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La Habana, 20 de mayo de 1902 |
Por Carlos Ferrera
José Francisco regresa con su madre a Cuba desde Estados Unidos en 1899, cuatro años después de la muerte de su padre, durante la ocupación norteamericana.
Desembarca en el puerto habanero con ella del brazo, luciendo con garbo sus fornidos y espléndidos 20 años. Lo realzan su porte marcial y su uniforme militar de gala, que en los próximos años será su indumentaria diaria.
Carmen en cambio, pasados cuatro años, ha envejecido como si le hubieran caído diez. Padece varias enfermedades crónicas, y está muy delgada y consumida
por el sufrimiento de dos décadas de soledades y abandonos. Pero por primera
vez en mucho tiempo, se encuentra en paz.
Madre e hijo se establecen en una humilde vivienda la calle
San José 2ª, en la barriada de Cayo Hueso. Ese mismo año, José Francisco
intenta continuar sus estudios de Derecho en la Universidad de la Habana
incorporándose al curso libre, pero cada vez le resultará más difícil. Lo han licenciado
con grandes méritos militares, pero sin un centavo. Apenas cuenta con unos
pocos ahorros de su madre, y no le llegará ayuda gubernamental alguna del
gobierno de ocupación.
Consigue entonces un empleo en la Aduana de La Habana, por
el que recibe unos escasos 125 pesos, insuficientes para pagar el alquiler y alimentar
dos bocas. Desesperado, acepta otro trabajo de bibliotecario en la Biblioteca
Nacional de Cuba, algo humillante para su ego, pero también el salario es
exiguo. Además, se le hace cuesta arriba cumplir con los dos empleos y
estudiar, de modo que debe dejar la carrera de Derecho en el segundo año. Jamás
podrá terminarla.
Sin el amparo institucional y olvidado por el estamento
militar al que perteneció, José Francisco pasa los primeros años de la nueva
República viviendo casi en la miseria.
El 20 de mayo de 1902 se celebra el acto de celebración más
importante de la historia de Cuba; la ceremonia del traspaso de poderes del
gobierno norteamericano de ocupación del General Wood al primer presidente
cubano, Don Tomás Estrada Palma.
Entonces Gonzalo de Quesada, el amigo de su padre, que ya es
también su amigo, logra que el Estado Mayor del Ejército le conceda el derecho
de ser uno de los oficiales que arriarán la bandera americana del castillo del
Morro e izarán la de Cuba libre.
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Máximo Gómez izando la bandera cubana después del ceremonial del inicio de la Republica en 1902 a su lado el General Leonardo Wood. Foto Gómez de la Carrera |
Se encontrará con el General Gómez, con
Estrada Palma y con la crema y nata del ejército y la aristocracia cubana. Por
fin estará otra vez cerca del nuevo presidente, a quien conoce por aquel
contacto que hizo con él para darle las órdenes de Calixto en New York. Podrá
pedir ayuda a la instancia más alta del nuevo gobierno.
Pero lamentablemente este encuentro, no repercute en ninguna
mejora de su situación laboral y económica.
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José Francisco Martí a loa derecha de Máximo Gómez, al centro de la foto |
Al terminar los fastos de la
celebración, José Francisco vuelve a su casa ilusionado, a esperar un aviso de
Estrada Palma, que nunca llega. Entonces le escribe una carta, apelando a su
apellido y a las buenas relaciones que ambos establecieron al final de la
guerra. Don Tomás Estrada Palma jamás responde.
Los biógrafos posteriores se han dado a la tarea de
reescribir este instante de su vida, calificando de “injusticia” la inacción del
“presidente títere”, y de “desdén”, el olvido de los otros líderes mambises,
ahora figuras importantes del ejército y del nuevo Gobierno. Muchos habían sido
compañeros de lucha de su padre, pero ninguno le echó una mano, “un gesto
impropio y desagradecido, después de su brillante desempeño en la guerra y la
victoria que ayudó a conseguir”, dicen sus defensores.
Y efectivamente, así fue. Pero los responsables de
“arreglar” la vida de José Francisco Martí, no mencionan jamás que se fue del
ejército, dejando tras sí muy mala prensa entre sus compañeros de armas.
Pepito, simplemente, “no caía bien” por su altivez, su constante presunción de
“hijo del mejor de los cubanos” y su ya insoportable complejo de superioridad,
acrecentado con los laureles de guerra.
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Gonzalo de Quesada y Aróstegui |
Asfixiado por su precaria situación económica, vuelve
entonces a recurrir al bondadoso Gonzalo de Quesada y Aróstegui, que –según
relatos conmiserativos– “monta en cólera
y arremete contra las autoridades reclamando protección y ayuda para el hijo de
Martí y su madre enferma”, dice Mañach. Es la primera de las muchas veces
que, en lo adelante, José Francisco Martí usará el chantaje emocional de su
apellido ilustre, por más que las fuentes oficiales aseguren que jamás se aprovechó
de ser el hijo del Apóstol.
PEPITO Y EL TIBURÓN
En 1908, Estrada Palma es forzado a abandonar la silla
presidencial por reclamo popular, y sube al poder su adversario político, Don
José Miguel Gómez "El Tiburón", que se convierte en el segundo Presidente constitucional.
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José Miguel Gómez |
Las presiones de Quesada para recolocar a su protegido, por
fin encuentran oídos en el nuevo jefe del Estado, que ve una oportunidad de oro
para tomar distancia de su enemigo político saliente, congraciarse con el
pueblo y rehabilitar la figura denostada del vástago olvidado de José Martí.
Desde que Pepito es readmitido en el Ejército, decide
aprovechar la oportunidad al máximo: ha encontrado de nuevo el camino al
reconocimiento que perdió durante el gobierno de Estrada Palma, y esta vez no
está dispuesto a perderlo. Se convertirá en uno de los militares de confianza
del nuevo presidente, a quien estará eternamente agradecido. Y se lo demostrará
con creces, muy pronto.
Su primer destino es la Guardia Rural, y posteriormente el
Regimiento de Artillería de Costa, emplazado donde hoy se alza el Hotel
Nacional. El regimiento poco después pasa a integrar las fuerzas del Ejército
Constitucional Cubano, y en él Pepito ocupa varios cargos hasta ser nombrado
Primer Jefe de las Fuerzas de Artillería de Costas. Desde septiembre de 1906
hasta enero de 1909, funge de ayudante de campo del general estadounidense Taft
y del Gobernador Provisional. Entonces lo suben al rango de brigadier y lo
nombran jefe del Estado Mayor.
Finalmente, el hijo del Apóstol había conseguido lo único
que anheló en su vida más que el dinero: notoriedad y reconocimiento social.
Por fin es tratado con más respeto por la clase pudiente habanera, a la que
comienza a frecuentar, y a la que en el fondo, siempre ha creído pertenecer por
estirpe.
Ahí estaban los Quesada, los Abreu, los Agramonte, los Céspedes,
los Loynaz... Y él no era solo el General José Francisco Martí, hijo del mejor
de los cubanos, sino Don José Francisco Martí Zayas-Bazán, nieto de Don
Francisco Zayas-Bazán, uno de los burgueses más ricos de Puerto Príncipe; un Zayas-Bazán
auténtico por ADN, y en consecuencia, miembro de pleno derecho de la burguesía
contra la que luchó su padre.
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José Francisco Zatas-Bazán en 1909 |
Por fin aparece la verdadera esencia de Pepito. Su lucha en
la manigua presuntamente en defensa de los ideales paternos, se ha trastocado en
fatua ambición por ser aceptado en el sitio social al que perteneció su abuelo,
y en una celebración del apellido del clan que nunca lo aceptó y que fue el
peor enemigo de su padre. Una traición en
toda regla a sus ideales, de las muchas que le infligirá en el futuro a su
memoria con actos todavía más innobles.
Desde entonces, aparecerá en los saraos habaneros
distinguidos, siempre de impecable etiqueta militar de gala, con sus medallas y
sus condecoraciones de guerra, de punta en blanco, amable y seductor. Allí lo
encontramos al principio de esta crónica, el 10 de marzo de 1907, en el baile
de inauguración del lujoso Hotel Cojímar, propiedad de la aristócrata Pilar
Samoano, también del brazo de Doña Carmen.
Sus actos a partir de
entonces serán interesados y oportunistas, como la exhumación del cadáver de su
padre.
LA EXHUMACIÓN DE JOSÉ MARTÍ PÉREZ
Carmen Zayas-Bazán nunca había abandonado la lucha por recuperar
los restos de Martí, hasta entonces infructífera, aunque a Pepito esa
encomienda no pareció quitarle el sueño durante mucho tiempo.
Pero en 1906, el Gobernador Civil de la provincia de Oriente
Sr. Federico Pérez Carbó, crea una comisión llamada “Restos de Martí”, para solicitarle
a al presidente José Miguel Gómez la exhumación del Poeta, con el fin de hacer un
análisis científico que despejara incógnitas no resueltas en la autopsia
practicada al cuerpo del Apóstol en 1895. Además, Pérez Carbó solicitaba al
jefe del Estado, darle a Martí una más digna sepultura, construyendo un
mausoleo en su memoria a la altura de su rango.
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José Francisco durante la segunda exhumación de su padre |
Después de años de ignorar el tema, José Francisco
repentinamente se adhiere –y casi se apropia– de la petición de Pérez Carbó.
Manifiesta en sus declaraciones públicas un dolor tan impostado y fingido, que
es objeto de innumerables chascarrillos y burlas en los diarios de la época.
Finalmente, José Miguel Gómez accede al ruego de Pérez Carbó
y en 1907 se exhuman los restos del Apóstol. Entre los testigos están el
Arzobispo de la ciudad, doctor Francisco Barnada y Aguilar, el General
Saturnino Lora Torres, Jefe de la Guardia Rural, el Presidente de la Audiencia
licenciado, Jorge Milanés y Figueredo, el Cónsul estadounidense Sr. Ross E.
Hollyday, el Jefe de las fuerzas de Estados Unidos destacados en el Morro,
Coronel A.L. Meyer y José Francisco Martí Zayas-Bazán, el hijo del Apóstol, con
quien comienza a construir una amistad casi cómplice.
Aunque fue bautizado por el vulgo como El Tiburón, “que
cuando se baña salpica", en alusión a su nepótica costumbre de regalar
cargos públicos a su familia y allegados, durante su administración, el país
mejoró notablemente las condiciones del ejército, se ejecutaron obras de
pavimentación y alcantarillado en la capital, se mejoraron los servicios de
sanidad pública y comunicaciones, se crearon granjas-escuela en apoyo a
enseñanza rural y se fundó el Museo Nacional, las Academias de Arte, Historia y
Letras, y la Marina Nacional.
Pero también Gómez escribió una de las más vergonzantes
páginas racistas de la Historia de Cuba. Y lo hizo con la ayuda y colaboración del hijo de José Martí.
JOSÉ FRANCISCO MARTÍ,
EXTERMINADOR DE NEGROS
Este es quizás el más oscuro pasaje en el historial de
“Ismaelillo”. Por eso es que sus biógrafos lo ignoran en los relatos republicanos
sobre su vida, y también en los de la era castrista.
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Miembros del PIC |
Pero hay tantos y tan detallados récords del hecho, tantas fotografías
inculpatorias y tantos editoriales de la prensa cubana y extranjera de la época
que documentan lo sucedido con tan impecable rigor histórico, que la
oficialidad de las Isla ha preferido guardar silencio sobre ese asunto espinoso
y degradante para el hijo del Poeta.
El 20 de mayo de 1912, el Partido Independentista de Color
(PIC), una formación que reivindicaba los derechos de los negros, olvidados
desde el primer día de la República, se levantó en armas, para derogar la
Enmienda Constitucional propuesta por el senador Martín Morúa y aprobada en la
trigésima sesión del senado, que los proscribía como partido político. Preocupado
por la revuelta, el presidente de los Estados Unidos William Taft escribió una
carta a su homólogo José Miguel Gómez advirtiéndole de que “si no controlaba la situación se vería forzado a mandar tropas
nortamericanas para proteger el bienestar de los ciudadanos de su país en la
isla”. Ante la situación, el 27 de mayo de 1912 el presidente Gómez, ordena
reprimir a los rebeldes, poniendo al frente del comando militar destinado a
hacerlo, a José Francisco Martí Zayas-Bazán.
El hijo de José Martí, que había sido ascendido por Gómez a
Jefe del Estado Mayor en 1908, se pone al frente de 1200 soldados, sirviendo de
brazo ejecutor del genocidio fratricida que le costó la vida de más de tres mil
cubanos, incluida población civil inocente, militares, ex mambises y voluntarios
alistados con los rebeldes del PIC. Hay referencias de familias enteras
masacradas y personas quemadas vivas y asesinadas a culatazos; la peor de las
acciones de exterminio racista de nuestra historia después de la de los
indocubanos de la conquista.
Después de pasado más de un siglo, los cubanos prácticamente
en su totalidad, ignoran la existencia y trascendencia de la matanza de los
negros del PIC. Igual que la historiografía republicana omitió alevosamente los
hechos en sus textos, sorprendentemente, el castrocomunismo ha adoptado la
misma estrategia: ignorar lo ocurrido o mentir sobre el asunto.
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Pedro Ivonet |
Lejos de reconocer y homenajear a los miles de hombres y
mujeres negros masacrados, solo se han escrito falsedades calumniando a los miembros
del PIC. A ello han contribuido servilmente –por mencionar algunos– profesionales como la ya mencionada Paula
María Luzón Pi, que miente por omisión con un capcioso “no se sabe muy bien qué
pasó”. También la Doctora en Ciencias Históricas, Josefina Toledo, se inventa
fantasías absurdas, negando la identidad de José Francisco en las fotos de los
hechos que han llegado a nuestros días, y con ello ignorando la existencia de
numerosa bibliografía que lo confirma, como el Diario de la Marina, a cuyas
ediciones de esos días he podido acceder gracias a la colección de la Miami
Heritage Colection, que me veo imposibilitado de reproducir aquí por los
derechos que la institución tiene sobre esos documentos.
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Evaristo Estenoz |
Por su parte el Dr. Rolando Rodríguez, historiador de cabecera
de la dictadura castrista, escribió y publicó una ignominiosa separata sobre el
tema, que tituló “La conspiración de los iguales”. El libro de Rodríguez es una
sarta de falsedades que pretende liberar al hijo del Poeta de su
responsabilidad histórica en la masacre, y cuyo autor, incluso admite
descaradamente no haberse documentado para hacerlo, ni siquiera leyéndose
bibliografías indispensables, como el periódico Previsión, órgano oficial del
PIC.
Paradójicamente ese derramamiento de sangre inocente le
servirá a Ismaelillo de currículum en 1917 para convertirse en presidente de la
Cruz Roja Cubana.
Después de la masacre, el gobierno celebró la “victoria” en
el Parque Central, presidida por el presidente Gómez y el propio José Francisco,
a la que asistieron funcionarios importantes y los mandos de las tropas que
participaron en el conflicto. Fue un banquete por todo lo alto, junto la
estatua erigida a José Martí en ese mismo parque, de la que se conserva una
foto del hijo al pie del monumento al padre.
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Cena de la victoria del ejército después de la matanza de los rebeldes del PIC al pie de la estatua de José Martí en el Parque Central. José Francisco preside la mesa de honor |
Por suerte otros escritores como Leonardo Calvo Cárdenas no
han cedido a las presiones del poder y han publicado la verdad sin medias
tintas. Dice Calvo Cárdenas en su “Elogio a la Ignominia” refiriéndose a un
documental de la realizadora Gloria Rolando, que aborda la cuestión y que fue
prohibido en La Habana:
“Avanza el año y el
documental “1912 Voces para un silencio 2”, de la cineasta Gloria Rolando, no
ha sido difundido en los espacios públicos o mediáticos, sin embargo pocos días
después de su premier, el racismo corriente y empoderado reafirmó sus
posiciones al develar una placa alegórica a José Francisco Martí Zayas Bazán en
la sede del Centro de Estudios Martianos, acto en el cual el Historiador de la
Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, afincado en la arrogancia que concede el
respaldo del poder afirmó enardecido: “No tenemos nada que ocultar”, en
desafiante y evidente respuesta a la mención que se hace en el mencionado documental
de la actuación del “Ismaelillo” en los sucesos de la primavera de 1912.
El 20 de mayo pasado
al cumplirse el centenario del inicio de la protesta armada del PIC solo una
decena de personas acudieron a rendir homenaje a los protagonistas, en aquella
angosta calle de La Habana antigua donde fue fundado el PIC en 1908, esa mañana
varios activistas antirracistas y líderes del movimiento de derechos humanos
fueron detenidos para impedir su participación en el acto.
Este 27 de junio
muchos cubanos comprometidos con esos mismos ideales de igualdad y justicia nos
proponemos aprovechar la fecha para rendir homenaje a todos los héroes y
mártires desconocidos de esta lucha. Es muy posible que en esta ocasión la
soberbia y el pánico racista de los gobernantes cubanos se ensañen nuevamente
sobre los que se niegan a convalidar con el silencio la intolerancia excluyente
que aun impera en nuestra tierra.
Sea cual sea el
desenlace de esa mañana de centenario nadie podrá decir que en 2012 faltaron
cubanos dispuestos a arriesgarlo todo para reafirmar esa vocación de justicia y
rendir tributo a los que honor merecen”.
La Dra. Iraida Calzadilla Rodríguez, a quien califico de
verdadera terrorista de la Historia de Cuba, y acomodaticia aplaudidora de la
dictadura castrista, en su blog Isla del Sur, se armó un relato absurdo e
increíble para instalar una mentira como una casa: la NO participación activa
de José Francisco en los actos deleznables del PIC, en la que se atreve a
desmentir la identidad del hijo de Martí junto al cadáver de Estenoz,
confiriendo identidades falsas a las personas que aparecen en la fotografía y
“desapareciendo” como por encanto a José Francisco de la escena, más que
contrastada en periódicos documentos y crónicas de la época. Ha tenido Iraida
Calzadilla, sin embargo, que asumir su presencia en la foto de la cena en que
se celebra la matanza, pero aduciendo que solo “estaba ahí en calidad de
invitado”. Son estos los historiadores de pacotilla a los que la propia
historia debe silenciar, porque la contaminan con mentiras que de tanto
decirlas, terminan convirtiéndose en verdades.
No quiero extenderme más sobre este asunto del que podrán
encontrar abundante información en la red, pero recomiendo su estudio a quienes
quieran profundizar en la verdad.
En cuanto a José Francisco, se mantendrá en activo como
militar hasta julio de 1917, fecha en que se le concederá su retiro de las
Fuerzas Armadas. Aceptará por breve tiempo el nombramiento de Secretario de
Guerra y Marina con el gobierno de Mario García-Menocal, pero renunciará a él
poco después “para no inmiscuirse en los asuntos políticos”.
Pero estamos aún en 1916, y las ansias de brillar y
trascender de Pepito no disminuyen. Ahora vive con su anciana madre en la
barriada de El Vedado, y sus cargos civiles en el gobierno le permiten viajar
al extranjero con frecuencia. Y en París conocerá a la mujer que finalmente lo
posicionará en el lugar social que tanto anhela.
Su nombre es Teté Bances, es millonaria, y su encuentro con
él la convertirá en una mujer desgraciada, maltratada e infeliz.
oOo
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Gracias a ti puedo leer la verdadera historia sin tapujos ni mentiras a calzon quitado, gracias Carlos, excelente escrito
ResponderEliminarEsto está sumamente enriquecedory revelador. Es una magistral clase de historia de Cuba. De imprescindible lectura.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, es innecesario juzgar la figura de José Francisco más allá de su responsabilidad como ejecutor racista, dado que todo lo demás que se expone creo que no se demuestra (al margen de lo difícil que es investigar acerca de algo acaecido en Cuba) y se queda en la suposición o la interpretación. Sin embargo, me parece muy atinado hacerle justicia a Carmen y humanizar la visión que tenemos de Martí.
ResponderEliminarEn cualquier caso, he disfrutado muchísimo estas lineas y las agradezco infinitamente. Son necesarias y urgentes para un país al que se le ha arrebatado su memoria. ¡Gracias!
Cuestión de apreciación querido tocayo. Yo, al contrario que tú, creo TODO LO CONTRARIO. NO SE TRATA DE "JUZGAR", sino de poner las cosas en su sitio -u vuelvo a diferir contigo porque desgraciadamente los hechos que manchan su imagen son fácilmente contrastables, no son nada "difíciles de investigar, esa es justamente la excusa que hasta hoy ha puesto el castrismo y sus sátrapas para "dejarlo todo en la duda". Es absolutamente indispensable que los cubanos sepamos que el Ismaelillo lleno de candor y amor por su padre que nos dibujaron, era un pastiche. Pero agradezco mucho tu visita Carlos. Feliz año.
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