POR FIN, “ISMAELILLO”
«Hijo, espantado de todo me refugio en ti»
José Martí
En 1881, lejos de Carmen y de José
Francisco, Martí escribe el libro en que sublima el amor que siente por su hijo.
Lo titula con el apodo con que lo llamará desde entonces cariñosamente;
“Ismaelillo”.
Es un pequeño volumen que los emigrantes cubanos exiliados en
Nueva York conocerán en 1882, impreso por los editores Thompson y Moreau; “Ya que nos quedamos por ahora con las ganas
de ver a Pepito, es menester que venga Ismaelillo”, dice el Poeta.
A los cubanos nos
resultan familiares y cercanas casi todas las frases de ese libro, y también
dolorosamente tristes: «Hijo, espantado
de todo me refugio en ti», «Hijo soy de mi hijo, él me rehace» «¡Tú flotas
sobre todo, hijo del alma!».
Y le llama “mi reyecillo”, “mi dueño", "mi despensero"... Martí bautiza a su vástago ausente con el nombre bíblico que quedará en el imaginario popular, casi como su verdadero nombre. Es un diminutivo poético y dulce que, poco a poco, le quedará demasiado grande al José Francisco adulto.
Y le llama “mi reyecillo”, “mi dueño", "mi despensero"... Martí bautiza a su vástago ausente con el nombre bíblico que quedará en el imaginario popular, casi como su verdadero nombre. Es un diminutivo poético y dulce que, poco a poco, le quedará demasiado grande al José Francisco adulto.
CARTAS Y REPROCHES
Mientras tanto, en Puerto
Príncipe, sola y totalmente hundida, Carmen solicita a su padre la parte de la
herencia de su madre que le corresponde desde tres años antes, "porque no
tenía ni para zapatos del niño", le escribe a su marido. Pero Don
Francisco se enfada ante ese requerimiento, que considera impertinente, y solo
le da 40 pesos como única ayuda, para todo y para siempre. Entristecida e
impotente ante la situación por la que está pasando, Carmen le cuenta lo ocurrido
a Martí en otra carta:
“Viendo yo desde hacía tiempo por los insultos de
mis hermanos que todo el motivo que tenían contra mí era que yo estaba en la
casa sin deber, haciendo gastos, consulté a Azcárate sobre si podía pedir a
papá, sin estar tú aquí, mi haber materno, pues no tenía ni para zapatos para
el niño. (…) Fui a hablar con papá, que ha cedido en todo lo que Barrios ha
querido en contra mía, me dijo que me viniera a vivir con mis tías porque yo no
tenía derecho a estar en casa: entonces le dije si no lo tengo sí lo tengo al
haber materno pues no tengo con qué vivir y hace ya tres años que usted debió
dármelo y nunca lo he molestado. Gritó, dijo que no tenía un medio, que acabara
con su fortuna, que lo quemara todo, que nunca debí hablarle de esto, que me
cogiera una casa; acepté y entonces retrocedió y me dijo que solo podía darme
40 pesos papel ¡para vivir y todas mis necesidades como rédito de mi haber
materno! Vivo en la calle Mayor 16 comiendo escasamente con tal de salvarle la
leche a mi hijo (…) El pueblo está escandalizado (…) Aquí no se habla de otra
cosa (…) los escándalos que se han dado en casa hoy son origen de todas las
conversaciones”.
![]() |
Casa familiar de los Zayas-Bazán en Puerto Príncipe (Camagüey) |
Resumiendo, la familia
Zayas-Bazán, tanto su padre, como sus hermanos y ahora el cuñado español, no
quieren más a Carmen en casa, por su enlace con Martí, ni a su hijo, por ser el
fruto de ese amor. Para colmo, las relaciones de Carmen con sus suegros Doña Leonor
y Don Mariano, los padres de Martí, que antes fluían con cordialidad, se han
ido al traste después que ella lo ha abandonado y separado de su hijo. Quizás
es ese el motivo que la impulsa a escribirle otra carta a Pepe cuando regresa
de visitar a sus suegros en La Habana: "Me
llevo la triste convicción de que tu familia no me querrá jamás; al niño sí lo
quieren", y añade, "tengo sed de cariño, de ver solícitas a esas
gentes que me quieren todavía viviendo y llorando conmigo... ¿Cuándo verás a tu
hijo?".
Carmen, desesperada se ve
obligada a huir de la casa familiar y pedir ayuda a sus tías Carmen e Isabel,
que la acogen en su hogar. Pero ellas son también muy pobres y la situación
económica de las tres mujeres y el niño se hace crítica. "Comía escasamente con tal de salvarle la leche a mi hijo",
le dice a Martí en otra carta, y añade: "me
han herido, me han injuriado, me han ofendido todos".
En otra carta que
Manuela, hermana de Carmen, envía a Martí poco después, le cuenta que Carmen y
el niño, que están viviendo con ella, “han
llegado de La Habana muy delgados, y Carmen, de estar sin el calor del esposo,
anda medio loca”.
Carmen, por su parte, le
cuenta al padre de su hijo en sus siguientes cartas, que la aqueja un doloroso
padecimiento de la cintura del que no quiere darle detalles, pero que “le resulta muy penoso e invalidante”.
Los médicos le aconsejan que no viaje a reunirse con Martí, pues su estado de
salud no le permitiría llegar muy lejos. También Leonor, la madre de Martí le
dice en otra carta que su nuera, aunque joven, es ya una mujer muy enferma:
“(…) Creo que no debes precipitar su regreso hasta
que estés enteramente tranquilo y tengas trabajo seguro, pues ella no es para
penalidades. Aquí raro era el día que no necesitaba médico, y gracias a que lo
tenía con facilidad, porque el de los fosos es buena persona y venía al momento
que lo llamaba, esto no es echarte en cara su naturaleza débil, pero sí decirte
que no es mujer para penalidades ni para vivir con pocos recursos y creo harás
bien en dejarla descansar algunos meses…”
![]() |
Carmen Zayas-Bazán e Hidalgo |
En realidad, ya Martí no
desea tanto la presencia de su esposa como la de su hijo. Tantas separaciones y
tantas heridas han debilitado el amor que sentía por ella. La sigue queriendo
como madre amantísima de su único vástago, pero alguien ya la ha sustituido en
su corazón.
LA OTRA CARMEN
Cuando Martí se queda
solo en Brooklyn, no puede asumir los gastos de una casa, porque ha perdido la
mayor parte de sus empleos como traductor y articulista. Debe rehacer su vida
personal y laboral, y recurre a la ayuda de un amigo que tiene una casa de
huéspedes. Es su compañero de ideas políticas, y también el marido de la mujer
que ha estado cortejando a espaldas de su esposa; el cubano Manuel Mantilla, marido de Carmen Miyares.
![]() |
Carmen Miyares de Mantilla |
Manuel acoge a Martí en
su casa, -no se sabe si en este momento, o desde antes-, ya enterado del idilio
entre el poeta y su mujer. Pero en cualquier caso, decide echarle una
mano al hombre que admira. Le permite incluso que no pague los primeros meses
de alquiler, que no le cobrará nunca. Martí, sin embargo, no puede devolverle
el favor con igual gratitud; se ha enamorado de su esposa.
La historia oficial ha
sido tan pacata, tibia y mentirosa sobre este segmento de la vida del Apóstol,
que apenas encontramos pasajes blancos y superficiales sobre este instante en
los libros de texto. Para muestra, otra vez el libelo Ecured:
“Techo, comprensión, colaboración y abrigo
encuentra en la casa de Manuel Mantilla y Carmen Miyares. El hogar de esta
familia cubana identificada plenamente con las luchas de nuestra independencia
resultará el ambiente propicio para desarrollar en silencio la obra redentora”.
Grandilocuencias
patrióticas para esconder una verdad con tintes de tragedia. Ni una palabra
sobre el intenso drama que se vivió entre aquellas cuatro paredes, mientras
Carmen estaba en Cuba con su hijo: Un esposo cornudo que callaba y aceptaba el
idilio de su inquilino y amigo con su mujer, ante sus propios ojos, y que hasta en
ocasiones, llega a abandonar la casa “para dejarlos solos”. Un Martí confundido,
pero apasionado, debatiéndose entre la lealtad a que obliga la amistad, y la
pasión que sentía por la mujer de su benefactor. Una mujer loca de amor por el
hombre que también admiraba como líder, y que no pudo reprimir una pasión amorosa
y carnal por él, en presencia del padre de sus hijos. Un silencioso y
silenciado melodrama, perversamente escamoteado por las moralinas del poder.
![]() |
Martí con Manuel Mantilla Jr., hijo de Carmen Miyares |
En el verano de 1881, Carmen
Zayas-Bazán, envía otra carta durísima a Martí desde Puerto Príncipe, que muestra
su tristeza y desesperación:
“He tenido a mi hijo atacado de una fiebre maligna
que lo ha tenido privado de sentido días enteros (…) solo una cosa pedí a Dios,
¡que no solo él se fuera de esta vida, bastante falta le hace a mi alma el
reposo de la eternidad” (…) Ojalá que allí halles lo que buscas, pero óyelo
bien: nada estable conseguirás. Te estás matando por un ideal fantástico y
estás descuidando sagrados deberes (…) Nunca se manchó ningún hombre por volver
a su tierra esclava ante la necesidad urgentísima de vestir y dar de comer a su
mujer y a su hijo, saber con qué curar sus enfermedades y enterrarlos si se
mueren…”
Pero Martí está muy
complicado en la preparación de la insurgencia. Son los días de sus contactos
con Maceo y Gómez para elaborar las estrategias militares necesarias para la
guerra que se avecina, y sus obligaciones le impiden escribir con frecuencia.
También por eso disminuyen sus cartas a su familia en Cuba. Aun así, las pocas
veces que empuña la pluma para comunicarse con Carmen, se le queja de no
recibir noticias de Pepito.
Carmen muy enfadada le
responde: “No tienes más noticias del
niño porque no me parece natural que dejes meses enteros sin escribir”. Y
no son solo Carmen y su hijo los únicos damnificados de las demoras postales
del Apóstol. El 19 de agosto de 1881, su madre también le hace reproches muy
duros por la falta de noticias. Doña Leonor escribe:
“Yo no sé qué pensar ya de ti ni de tu sano
juicio, ya no sé qué palabras emplear para hacerte comprender cuanto me haces
sufrir con tu abandono para escribirnos (…) no te cuidas de si vivimos o
morimos en meses enteros, no contestas a ninguna carta por más que te lo
suplique (…).La pluma se me cae de la mano, no sé ni lo que te escribo, ni si
esta tendrá la misma suerte de las anteriores, así es que acabo aquí rogándote
que si la lees no sea con la misma indiferencia como las demás (…) pues por
trabajosa que sea tu vida no puede faltar un momento para evitar esta angustia
en que haces vivir, o mejor dicho, morir a tu madre”.
En epístola a Martí del
21 de enero de 1882, Carmen le reprocha: “Solo
te diré que una vez que acepté esta pobreza tuya y fui conforme con los riesgos
que traía consigo, y Guatemala es testigo de lo que en ella sufrí, contenta de
lo que después vino no lo he sido jamás, porque creo, sin duda equivocada a tu
juicio, que no era hora de sacrificios ni frutos, ni justo ante ninguna conciencia
prescindir de deberes que no podían cumplirse al mismo tiempo que ese otro
ideal tuyo”.
Es imposible que, ante
todas estas quejas, Martí no se sintiera culpable. Era un hombre honesto a
pesar de sus taras de humano. Echa de menos a su hijo como nunca, y habla de él
con todo el mundo, incluso cuando no se le pregunta. En 1882, en carta a su
amigo americano Charles A. Dana le dice: “Mi
hijo es mi sueño”, y aludiendo al libro que le ha dedicado, escribe
orgulloso: “Es la novela de mis amores
con mi hijo”. También a su amigo Agustín Aveledo ese mismo año le confiesa:
“Yo no vendo este libro: es cosa del alma
(…) pensando en mi hijo, se me llena el pecho de jazmines.”
Sin embargo, insisto, los
historiadores siempre dibujan este amor paternal sin el más mínimo rastro de
culpa. Esa cae siempre sobre los hombros de Carmen. Hasta el historiador y
escritor Eduardo Zayas-Bazán, descendiente de la familia de Carmen, y a quien
no profesé demasiadas simpatías, se sumó al carro de sus críticos más
encarnizados, en pro de limpiar el honor del Poeta. En un artículo -a mi juicio
muy parcial e injusto con su parienta lejana- titulado “Carmen Zayas-Bazán, una
vida trágica”, escribe:
“En una carta fortísima
(Carmen) lo acusa de cobarde: "Mucho
más que tú tienen méritos esos hombres que lucharon y que hoy se rinden, no a
un gobierno que combatieron sino a las necesidades de sus hijos no satisfechas…
Sacrificar a todos y cantar purezas lejos del contagio, olvidando cuánto hay de
más sagrado en la tierra, y más serio en la vida, ni es valor ni así se cumple
con el deber". Martí le responde en una larga carta en la que le explica
que no se puede exponer a perder su libertad en Cuba, que no hay garantías y
sin ellas no debe emprender el viaje a la Isla. Y termina la carta abriendo su
corazón herido: "Me dices que vaya; ¡si por morir al llegar, daría la
vida! No tengo, pues, que violentarme para ir; sino para no ir. Si lo
entiendes, está bien. Si no, ¿qué he de hacer yo? Que no lo estimas, ya lo sé.
Pero no he de cometer la injusticia de pedirte que estimes una grandeza
meramente espiritual, secreta e improductiva".
Sin embargo, aun entonces
Carmen no renuncia al amor que sigue sintiendo por Pepe, ni a reunirse con él
en el futuro. Permanece con sus tías y su hijo, malviviendo en Puerto Príncipe
a la espera de tiempos mejores para su marido.
En tanto, Martí en Nueva
York es incansable en su labor revolucionaria, pero es de justicia reconocer su
esfuerzo por volver a traer a su hijo consigo. Por fin reúne dinero trabajando
de vicecónsul de Uruguay, escribiendo artículos y haciendo traducciones para
diferentes tabloides, donde por fin ha sido contratado. Finalmente, su
situación económica mejora y puede alquilar una vivienda nueva en Brooklyn.
Entonces pide a Carmen que vuelva a los Estados Unidos con Pepito.
En diciembre de 1882
Carmen y José Francisco regresan a Nueva York. La familia vuelve a estar unida.
Pero tampoco esta segunda reunificación tendrá muy largo recorrido.
Vuelvo al texto de
Eduardo Zayas-Bazán:
“Carmen era una mujer fuerte, exaltada, altiva y
celosa que pretendía que Martí fuera no sólo un buen marido, sino que se
dedicara a su hogar y al trabajo productivo. Ya antes de casarse, en una carta
le había confesado a Martí: "Es cierto que desde que te vi te amé, pero
también es cierto que desde que te conozco no he tenido un día de calma, pues
los celos me matan…". Sin
embargo, Martí era un hombre público que tenía deberes importantes que chocaban
con las aspiraciones de Carmen. La falta de compenetración entre ellos continuó
y Carmen decidió regresar a La Habana con Pepito en marzo de 1885”.
![]() |
Eduardo Zayas-Bazán Loret de Mola |
Siento un profundo
desprecio por el tono machista y descaradamente chulesco del autor de estas
líneas, que minimiza las infidelidades de Martí, naturalizará más tarde sus
devaneos con Carmen Miyares, y presenta a Carmen Zayas-Bazán como una loca
obnubilada por los celos que “exige” cosas que su marido no puede darle.
Plantea la petición de la esposa del prócer como una “pretensión” exagerada,
cuando era solo lo que cualquier mujer exigiría al hombre con quien se ha
casado y tiene un hijo.
SEGUNDA SEPARACIÓN
A partir de entonces la
comunicación postal entre Carmen y Pepe se endurece. El 13 de mayo de 1886 ya
la grieta entre ambos es tan profunda que, a una petición de dinero para el
niño que le hace Carmen desde Cuba, Martí responde dura y escuetamente que no
puede cubrir sus carencias. Carlos Ripoll reproduce la respuesta de Carmen en
su libro “La vida íntima y secreta de José Martí":
“Carmen, herida en lo más
vivo de su dignidad, riposta:
Ante todo, deseo desde el mes que viene no recibir
mesada ninguna. (…) cuando me casé con usted hasta de mis más pequeños gustos
prescindí, y anulé de tal manera mi personalidad que cualquiera hubiera
sospechado no era yo capaz de un pensamiento propio; lo que hice al principio
con placer, llena del amor inmenso que le tenía, mi abnegación de madre me dio
fuerzas para llevarlo a cabo después (yo solo busqué en el matrimonio la
felicidad en un hogar modesto que según mi pensamiento debía haber bastado
siempre a usted, como sin duda me bastó a mí, no es natural que cuando usted
cambió tan presto y me abandonó a mis lágrimas y me dio una muerte civil
espantosa dejándome sin posición fija en la sociedad, quisiera yo para consuelo
en una desventura tan grande poder gastar unos cuantos pesos que recibirlos en
esta extraña situación cuesta violencia suma. O usted nunca ha sabido quién soy
u obra con mala fe manifiesta suponiéndome mezquindades que cuesta rubor hablar
de ellas. No sé si es por mi padre o por mí que dice usted debía avergonzarnos
admitir lo que usted envía con esfuerzo (…) ninguna ilusión me ha hecho lo que
usted gane, pues, aunque fueran miles de pesos, yo no recibiría nunca dinero de
un hombre que no es mi esposo sino por el lazo de mi hijo (…) sería mengua que
yo aceptase su trabajo ofrecido a un lazo indisoluble por punto de honor y no
por cariño: si he aceptado ha sido en nombre de mi hijo. Para nada necesito ese
su horrendo sacrificio de vida que me ofrece ni que se juzgue usted esclavo
mío: desde que supe que su alma no entendía la mía no me creo en el derecho de
pedir nada y muy ofuscado debe andar su espíritu cuando me ha escrito esto. (…)
quise venir, pues eran muchos los tormentos que en un país extraño sin amigos
sin conocer el idioma y enferma sufría, a más de los que usted de diario me
preparaba. (…) Puede usted siempre tenerme no respeto, pues de usted más que de
nadie merezco admiración. De mi hijo esté tranquilo, en mi alma no caben
miserias lo enseñaré a que lo ame siempre”.
Pero Martí sigue inmerso
en su ardua labor revolucionaria, no tiene tiempo para responderle, apenas
duerme ni come, lo absorbe la dura responsabilidad que ha aceptado al frente de
la revolución. Entonces Carmen le envía otra carta el 30 de abril de 1887. Dice
Ripoll:
“Carmen sigue viviendo expulsada de la casa
paterna y sin abrigo financiero alguno, ella se le queja del olvido en que la
tiene y le describe en términos verdaderamente desgarradores la miserable vida
que lleva con Pepito en casa ajena, y el infierno en la Tierra que tales
condiciones significaban para una mujer sola y enferma a cargo de un niño
frágil”
Finalmente, el Poeta
responde. La carta es larga y amorosa con su hijo, pero parca y escueta con la
madre. Carmen le devuelve entonces, estas palabras:
“Al fin recibimos carta, fue tanto lo que padecí
en espera de ella que cuando vino a mis manos no pudo quitarme las muchas
tristezas que tenía en el alma. Solo te diré que en los últimos diez días perdí
doce libras, de modo que todo lo que adelanto a fuerza de cuidados lo pierdo
por un olvido que no tiene nombre tratándose de una situación como esta., pues
desde enero no preguntas por el niño. (…) El retrato (del niño) irá pronto solo
uno solo se sacará para ti porque no puedo más. (…) Cheché nos hace vivir tan
afligidos que ni puertas ni ventanas se abren. Siempre imagina que la insultan
y es tanta su desventura que a veces dice que son sus propias manos quienes le
dicen cosas y se las quiere arrancar arrancándose la piel hasta que le corre
sangre, y día y noche corre por la casa gritando espantosamente; es un
espectáculo verdaderamente desgarrador; a veces los cuchillos, los palos,
cualquier cosa coge y se la arroja a uno encima, a nuestro hijo le ha tirado
mucho, aunque cuando se calma lo besa, pero desgraciadamente sus horas de calma
van desapareciendo por completo. Los médicos me aconsejan que haga huir a mi
hijo de este espectáculo (…) las niñas de Amalia no vienen por nada. Nada te
puede pintar nuestra vida con este espectáculo que no tiene igual”.
Cheché era una de las
hermanas de Carmen, tía de Pepito, que se volvió loca. Algunos biógrafos
martianos, han llegado a describir escenas verdaderamente dantescas de este
momento, como la de Cheché intentando degollar a su sobrino con un cuchillo de
cocina, un hecho del que no he encontrado más descripción documentada que esta
carta de Carmen, pero que menciona, por ejemplo, María Cristina Sánchez Herrera
en el también azucarado artículo "José Francisco Martí Zayas Bazán, el
hijo de José Martí, un hombre digno" (Contribuciones a las Ciencias
Sociales, 2011).
Cuenta la historia
oficial que “Ismaelillo” quedó marcado psíquicamente por este ambiente hostil
en su familia materna, y yo suscribo esta idea, porque su comportamiento de
adulto fue totalmente psicótico, vengativo y cruel. Pero aún tiene 10 años y es
un niño sin padre y con una madre enferma y sola.
JOSÉ FRANCISCO MARTÍ
"Si desaparezco en el camino, recibirás con
esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo”
José Martí
Mientras tanto, Pepito
crece en Cuba. El niño deja atrás los dulces diminutivos de su primera
infancia, para empezar a ser llamado José Francisco Martí en su etapa escolar.
Y he aquí otra página de
su biografía velada por la historia republicana y después por la castrista.
Ninguna de las dos explica claramente cómo y por qué, en medio de tanta
pobreza, José Francisco consigue cursar sus primeros estudios en el prestigioso
Colegio Escolapio San Calasancio, ubicado entonces en la Calle Luaces 2, hoy
sede de Escuela Provincial de Deportes (ESPA) y de la Clínica Estomatológica
Cerro Pelado de Camagüey. Y no lo explican, porque es Don Francisco, su abuelo,
el “malvado oficial” de esta historia, quien invierte la herencia de su abuela
que antes le negó a su hija, en los estudios de su nieto. Los mejores que podía
tener un niño de provincias.
El 30 de septiembre de
1889, con 11 años de edad, José Francisco Martí Zayas-Bazán ingresa con el
expediente N°1201 en el Instituto de Segunda Enseñanza en la Escuelas Pías de
Puerto Príncipe, en la antigua Plaza de San Francisco de Asís, hoy Plaza de la
Juventud de Camagüey. Sus notas se conservan aun en el Archivo Histórico
Provincial, y hay constancia de sus prácticas deportivas como torpedero de
béisbol en un terreno ubicado en el interior de la carrilera del antiguo Hipódromo,
cercano a lo que es ahora la Plaza de la Revolución Mayor General Ignacio
Agramonte y Loynaz.
En su libro “Memorias de
la guerra”, Enrique Loynaz del Castillo escribió que para la Pascua de 1892, organizó
un paseo por la Sierra de Cubitas y a las cuevas del mismo nombre y que dentro
de las dos docenas de jóvenes que lo acompañaron estaba José Francisco, con 14
años. Carmen, la madre, se lo había confiado, según el autor, “creyendo que era
yo el más juicioso de los concurrentes al paseo”
Loynaz cuenta la anécdota
con el hijo de Martí:
“Era un muchacho
impetuoso, dispuesto a la aventura revolucionaria. En el profundo lago
existente bajo las cuevas se había lanzado al agua antes de que yo pudiera
evitarlo y no me quedó más remedio que tirarme al agua en su busca. Con
anterioridad, de paso por la ciudad, ataviados los jóvenes de uniformes de dril
crudo y sombreros de yarey, revólver en el bolsillo y machete al cinto, se
detuvieron en establecimientos e increíblemente al transitar frente al cuartel
de caballería Hernán Cortés, uno de los muchachos sacó una corneta e hizo
vibrar el mágico toque insurrecto de a degüello. Era la primera vez que en mis
oídos resonaba la invocación metálica que enardeció las cargas fulminantes de
Agramonte”.
En el colegio San
Calasancio, José Francisco recibe una educación pro españolista y directamente
enfrentada a los ideales de su padre. Pero durante todo este tiempo, su madre
no ha dejado un segundo de hablarle de Martí y de sus luchas, lejos de ponerlo
en su contra. Carmen en ese aspecto es un ejemplo de honestidad y amor, y pocas
veces se le ha reconocido.
TERCERA SEPARACIÓN
El 30 de julio de 1891,
Carmen viaja con Pepito, que ya es un espigado jovencito de 13 años, de nuevo a
Nueva York. Es su último intento por recuperar el amor de su marido, y de que
su hijo vuelva a ver a su padre. Pero al llegar, Carmen confirma lo que hace
tantos años había llegado a sus oídos, y se resistía a creer. Dice su pariente
Eduardo Zayas-Bazán:
“Habían pasado seis años separados y ya era
demasiado tarde para el matrimonio. Martí entonces tenía una relación amorosa
con Carmita Miyares. Y algo le habrán comentado sus amigas o quizás lo leyó en
los Versos Sencillos…”
En efecto, Carmen se entera de que
Pepe y la Miyares están juntos y conviviendo bajo el mismo techo. Y –como
aventura Eduardo Zayas-Bazán–, había tenido que tragarse estos versos escritos
por su todavía esposo:
Mi amor del aire se azora:
Eva es rubia, falsa es Eva:
viene una nube, y se lleva
mi amor que gime y que llora.
Se lleva mi amor que llora
esa nube que se va:
Eva me ha sido traidora:
¡Eva me consolará!
El poeta reconoce en el poema, por
fin, haber encontrado a otra mujer que se llama igual que la suya, y que
compensa las carencias de su matrimonio. Era finalmente cierto que había vivido
-y continuaba- un turbio idilio con Carmen Miyares, una historia de larga data
que había empezado en 1880, antes de que Carmen Zayas-Bazán pisara New York por
primera vez.
Al asunto ya de por sí humillante
para la esposa del prócer, se añadían los rumores de que su marido era el padre
de María Mantilla, la hija de la Miyares. Entonces Carmen Zayas-Bazán llega al
límite de sus fuerzas, y decide marcharse para siempre.
El regreso definitivo de
Carmen a Cuba, que Eduardo Zayas-Bazán describe como un arrebato caprichoso de
mujer despechada, es en realidad una tragedia lacerante de una esposa
abandonada y engañada por el padre de su hijo. Desvalida, sin apoyos ni amigos,
desamada y sola también de espíritu, en marzo de 1885 Carmen suplica a un amigo
de Martí, el periodista Enrique Trujillo, propietario del diario “El Porvenir”,
que la ayude a regresar a Cuba con Pepito.
Trujillo, al principio
duda, por la amistad que lo une al Poeta, pero Carmen insiste con tanta
vehemencia, y está tan triste y desesperada, que al fin Trujillo se compadece y
la acompaña a solicitar amparo y protección al consulado español. Carmen
consigue un pasaporte que le proporciona el cónsul “sin el consentimiento de su
esposo”, apunta otra vez en tono muy machista, Eduardo Zayas-Bazán.
Debo apostillar aquí que,
no solo Eduardo y muchos otros historiadores cubanos han minimizado –y
continúan haciéndolo–, la responsabilidad de Martí en la separación y abandono
de Carmen. La literatura castrista también culpa a la esposa del prócer, y
cuenta este segmento de la historia menospreciando y culpando a Trujillo, e
incluso suponiendo intereses políticos espurios en esta ayuda a la mujer de su
amigo. Dice Ecured, haciendo gala de un reduccionismo descarado:
“En abril, arriban a Nueva York Carmen Zayas-Bazán
junto a su hijo José Francisco. Cuatro meses más tarde, de manera sorpresiva e
inusual y en estrecha relación con Enrique Trujillo, solicita, a través de
este, al Consulado Español en esa ciudad, despacharan sus pasaportes con la
mayor urgencia posible hacia La Habana. La noticia, la forma oculta de los
hechos y el desleal servicio del periodista y propietario de El Porvenir,
conmueven al Maestro, quien jamás los volverá a ver y le retira su amistad al
indigno compañero.”
No hace falta perder
tiempo en analizar esta descripción sesgada de los hechos, porque es a todas
luces benévola con el Apóstol y condenatoria con Carmen y con Trujillo, al que
por cierto, Martí pidió varias veces dinero prestado para sobrevivir en sus
peores momentos en Nueva York. De hecho, es totalmente incierto que Martí
“retirara” su amistad a Trujillo; otra vez ocurría lo contrario, según Mañach,
fue el periodista quien nunca más dirigió la palabra al Poeta.
Carmen regresa con su
hijo al martirio familiar de Puerto Príncipe, que sin embargo, prefiere, a la
soledad marital y al engaño que ha sufrido en el frío Brooklyn.
Esta última separación
será definitiva: los esposos no volverán a unirse más, dice Ripoll, “pues Martí se trasmuta en antorcha que
intenta alimentar hasta sus últimas consecuencias el fuego de la guerra
necesaria. Pero Carmen, ya desamada, sustituida por otra Carmen en el corazón
de su esposo y olvidada para siempre, daría aún dos vivas muestras de que su
amor por Martí seguía intacto, y que a pesar de todo ella continuaba considerándose
su mujer legítima”.
![]() |
María García Granados, La Niña de Guatemala |
Sin embargo, aun estando
con Carmen Miyares, Martí admitió que ni esta Carmen, ni la otra, fueron los
grandes amores de su vida, a pesar de que su adulador biógrafo Eduardo
Zayas-Bazán, insistiera inútilmente en que su parienta lejana fue la mujer que
más amó el Poeta. Otro biógrafo, más y mejor enterado del tema, Ciro Bianchi
Ross, da las claves de quién fue la fémina que ocupó ese lugar:
“Martí
volverá a evocar a María (La Niña de Guatemala) en agosto de 1891, cuando
Carmen lo abandona en Nueva York y regresa a Cuba con su hijo. Humillado y
colérico, diría, y lamento no tener a mano la cita exacta: “Y pensar que por Carmen sacrifiqué a la pobrecita…”
Hay poco que agregar.
Quizás, que Carmen, fiel a sí misma y a la palabra que le dio a su marido, se
abstuvo siempre de hablar mal a José Francisco de su padre. Por el contrario,
no dejó de alimentar en él, el cariño y el recuerdo del hombre que lo engendró.
En lo adelante le enviará a Martí regularmente noticias sobre cómo va creciendo,
sus aficiones, cualidades y gustos. Hará incluso grandes esfuerzos, -a pesar de
su pobreza-, para pagar fotos de daguerrotipo, de las que apenas podía
permitirse una única copia, que le mandaba a Martí para que viera cuán sano y
hermoso crecía su hijo en Cuba.
En 1892, un Martí solo y
entristecido escribe en el periódico Patria: “Un hijo es el mayor premio que un hombre puede recibir sobre la
tierra… un hijo es el corazón”. Pero se guarda su último consejo de padre
para la última carta que escribe a José Francisco el 1 de abril de 1895 desde
Montecristi, República Dominicana, a punto de embarcarse para Cuba para
incorporarse a la guerra. Es una desgarradora pero severa epístola que José
Francisco no leerá hasta varios meses más tarde:
“Hijo: Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti,
cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el
camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós,
sé justo. Tu José Martí”.
![]() |
Carmen Zatas-Bazán y José Francisco Martí a los 17 años |
Un mes y unos días más
tarde, el 19 de mayo de 1895, Martí muere en Dos Ríos bajo fuego español, sobre
su caballo Baconao. Su hijo, con 17 años, recibirá en herencia la leontina y la
bestia que su padre cabalgó, legado que, sin embargo, le resultará exiguo.
Intentará emularlo como hombre de guerra, y de hecho, conseguirá superarlo como
militar, pero se alejará poco a poco de su ejemplo humanista y de sus limpios
ideales patrióticos, hasta convertirse en lo contrario de lo que fue el hombre
que lo trajo al mundo.
E incumpliendo el último de
sus consejos, no será un hombre justo jamás.
Hay algo en este precioso recuento, un tèrmino quizàs, que no merecìa estar incluido en un material de tal belleza: "ecured". Lo escirbo hasta en minùsculas, pero entiendo perfectamente lo oportuno del mensaje cada vez que lo citas. Eres un genio literario...
ResponderEliminarNo queda más remedio que mencionar al criminal, si se menciona el crimen, querido Willy... GRACIAS POR TU VISITA :)
EliminarCarlos como llegas tu a estas apreciaciones e investigaciones creibles indudablemente que nos llevan a conocer de primera mano la realidad humana y muy ocultas de personajes venerados hasta hoy. Nos muestras sin cortapisas el lado humano y hasta cierto punto oscuro de esos que la historia ha endiosado por siglos.Realmente eres un tipo especial y con un caudal de informacion increible, pero creible. Cuanto agradecerte ??. Cuan engañados hemos podido estar ante la historia pasada y contemporanea de nuestra Cuba. Agradecerte es poco !!!. Si Cuba necesita de un historiador verdadero, creo que no peco ni dudo en decir que ese eres tu amigo.Alguien tiene que develar tanta mentira alrededor de nuestros dioses heroes, que nunca hemos podido conocer como realmente fueron: de carne y hueso. Gracias amigo, que Dios te bendiga y sigue develando secretos que tanta falta hacen para que la verdad se haga patente.Un fortisimo abrazo que abrase.
ResponderEliminar