miércoles, 14 de noviembre de 2018

UN ASALTO ARRUINADO POR FALTA DE ENSAYOS

UN ASALTO ARRUINADO POR FALTA DE ENSAYOS

LA MENTIRA MÁS GRANDE DE FIDEL 
El asalto al cuartel Moncada, es de todas, la mayor mentira inventada por Castro, y su más brillante ejemplo de cómo convertir un revés en victoria.
Su planificación y ejecución fue un desastre, salió mal todo lo que podía salir mal, y alguna cosa más, pero Fidel convirtió el incidente en todo lo contrario, dibujándolo como una ficción épica y heroica, la más grande de la Revolución, de la que él fue el líder y héroe mayor. Su conmemoración anual se convirtió 7 años después en la celebración por excelencia de la nueva Cuba comunista: el 26 de julio.
El asalto en sí, fue una absurda y disparatada sucesión de despropósitos y errores garrafales, que culminó en un clamoroso fracaso, más propio de una comedia de situación que de un evento bélico.
Da sobradas pruebas de ello, el Dr. Antonio de la Cova, catedrático y profesor de historia de la Universidad de Indiana, en su revelador ensayo "Ataque al Moncada", que aconsejo. También los asaltantes después exiliados, Jaime Costa "El Catalansito", Orlando Castro -que escribió otro libro interesante sobre el asunto-, el soldado batistiano Ariel Matos, y el historiador Enrique Ross han aportado importantes datos nunca revelados sobre la acción armada.
Para empezar, Fidel ni siquiera tuvo en cuenta que era Carnaval en Santiago de Cuba, subestimando la vigilancia del recinto, que había sido redoblada en esas fechas. Ignoraba que en fiestas se reforzaba el control del cuartel de 6 de la tarde a 6 de la mañana, y que se cerraban todos sus accesos a cal y canto, excepto el de la entrada principal. Lo sabía todo Santiago, menos ellos.
Solo Ramiro Valdés, Pepe Santos, José Ponce y Jesús Montané liderando dos tercios de los hombres, se enfrentaron a las balas con cierto sentido común; lo del resto fue solo un sainete. El tercio restante de los asaltantes se perdió por las calles adyacentes de la ciudad y nunca llegó a entrar en combate.
A Ñico López, ese pobre peón del mercado, “medio comemierdón”, se le olvidó el alicate para cortar la cerca de alambre de púas que rodeaba el cuartel de Bayamo, cuyo ataque simultáneo fue abortado por esta razón paupérrima: “Siete hombres mirando fijamente una cerca de alambre de púas, sin saber muy bien qué hacer con ella”, escribiría el historiador Rafael Cobos Vera al describir este momento.
Durante más de medio siglo la dictadura ha guardado silencio sobre la historia absurda de Ernesto Tizol, al mando de una camioneta con seis rebeldes a su cargo, que de pronto se pregunta qué rayos hace allí, y decide abandonar a la revolución en ese mismo instante, desertando en mitad del plan. Simplemente desaparece con sus compañeros.
Más tarde la historia revolucionaria diría que Tizol se equivocó de ruta, confundiendo la Avenida Las Américas con la avenida Victoriano Garzón, pero realmente el pobre, estaba desertando. Su decisión, demasiado tardía, hizo que le saliera todo mal, porque lo apresaron como a un asaltante más, y como tal lo condenaron. Desventajas que trae desertar a destiempo.
Es mentira que Raúl Castro liderara el grupo de asalto al Palacio de Justicia, como está escrito en todos los libros de historia de la revolución. Su presencia en Santiago, en vísperas del ataque, fue totalmente casual, y su participación, mínima y meramente accidental. Raúl estaba en la ciudad de visita privada en casa de José Luis Tassende y su familia, y como la mayoría de los asaltantes, no tenía ni idea del plan que se gestaba en la Granjita, y mucho menos estaba invitado a participar en él.
Raúl, simplemente, no sabía que su hermano atacaría el Moncada, por extraño que pueda parecer. No lo sabía él ni casi ninguno de los 160 asaltantes subordinados, a los que se les dio diferentes excusas para salir a la contienda. A algunos se les dijo que irían a buscar armas a casa de Aureliano Sánchez Arango, y a otros como a Carlos Franquis, le dijeron que irían a los carnavales como premio a sus desempeños en la última práctica de tiro. Solo un reducido grupo que venía de Artemisa, Guanajay y Candelaria, entre los que se encontraba El Catalansito, se les dijo que había "una acción militar" pero no le dijeron dónde.
Todo este apuro de Castro, se debía a que quería adelantarse a la inminente intervención del exterior que se rumoreaba por parte de otras células rebeldes. Fidel quería ser el primero en atacar militarmente al régimen de Batista, adelantándose a un grupo del Partido Ortodoxo que había avisado que planeaba actuar, y a otro liderado por Frank País, que también quería entrar en combate. Los adversarios de Batista por aquellos días estaban a años luz de ser una fuerza organizada única, y Fidel de ser su líder; el caudillismo y el protagonismo independiente campeaban libremente entonces.
LOS HECHOS
Antes del conflicto, desertaron 3 asaltantes del cuartel de Bayamo y otros 10 del cuartel Moncada. Lo hicieron al enterarse del precario armamento del que disponían, cuando se les dijo a última hora que atacarían las casernas de Santiago y Bayamo. Eran unos pocos rifles -que algunos no sabían aun disparar con pericia- algunas pistolas con muy poca munición para cada uno y una Thompson de disco.
Fidel reacciona con contrariedad al ver llegar a su hermano menor sin aviso previo a la granjita Siboney, el sitio desde donde debían partir los rebeldes. Él no había previsto que Raúl participara, así que lo coloca precipitadamente en el grupo de menor riesgo, a las órdenes de Léster Rodríguez. Es Léster y no Raúl, quien tiene la misión desde la retaguardia, de ocupar el edificio del Palacio de Justicia, al lado del cuartel Moncada. Raúl será solo uno de sus subordinados.
Pero nadie midió antes la altura del muro que rodeaba el Palacio de Justicia, y simplemente, el grupo de Léster con Raúl incluido, no pudo disparar ni un solo tiro, porque no veían el blanco. Cuando Raúl fue apresado, fue sometido a la prueba de parafina para comprobar si había disparado un arma. Resultó negativa; no dio ni un tiro al aire en el Moncada.
Desde el primer momento Fidel perdió el contacto con las otras células del grupo, que actuaron todo el tiempo por su cuenta. Los asaltantes confundieron las instalaciones del cuartel con el hospital militar aledaño y las viviendas de los soldados, que estaban pintadas del mismo color. Muchos de los soldados estaban de licencia y se habían ido a los carnavales, de modo que el primer muerto del ejército batistiano fue un soldado que estaba recién operado y desafortunadamente sacó la cabeza por la ventana de su habitación, siendo blanco fácil de los rebeldes. Los asaltantes atacaron el edificio sin saber que no era el Moncada, porque la mayor parte de ellos no era de Santiago y jamás habían visto el cuartel antes.
El rol de Fidel durante los hechos es de un patetismo aún mayor: Pese a empuñar todo el tiempo un arma durante el asalto (hay quien dice que una escopeta calibre 22, y otros que una pistola Luger), tampoco apretó el gatillo ni una vez. Iba en el segundo vehículo (no en el primero, donde iba Ramiro). En cambio, se tiró todo el asalto dando vueltas por las calles aledañas al cuartel, intentando reagrupar a los asaltantes dispersos y perdidos por los patios de las casas del reparto militar, a 10 cuadras del conflicto. En las últimas dos horas se acercó a la posta 3 del cuartel, pero el fuego cerrado batistiano lo hizo desistir de entrar. Por allí se quedó hasta casi el fin de la fiesta, y fue lo más cerca que estuvo del "asalto". Jamás puso un pie dentro del edificio.
Cuando la acción degenera en matanza, y los rebeldes se baten en retirada, Raúl Castro con el grupo de Léster Rodríguez consiguen subirse al último piso del Palacio de Justicia, pero el propio soldado Orlando Cobos -hoy residente en Miami- con una guarnición de diez hombres, los baja a tiros. Entonces escapan por la línea del tren Santiago - San Luis, pero desconocen la zona, se pierden y caen directamente en los brazos del teniente batistiano Vicente Camps Ruiz, que los lleva prisioneros al cuartel. Son las 6 de la tarde del 26 de julio.
Así que, Raúl no participa en el conato y Fidel no se expone, mientras Ramiro Valdés, junto a José Ponce y Jesús Montané, tienen una actuación heroica, y son los últimos en abandonar el cuartel bajo los tiros. Ramiro queda herido levemente.
Fidel regresa con 45 hombres a la granja Siboney con la idea de meterse en el monte, pero otros diez rebeldes desertan, y se debe ir con 35. Entonces ocurre algo que jamás se cuenta hoy en los colegios cubanos, y que Orlando Castro, Ariel Matos y Antonio de la Cova ya han explicado públicamente con gran detalle:
Durante esos días de persecución, las fuerzas vivas de Santiago, los políticos, el pueblo y algunos militares, habían echado en cara a Batista la matanza del Moncada, y le exigían la detención de los rebeldes vivos. Gran parte del pueblo tenía una imagen benévola y romántica de aquellos "muchachos valientes", y simpatizaban con su rebeldía.
El secretario de Batista fue presionado por varios sectores que lamentaban que la actitud beligerante de Fulgencio recordara la época sanguinaria de Machado. También la madre de Castro, Lina Ruz, pide clemencia a través de la Primera Dama, y la propia Mirtha Díaz-Balart, su mujer y madre de su hijo Fidelito, le ruega al Monseñor Pérez Serante que interceda ante el presidente.
De modo que Batista cede a las presiones y ordena a su jefe militar en Santiago de Cuba, el coronel Alberto del Río Chaviano, la captura del líder rebelde, pero con vida: "Con tu cabeza respondes por la vida de Fidel Castro", le dirá el presidente al militar.
Chaviano traslada esta orden al encargado de la misión, el Teniente Sarría. Sarría quedará para la historia como el hombre que le salvó la vida a Fidel, pero en realidad solo está cumpliendo un mandato presidencial ineludible; Fidel no puede morir.
FIDEL EL SUICIDA ENCUBIERTO
Lo capturan en el monte 4 días más tarde. Había pasado por la finca Las Delicias del guajiro Manuel Leisán, que no quiso darle cobijo, y debe refugiarse entre las ruinas de un viejo convento francés llamado "El Cristo". Allí los acorrala el teniente Sarría bajo un aguacero torrencial. Entonces El Comandante es presa de una crisis nerviosa, saca una 45, la rastrilla, se lo pone en la sien y se intenta suicidar. ¿Cuento? Dicen los que estaban presentes que estaba fuera de sí, y los sobrevivientes del asalto que le acompañaban y hoy viven en el exilio, concuerdan en la idea de que no estaba dramatizando: tenía pánico de caer en manos enemigas.
Mario Chanes se lía con Castro en un cuerpo a cuerpo para quitarle la pistola, al que se suman también Orlando Costa y Juan Almeida, consiguiendo reducirlo. Estalla una gran bronca entre los rebeldes con el ejército alrededor. Entonces sale del círculo de guardias batistianos el Monseñor Pérez Serante, y les garantiza inmunidad al grupo.
El teniente Pedro Sarría, solo tiene dos esposas, que les pone a Fidel y a Almeida, "recomendándole" a Fidel en privado, que no diga a nadie quién es. Cuando el convoy que transporta a los detenidos cruza un río crecido por la tormenta, El Catalansito y Gerardo Granados consiguen escapar tirándose al río. Serán detenidos días después.
Ya detenido y conducido de Siboney a Santiago de Cuba para conducirlo al vivac (la cárcel preventiva de Santiago) el convoy es interceptado en el puente de Sevilla por el comandante Andrés Pérez-Chuaumont Altuzarra. Pérez-Chuaumont , ajeno a la orden de Batista, y en calidad de superior de Sarría, le exige que le entregue a Fidel, pero Sarría se le planta y le dice que para quitarle a Fidel, antes tiene que pasar sobre su cadáver.
Sarría consigue llevarse a Fidel, al que montan esposado a un buick rumbo a la cárcel de Boniato. Fidel va sentado en el asiento delantero entre Pérez Chaumont y el Comandante Morales, y detrás escoltadas por dos guardias, Haydée Santamaría y Melba Hernández.
Saltan un sinnúmero de mitos aquí, que la revolución cubana ha convertido en verdades. De esas mentiras, la más flagrante es la falsa extracción de los ojos de Abel Santamaría.
La policía batistiana hizo autopsias y retrató todos los cadáveres de los militares y rebeldes implicados en el Moncada para identificarlos y esas fotos están hoy en poder de la dictadura comunista. Se han publicado muchas de ellas, como la de Boris Luis Santacoloma, pero jamás se han hecho públicas las supuestas fotos del de Abel sin ojos.
Fue un mito convenientemente echado a rodar por Fidel, con la ayuda de Haydée la hermana de Abel, que se prestó para confirmar la mentira. Sin embargo Haydée tuvo la mala suerte de "denunciar" el supuesto escarnio al capitán Orlando Costa, diciéndole que Eulalio Gonzáles "El Tigre", le había enseñado a ella en las manos los dos ojos de su hermano mientras estaba en el hospital a donde llevaron a los heridos. No sabía Haydée que aun Abel estaba vivo, y que Orlando hablaría con él a la mañana siguiente, cuando realmente fue asesinado. Pero sus ojos permanecieron en sus cuencas, y así fue enterrado.
Debe decirse aquí en honor a la verdad que el ejército batistiano asesinó a muchos de los rebeldes después de apresados, como a Abel, pero no hubo cortes de testículos, ahogamientos ni torturas violentas como después Castro se encargó de instalar en la memoria colectiva y en los libros de historia. Fueron asesinados de un tiro sin mediar tortura alguna, algo que certificó varias veces años después el funerario santiaguero encargado de recoger los cuerpos y meterlos en los féretros.
Ya en la cárcel provincial de Boniato, Fidel es el único de los prisioneros que se niega a que le sea practicada la prueba de la parafina, para saber si había disparado un arma de fuego. La parafina pondría en tela de juicio su “heroísmo”, evidenciando que no había disparado ni una bala. Negándose a ella, evitaba su desprestigio como líder y al mismo tiempo obligaba al tribunal a asumir que sí lo había hecho. Honor salvado.
Fidel y 25 de sus hombres serán juzgados días después junto a sus compañeros por el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, y condenados a prisión.
El 12 de octubre de 1953 el Ministro de Gobernación, Ramón Heredia, dispone que los condenados del Moncada sean trasladados al Reclusorio Nacional de la Isla de Pinos. La sentencia del Tribunal ordena además que los reclusos cumplan la pena en un recinto separado de los presos comunes.
El 14 de octubre, Fidel, Raúl, Ramiro, Almeida y el resto de los rebeldes condenados, son trasladados bajo fuerte custodia en aviones militares DC-3, desde Oriente hasta Isla de Pinos. Al llegar al presidio panóptico, -llamado así porque la disposición circular de sus módulos permite visuales panorámicas a las celdas-, los rebeldes son enviados a una sala separada de la zona de presos comunes por una pared de ladrillos, recién terminada de levantar para ese fin. Aún el cemento está fresco.
AMNISTÍA NO ES PERDÓN
A finales del 54 cobró fuerza en Cuba un movimiento nacional, transversal a todas las fuerzas vivas del país, que reclamaba una amnistía general para todos los presos políticos, que incluyese a los asaltantes del Moncada.
El 10 de marzo de 1955, en plenas fiestas conmemorativas del tercer aniversario del golpe de estado batistiano, se presentan dos proyectos de amnistía general en ambas cámaras del Congreso, y son aprobadas. El 6 de mayo Batista firma la Ley de amnistía que pone en libertad a todos los presos políticos, incluidos los asaltantes del Moncada.
La amnistía del 55 le abría pues, las puertas a la libertad a Fidel y el resto de los rebeldes. Se escapaba así también con ellos cualquier posibilidad de hacer verdadera justicia con la banda durante el próximo medio siglo.
Aquel ridículo y mal ensayado ataque al Moncada, se convertiría en la gesta heroica más brillante de la revolución cubana, por obra y gracia del pérfido talento para manipular la historia, de su autor intelectual; el peor de nuestros sátrapas.