento, y se ajusta más a la fidelidad que te ha demostrado tu marido después del caso Jaramillo. Y que conste que Simón no es santo que yo venere. 
Alicia Alonso a los 5 años
Pero si es eso lo que ha ocurrido en realidad, entonces, Ernestina, después de muerta subes muchos enteros en mi escala de afecto. No te hace sombra ni la mejor villana de telenovela.

Pero el desfalco (o auto desfalco) de tu tesoro, no ha sido lo peor. 

Te destrataron hace pocos meses con una crueldad nunca vista. Díaz-Canel te bloqueó un container de medicinas e insumos, imprescindibles para tu supervivencia, en los almacenes de la Aduana. Uno de tus bailarines se animó a mandarme un mensaje para que lo hiciera público, y lo hice sin dilación. Al cabo de unos días te liberaron tu cargamento médico, pero parece que ya el daño estaba hecho.

El inesperado secuestro gubernamental de tus medicinas, fue un gesto claramente hostil del castrismo raulista contra ti. También una señal inequívoca de que, en el Palacio de la Revolución, ya no se te amaba con la pasión de antaño.

Sabíamos que no te caía bien el presidente títere, pero Raúl Castro era tu garante incondicional, incluso a veces más que el propio Fidel Castro. 

Por él tenías abierto el Puerto de La Habana para meter un elefante, si se te antojaba, y la mensajería diplomática de todas las embajadas cubanas en el mundo a tu disposición. Fue así durante los últimos 25 años, ¿por qué esta orden extemporánea y agresiva de retenerte los féferes que te mantenían viva? ¿Cómo pudo ordenar o permitir tu amigo, que se te castigara con una medida cautelar tan rastrera e inhumana?

¿Qué cosa tan terrible les ha roto el amor, Ernestina?

Dicen que te lo merecías por comunista y lamebotas. Quizás sí, pero yo no me atrevo a opinar sin saber los detalles. Además, cualquier agresión a tu memoria no me afecta ni me escandaliza, exactamente igual que cuando estabas viva. Supongo que tampoco a ti.

Me interesa más ahora saber por qué tus cuentas están bajo auditoría de la Seguridad del Estado.

TU REINO EN CUARENTENA

Me cuentan que después de morirte, han crecido dudas como setas en los libros de contabilidad de tu antiguo imperio. Se te fiscaliza post mortem.

No solo los números del ballet están en solfa, sino los de todo tu complejo artístico generador de divisas: la galería de arte Imago; la sala de conferencias José Lezama Lima, la de conciertos Ernesto Lecuona; la de vídeo Luis Buñuel, y la gestión de los cinco salones del Lorca destinados a la enseñanza. 

Está claro que hace tiempo nada de eso te pertenece, ni es de tu responsabilidad. Pero otros han hecho uso y abuso de tus antiguos privilegios. ¿Quiénes, Ernestina?

Están bajo el microscopio de la DI, las cuentas de Prodanza y Cuballet, muy rentables negocios a cargo de tu hija Laura. Se perita la comercialización de talleres, asesorías y colaboraciones con compañías extranjeras, los contratos del Coro y la Orquesta Sinfónica del GT, y hasta tu proyecto de revivir el café del Louvre dentro del antiguo Centro Gallego.

Centenares de miles de dólares con poco o ningún control estatal durante medio siglo. Toda tu exitosa y lucrativa empresa con autonomía financiera, envidia del resto de las empresas cubanas, está ahora bajo la lupa de los herederos de los dictadores que te ayudaron a levantarla. La última vez que ocurrió eso, fue cuando el escándalo de Jaramillo. 

Habrá que ver hasta dónde fuiste tú la responsable, y a partir de dónde los que te siguieron al frente de la gestión del BNC. Es de justicia recordar que desde 1991, ya no podías meter la mano en la caja.
Jesús Jaramillo
(Cortesía del Baúl de la Danza)
Ese año, tu alumno Jesús Jaramillo salió a contar las miserias de tu marido Pedro Simón, y los detalles de sus orgías sexuales “evaluativas” entre los jóvenes valores masculinos de la compañía. También esa temporada tú habías traído tres millones de dólares limpios para Cuba, y Fidel estaba muy satisfecho. 

Pero las calenturas de tu esposo lo pudrieron todo. Te quitaron el poder económico y las decisiones importantes, dejando solo bajo tu responsabilidad la parte artística, pero sobre todo, dañaron sensiblemente tu prestigio. Sin embargo, aun después del escarnio público, seguiste al lado de Pedro, a pesar de Laura, a pesar de Castro y a pesar del mundo. 

Jesús  Jaramillo en la actualidad
Desde entonces una junta directiva puesta a dedo, controlaba tu reino, monitoreado de cerca por el Consejo de Estado, y tu escuela de ballet comenzó a ser administrada por gente que no sabía nada de ballet.

¿INVESIONES EN EL EXTRANJERO?

Por supuesto. Hay inmuebles y cuentas a tu nombre, a uno y otro lado del charco, en bancos españoles y norteamericanos; Laura y Pedro tienen muchas cosas que contar, aunque ahora ambos estén ocupados peleándose entre ellos, porque se avecina herencia.

Laura asegura que Pedro tiene su guanaja echada fuera de la Isla, pero creo que debe preocuparse más por su propio pellejo. Sospecho que empezará a tener algún contratiempo en breve, y no precisamente con la Dictadura de Cuba. Tu hija ha estado haciendo travesuras en casa del enemigo, y el enemigo la ha cogido en el brinco. 

La hiciste directora de Prodanza y le entregaste como sede la Quinta Durañona, antes edificio patrimonial ilustre de Marianao, hoy en estado ruinoso lamentable.
La Finca Durañona de Marianao, en la época repubicana, sede actual de Prodanza
Cualquiera pensaría que tu hija, maitre de la revolución y de ti misma, y tu más cercana cancerbera, lucha contra las escaseces del cruel bloqueo norteamericano, para echar adelante su escuela. Tengo seguidoras en Facebook cuyas hijas son sus alumnas en Durañona, bajo un techo que se cae a pedazos. 

Los cubanos de a pie, imaginan a la abnegada Laura dando clases en aquella academia en ruinas, sin apenas presupuesto para los leotardos de sus estudiantes. Todo por amor a la danza, a la revolución, y a ti.  

La Finca Durañona en la actualidad
Pues no.

Mientras La Durañona se derrumba y sus alumnos las pasan putas, tu hija guarda su tiempo y sus fuerzas para atender otra academia que codirige y que sí le rinde beneficios. 

Laura Alonso imparte una clase
en su academia de Sarasota
Es una soberbia escuela de ballet en la floridana ciudad de Sarasota, en pleno corazón del enemigo del Norte; un próspero negocio que le genera ganancias pingües, y que suele visitar regularmente para impartir clases magistrales.

La academia ya hace tiempo que existe, pero sus imágenes recién se han hecho virales en las redes sociales. No sé si las leyes de Trump contra los negocios de cubanos afines a la dictadura, aplique en el caso de tu retoño revolucionario. ¿Desde cuándo has estado invirtiendo tu plata en el país que ella y tú consideraban hostil, Ernestina?

No entiendo por qué tus defensores no comprendían la esencia profundamente contradictoria de tu moral. ¿Quo Vadis? ¿Serás merecedora del Cielo o del Infierno? ¿A dónde irá ahora tu alma de ballerina tenaz y sicaria fiel? 

Eusebio, tu amigo y andarín incansable de La Habana, te dijo, ya cadáver, en tu despedida:

“Tu obra te salva de la muerte”.
 

No sé si ha sido consciente, nuestro Historiador de Continuidad, de la profundidad filosófica de sus palabras, pero describen la esencia misma de tu vida, aunque quizás yo las interpreto desde otra perspectiva. 

Don Leal cree que La Historia ha reconocido tu legado, y te concede la inmortalidad por eso. 

Yo creo que, solo lo que hiciste bien, te ha liberado de su inexorable guillotina. Serás también recordada por lo que hiciste mal, pésele a quienes no quieren ver defectos en tu récord de diva perfecta. No tiene sentido comparar esas dos cartas de tu baraja de supervivencia.

¿Qué vale más; lo que construiste o lo que has destrozado?

¿Cuántas carreras truncadas compensan la creación de la mejor escuela de ballet de Latinoamérica?

¿Qué cifra ha de alcanzar la suma de todos los contratos millonarios que negociaste durante medio siglo, que pague a tus Cuatro Joyas haberlas convertido en estatuas de piedra?

¿Sirven las 14 escuelas de ballet que fundaste, para justificar 50 años de tiranía politizada, clasista y racista contra tus pupilos?

¿Pueden los centenares de bailarines que formaste, compensarle a Caridad Martínez o a Rosario Suárez, un solo minuto de estigma público y destierro, una por negra, otra por bocona, y las dos por presuntas agentes de la CIA? 

¿Cómo se limpian esos años de dañina ignominia partidista y gratuitamente destructiva?

¿Cuánto de tu legado artístico es necesario para pagar el tiempo perdido de las personas que hundiste en la miseria?

¿Borran los grandes Festivales de Ballet promovidos por ti, tu vergonzante rúbrica en la tristemente célebre carta "Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos"? 

Junto a otros 26 artistas e intelectuales simpatizantes de la Dictadura, diste un espaldarazo al fusilamiento de tres jóvenes que intentaban escapar de la Isla secuestrando la lancha de Regla. ¿Puede tu alineamiento con los asesinos, olvidarse con una de tus grandes creaciones?

¿Qué parte de tu obra podría compensar los exilios forzados de generaciones de bailarines a los que les complicaste el futuro? Lorenzo Monreal, Julio Medina, Jorge García, Jaime Gil, Héctor Núñez, Maximiliano Ramos, Jorge Luis Lago, Rosario, Mirtha, Caridad, Xiomara Reyes, Carlos Acosta, Manuel Nasco, Esquivel, las Feijóo, los Carreño, y así hasta casi 200.

No todos pudieron enderezar sus carreras, pero muchos lo consiguieron con éxito, y hoy ocupan puestos de prestigio en decenas de compañías del mundo, bailando, o enseñando a bailar. La escuela cubana de ballet está en todas partes, gracias a ti.

A pesar del pasado complicado que les proporcionaste a tus alumnos, deben admitir que son producto de tus manos. El oficio que los hace especiales, tiene tu marca, y eso sigue siendo un gran valor añadido en sus currículums.

Para muchos, solo por eso valieron la pena tus daños a terceros, si a cambio ibas a regalar al mundo una obra viva tan trascendental. “Timeo Danaos et dona ferentes”, decía Publio Virgilio en La Eneida: “Temo a los griegos, incluso cuando traen regalos”.

UN POCO DE CARIDAD

Pero el destino es caprichoso, y a veces repara cosas que los humanos dimos por perdidas. 

El pasado 20 de octubre, solo tres días después de tu muerte, Caridad Martínez fue recibida en el American Ballet Theatre, tu Alma Mater, el lugar donde te formaron y donde te hiciste grande; tu santuario. 

Caridad fue invitada por la institución en calidad de profesora magistral, junto a tu hija Laura, -mira qué bien la niña redondea el salario de Sarasota-, para impartir un taller sobre Metodología Cubana del Ballet para profesores de danza del mundo entero. 

Para más inri, le dio la bienvenida María Youskevitch, hermana de quien fuera tu mejor partenaire y uno de tus más grandes  amigos. ¿Es el Karma?

Paradójicamente, tu alumna negra y estigmatizada, fue al American Ballet Theatre a enseñar lo que aprendió de ti, en el mismo lugar donde te enseñaron a ser casi perfecta. 

El anuncio del American Ballet Theatre en su página web, coloca el negro nombre de Caridad Martínez al lado de una de tus fotos antológicas.

Es el Karma, Ernestina.

La vida de Caridad no ha sido fácil desde que decidiste que era solo una negra rebelde, indigna de tu casa y de tus enseñanzas. Pero intentó respirar por su cuenta fuera de tu matriz, y lo ha conseguido.

Caridad se ha reiventado luchando como solo una bailarina fuerte puede hacerlo -¿te suena esa constancia?- y ahora se ha reconciliando con su lado clásico, al que tú le negabas acceso. El presente solo le trae nuevas oportunidades de volver a ser la excelente bailarina clásica que fue. Está viviendo el más dulce momento de su carrera, y haciendo lo que realmente siempre quiso. 

Creo que otra vez el azar ha tirado los dados, y ha puesto a tu negrita en la puerta del American Ballet Theatre, para que cierre -por fin- un ciclo de odios viejos y asperezas inútiles.  A ella le apetece más recordar cómo cuando era casi una adolescente, la sacabas del patio de la escuela de ballet, y te la llevabas a tu salón privado, donde tenías tu barra, para que te viera entrenando a solas. 

Luchabas contra la ceguera y contra los médicos que te habían prohibido volver a bailar. ¿Qué te movía a llevarte a aquella negrita rebelde a presenciar cómo violabas un consejo médico, para que te viera luchando con la barra para regresar al escenario? 

Solo muchos años más tarde, Caridad ha podido entender el valor de aquel gesto casi maternal, seguramente instructivo y secretamente solidario. Le estabas diciendo que tú también eras un perro verde, pero creías en el valor del sacrificio personal y el esfuerzo diario. Caridad fue testigo de tu regreso artístico, y aprendió muy bien tu lección de vida. Fue una lástima que después se te cruzaran los cables, la apartaras del camino hacia Giselle -¿quién ha visto una locura, con ese pelo duro?- y la catalogaras de traidora. 

La historia de Caridad contigo me emocionó cuando la escuché de sus propios labios, y ahora que ya te fuiste, te confieso que en alguna ocasión experimenté ese extraño sentimiento "familiar", que tan pocas veces inspirabas en la gente. 

Lo sentí el día que alguien decidió que bailaras a Lecuona con 91 años para "despedirte de los escenarios". La cosa se llamaba "Retrato del Recuerdo" y es lo menos recordable de toda tu carrera.

Gala Ernesto Lecuona. "Retrato del Recuerdo" Alicia Alonso, Maria E. Llorente, Marta García, Orlando Salgado, Lázaro Carreño, Jorge Vega y Osmay Molina.
Es el acto más cruel y vil que han cometido contigo mientras vivías. Fue una despedida dantesca e innecesaria que tengo clavada en la retina, tan bizarra y absurda que me produce pudor describirla, pero sobre todo dolorosa para quienes te vimos bailar como los ángeles. 

Sentí que eras mi abuela convertida en momia, envuelta en trapos y fumando en pipa, zarandeada, alzada y bajada como un fardo por los efebos de tu corte. Era como una escena de maltrato geriátrico, y no me caben dudas de que tus partenaires te estaban cogiendo con pinzas. 

Era la situación, la violenta.

Retrato del Recuerdo
Fuiste un saco de contradicciones, Ernestina. Pródiga en conveniencias y en ambigüedades, si estaban en función del objetivo (¿noble?) de hacer por la danza lo que nadie había hecho antes en Cuba, ni en ningún otro país del mundo.

Pero también buscabas abrillantar tu ego, quedar bien con Castro y salvar tu proyecto y tu trasero de las llamas destructivas de la revolución. 

Fuiste vilipendiada por comisaria, por dictadora y por colaboradora necesaria de nuestras desgracias. Y también has sido la artífice de la época de mayor brillo y excelencia que vivió y vivirá el Ballet Nacional de Cuba en toda su historia, en mi opinión modesta.

¿Quién decide, pues, cuál de tus dos Alicias prevalece, Ernestina?

No sirve de nada poner en valor tus hechos y desechos, para empujarte al cielo o al infierno. Tus grandes obras no son cuantificables, ni pueden compararse con tus grandes desmanes. No se compensan, ni se superan, y tampoco se anulan. Son dos verdades que te acompañarán toda tu muerte, como lo hicieron durante toda tu vida.

Nos acostumbramos a que no te murieras, Ernestina, aunque ya hace tiempo estabas muerta. 

Sobreviviste a una Guerra Mundial, al MacCarthysmo, a la Markova y a la Guerra Fría; al mundo dividido en bloques, a Girón, a un perfume y a un teatro con tu nombre, a las dos Celias, a Ubre Blanca, a 17 presidentes norteamericanos, y a La Perestroika. Superaste un Período Especial, te hicieron tragar un cachito del Coyuntural, y llegaste a conocer Internet. También, por el camino, conseguiste enterrar a Fidel. 

Costará emularte en los próximos años.

Me despido de ti sin juzgarte, Ernestina. Ya lo harán donde llegues, si es que El Señor no vuelve a habilitar el Limbo, por no saber dónde ponerte. 

No te pongo etiquetas de nada, porque fuiste en cada momento lo que encontraste oportuno ser, para bien o mal de los demás. 

Para mí seguirás siendo mi ente ambivalente preferido; la mejor de las más buenas y la peor de las terribles; la más injusta de las dictadoras, la más útil de las bailarinas y la más completa de las profesoras. 

Fuiste la pequeña Unga de La Lisa y la venenosa Cobra del American Ballet, compartiendo el mismo cuerpo hasta la muerte. Repudio y aplauso, talento y vasallaje, rigor y tiranía… todo al tiempo.

Tú misma lo admitiste una vez en el lenguaje de la danza, cuando dijiste: 

“No puedo escoger entre Odile y Odette, las he vivido profundamente y me gustan las dos”.

¿Para qué discutirte algo que siempre tuviste tan claro?


FIN


Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo
Prima Ballerina Assoluta
In Memoriam
OCTOBER XVII MMXIX