lunes, 8 de enero de 2018

RAMIRO, ESE HOMBRE EXTRAÑO (I)

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El Carnicero de Artemisa



ÉRASE UNA VEZ, EN UN PUEBLO DE CAMPO...


Artemisa es una pequeña localidad rural y costera en el extremo oriental de la provincia cubana de Pinar del Río. Limita por el norte con Cabañas y Guanajay, con San Antonio de los Baños y Alquízar por el este y con Candelaria por el oeste. Al sur tiene su única salida posible a la libertad, y al mismo tiempo un cuarto muro: el Mar de las Antillas.
Artemisa debe su nombre, según su propia tradición oral, a la hierba Artemisa (Artemisia Vulgaris o Ambrosia Artemisifolia), una planta medicinal de olor penetrante e inconfundible, que crecía salvaje allí en otros tiempos, y era el tesoro verde natural de la patria chica de los artemiseños; su planta regional: la Yerba Santa.
Pero ya es casi imposible encontrar Artemisia Vulgaris en el pueblo, y hasta el olor de esa santa yerba le resulta desconocido a los nuevos lugareños. Dicen, “sotto voce”, que es una maldición: Artemisa ha perdido su tesoro botánico ancestral, como castigo por haber gestado en su seno al más sádico y cruel de sus hijos: 
Ramiro Valdés Menéndez.

La trayectoria destructiva de Ramiro emula a la devastadora gesta militar de Atila, el Huno mítico; tampoco vuelve a crecer la hierba por donde pasa.
Ramiro escribió una tras otra, gran parte de las páginas negras de la historia de Cuba más reciente, algunas dando la cara, y otras apócrifamente. La suya, de poderla contar mi amiga Lola Bastos, bailaora y andaluza de raza, diría que “es la historia de alguien que viene dando por culo desde pequeño, sin que nadie haya hecho nada por evitarlo”.
Comienza en este bucólico pueblito pinareño costero, donde pronto nacerán también otros artemiseños ilustres que dejarán huella; Julio Díaz, Ciro Redondo (foto derecha con fusil), Eduardo García Lavandero (foto inferior) y el estalinista Carlos Rodríguez Careaga. Pero ninguno se le acercará a Ramiro ni de lejos en poder, ni lo igualará en despotismo, crueldad y sangre fría. Tampoco lo aventaja ninguno de los 200 artemiseños que se hicieron mambises: el mensajero de guerra Manuel Valdés, primer mártir artemiseño, el Coronel Federico Nuñez, el General Alberto Nodarse Bacallao (miembro del estado mayor de  Maceo cuando cayó en San Pedro), el cura de la Iglesia de Artemisa, Guillermo González Arocha, y la escritora y periodista Magdalena Peñarredonda, Delegada del Partido Revolucionario Cubano en Pinar del Río, correo del General Maceo y capitana en el Ejército Libertador.
Todos los hijos pródigos de Artemisa duermen su sueño eterno en el Mausoleo de los Mártires del pueblo, excepto Ramiro Valdés. 
El más misterioso de los hombres de la revolución, continúa dando aliento a su propio mito; el más extraño y sórdido de sus dirigentes, el más sádico -con permiso del Ché-, el más listo sin ser brillante, y sin la menor duda, el más fiel de todos los cancerberos de Fidel, muy a pesar de Raúl.

NACER POBRE PESA MUCHO

Ramiro Valdés abrió los ojos al mundo el 28 de abril de 1932, en una humilde casita de madera en la periferia de Artemisa, cerca de la estación del tren. 
Era hijo de obreros blancos muy pobres; su madre era despalilladora en una tabaquería habanera, a donde viajaba ida y vuelta cada día. Su padre era electricista cuando y donde podía, y eventualmente, cañero de temporada en los centrales azucareros de los alrededores. También era un hombre débil de carácter, cuya personalidad sumisa rápidamente se sometió al carácter fuerte e irrespetuoso de Ramiro, apenas éste arribó a la adolescencia.
En este período de su vida se revela ya una enfermedad mental que lo acompañará siempre: padece ataques esquizoides violentos y durante ellos suele agredir a quienes le rodean.
Sus padres son sus primeras víctimas, pero nunca podrán tratarle esa dolencia; no pueden ni soñar con llevarlo a un psiquiatra. Su enfermedad psicótica dormirá un sueño ligero tras la pubertad, pero aunque sus síntomas casi desaparecerán del todo en la adultez, no se librará de los brotes puntuales, que habrá de controlar toda su vida, ya por fin medicado.
 Ramiro crece en la miseria más paupérrima y aprende rápido los colores del hambre. Quizás por eso incuba desde niño un odio visceral hacia “la gente rica” y hacia todo lo formalmente establecido, incluidas las instituciones y el poder.
A la vez ha ido templando por su cuenta un carácter fuerte, autoritario y altanero, pero también observador, reservado y analítico. Sigue una rígida “disciplina moral” para consigo mismo, porque su rebeldía le dificulta cumplir órdenes de los demás. En su fuero interno, no se siente "un Valdés". De hecho odia ese apellido heredado de su padre, que estigmatiza y hunde a la familia en la oscuridad de los desheredados sin identidad, los bastardos sin nombre.
Ramiro admite haber tenido su primer pensamiento “político” a los 8 años, cuando Batista se presentó como candidato de la Coalición Socialista-Democrática, ganó los comicios y fue electo presidente. El día que “El Indio” asumió el poder, el 10 de octubre de 1940, Ramiro recuerda a su padre maldiciendo a “ese analfabeto oriental”, por manchar con su vulgar nombramiento una efemérides gloriosa. “Este hombre nos hará más pobres”, le dijo a su hijo.
Ramiro odió a Batista, desde entonces, con todas sus fuerzas de hijo de bastardo resentido con el mundo, convirtiéndolo en la diana principal de su rencor. Ni imaginaba, que años más tarde, preso en la Cárcel Modelo, ofendería al dictador con las palabras fuertes que aprendió de niño en su pueblo; y mucho menos, que Batista sería su valedor, y que gracias a él recuperaría su libertad y conservaría su vida. 

Pero aún falta tiempo para que ocurra eso. En los 40s, paradójicamente un hecho infausto proporciona un respiro a la economía cubana: los japoneses atacan a Pearl Harbor y estalla la Segunda Guerra Mundial. A pesar de estar muy lejos del conflicto, el gobierno cubano da un paso al frente y se posiciona junto a su vecino del norte, aportando lo que puede a las fuerzas anti nazis. 
Cuba se alinea con Estados Unidos y contra el Eje, da el visto bueno al patrullaje naval norteamericano en sus aguas jurisdiccionales, y pone a disposición de la Armada las bases militares aéreas de su territorio. Algunos barcos cubanos llegan a escoltar convoys de Estados Unidos, y un par de buques mercantes de la Isla son víctimas de los U-boat nazis.
Estados Unidos le devolvía el favor a Cuba importando azúcar cubano en grandes cantidades, que reexportaba a Inglaterra y a Rusia. USA llega a pagarle a Cuba, a 5.30 dólares el kilo de azúcar, un precio muy ventajoso para la Isla, que rápidamente repercute en la economía de los sectores vinculados a la producción de caña.
Concluido el período presidencial en 1944, y sin más remedio que acatar la Constitución que le prohibía reelegirse, Fulgencio Batista deja el poder. Pero su candidato Carlos Saladrigas Zayas pierde las elecciones, así que el General aparca temporalmente sus planes de volver a gobernar, y se marcha a vivir a los Estados Unidos.

Las cosas les van un poco mejor a los Valdés en Artemisa, pero no tanto como para satisfacer las expectativas del joven Ramiro. Aunque su padre ha conseguido abrir una pequeña bodega de barrio, Ramiro deja el colegio sin llegar al bachillerato y se coloca de despalillador en la tabaquería donde trabajó su madre.
 Después comenzará a dar palos de ciego: será aprendiz de torcedor, ayudante de zapatero y oficial de carpintero ebanista. Incluso llegará a regentar una “vitrina” de apuntador de bolita. Pero comienza 1952, y a sus 20 años, el hijo de los Valdés es solo un humilde bodeguero a sueldo de su padre.

Entonces Batista vuelve a Cuba, y todo se calienta otra vez. 
El 10 de marzo de 1952 se produce el cuartelazo de Fulgencio. De un plumazo, Batista aumenta el salario de las fuerzas armadas y de la policía (de 67 pesos a 100, y de 91 a 150 respectivamente), se asigna a sí mismo un sueldo anual superior al del presidente de Estados Unidos (se lo sube de 26.400 dólares a 144.000, 44.000 dólares más que el presidente Truman), inhabilita al Congreso y pone el poder legislativo a disposición del Consejo de Ministros, suprimiendo el derecho a la huelga y las garantías constitucionales. Como colofón, restablece la pena de muerte, prohibida en la Isla desde la Constitución del 40.
Es más de lo que Ramiro puede soportar.

 EL GUAJIRITO Y EL NIÑO BIEN

 ¿Cómo un campesino inculto y pobre, perdido en una ignota pedanía rural, llegó a ser la mano derecha del dictador más poderoso de Latinoamérica? ¿Qué tenían que ver un analfabeto bodeguero de pueblo y un estudiante del colegio de Belén que iba para abogado?



Fidel también había nacido en un pueblo de campo, en el extremo opuesto de la Isla, pero su extracción social era distinta. Tuvo acceso a una esmerada educación en uno de los mejores colegios habaneros, y cursó la carrera de abogacía en la universidad capitalina. Pero también fue pandillero y bravucón en sus años mozos, y empuñó y disparó pistolas en las calles, mucho antes de que Ramiro tocara una con sus manos.
Algo magnético atrajo la atención del belicoso joven pinareño, en ese hombre de barba rala y exagerada retórica, que amenazaba a Batista sin miedo desde las lomas de Oriente. Fidel había conseguido encauzar su odio a la tiranía materializándolo en un grupo de rebeldes indómitos, y se había alzado en la manigua por la libertad de Cuba. 
La rebeldía, la anarquía y la venganza eran el chute de energía que estaba necesitando el guajiro de Artemisa. Fidel era y hacía, todo lo que Ramiro soñaba ser y hacer. Y decidió que su lugar estaba junto a él.
Entonces se afilia al Partido Ortodoxo, y en su sede habanera encuentra por fin el camino a los rebeldes.
Casi enseguida contacta con las redes de reclutamiento del M-26-7. Él no lo sabe aún, pero buscan voluntarios para su próxima acción militar: el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba.

 Ramiro abandona Artemisa en febrero de 1953 sin haber cumplido aún los 21 años, y pone rumbo a Oriente, destino la Granjita Siboney. Quiere servir a la causa de Castro y ser su más entregado seguidor. Ni él mismo sabe que conseguirá ambas cosas con creces.


Hay varias postas dispersas en las inmediaciones de la Granjita, avanzadillas del grupo de rebeldes lideradas por mandos subalternos de Castro destinadas a la vigilancia, y también a recibir a los alzados novatos, pero Ramiro las evita. Quiere presentarse a Fidel en persona. Espera varios días escondido en las inmediaciones del lugar para poder verlo, durmiendo a cielo abierto y bajo la lluvia. Allí lo encuentran los oficiales Jesús Montané Oropesa y Agustín Díaz Cartaya, y lo llevan en presencia de Castro. 
Por fin está al lado de su Dios.
Le resulta muy fácil hacerse notar a partir de entonces, pero pone todo su empeño en ello. Fidel  no tarda en centrar su atención en “ese guajirito flaco que parece un güin”, pero que descolla entre los soldados novatos. Ramiro se destaca como ninguno en los entrenamientos militares a pesar de su complexión delgada y su nula preparación militar anterior. Es con diferencia el más rápido y resolutivo de sus compañeros, tiene excelente puntería y muestra unas dotes innatas para la estrategia y la inteligencia. Advierte Castro que también el guajirito es reservado y serio, pero capaz de establecer un liderazgo firme e imponer un mando. 
Fidel necesita como el agua, combatientes iguales a Ramiro.
Por eso lo escoge entre los ocho asaltantes que selecciona para tomar la posta principal del cuartel; la “entrada en fuego” de la operación. Y entonces le hace la primera pregunta comprometedora de su vida, que quizás explique la naturaleza de la relación que mantendrá con él en el futuro:

“¿Valdés, está dispuesto a mandar al grupo y entrar usted primero?”.

Fidel trataba de “usted” a todos sus subordinados, como la mayor parte de los orientales de entonces, y solo tuteaba a las personas de su círculo íntimo. Lo hacía un poco para establecer su jerarquía y otro para imponer respeto. Pero cuando el pinareño respondió que sí, sin dudar, nunca más volvió a tratar de “usted” a Ramiro.
  
El propio Ramiro comenta este momento, a Bohemia en agosto del año 1972, cuando volvió a recordarlo durante una entrevista en ocasión de su 40 cumpleaños: “Casi enseguida pensé aterrorizado, ¿qué acabo de hacer? ¡De esta no salgo! Pero se lo dije sin pensar mucho, y también lo hice después, sin pensar mucho…”

Pocas veces se repara en esta primera y definitiva prueba de fe de Ramiro Valdés a Fidel Castro, que más que una prueba, recordaba la obediencia ciega que deben a su  líder los miembros de una secta. Castro envió a Valdés literalmente a la muerte, y éste aceptó la encomienda totalmente consciente. 

¿Cuánto habría de locura faraónica en aquella proposición suicida de Fidel a su joven soldado? ¿Y cuánto más, en la respuesta en apariencia irreflexiva y temeraria de éste?

No importaba ya; el abogado y el guajiro se habían flechado mutuamente para toda la vida.

UN ASALTO ARRUINADO POR FALTA DE ENSAYOS


Ramiro cumple su cometido en el Moncada de forma impecable, y de hecho tiene un protagonismo importante durante la acción armada.
Pero el asalto en sí, fue una absurda y disparatada sucesión de despropósitos y errores garrafales, que culminó en un clamoroso fracaso, más propio de una comedia de situación que de un evento bélico.


El Moncada es de todas, la mayor mentira inventada por Castro, y sus detalles ocultos Ramiro los conoce bien. 

En el futuro, Fidel convertirá el incidente en todo lo contrario, dibujándolo como una ficción épica y heroica, la más grande de la Revolución, de la que él habrá sido el líder. Su conmemoración anual será la celebración por excelencia de la nueva Cuba comunista: el 26 de julio. 


Pero Ramiro sabe bien que aquel operativo de Fidel fue un desastre; que ni siquiera tuvo en cuenta que era Carnaval, subestimando la vigilancia del recinto, que había sido redoblada en esas fechas. Ignoraba que en fiestas se reforzaba el control del cuartel de 6 de la tarde a 6 de la mañana, y que se cerraban todos sus accesos a cal y canto, excepto el de la entrada principal. Lo sabía todo Santiago, menos ellos. 

 Ñico López
Ramiro es perfectamente consciente de que un tercio de los asaltantes se perdió por las calles adyacentes de la ciudad y nunca llegó a entrar en combate. 

Sabe que a Ñico López, ese pobre peón del mercado, “medio comemierdón”, se le olvidó el alicate para cortar la cerca de alambre de púas que rodeaba el cuartel de Bayamo, cuyo ataque simultáneo fue abortado por esta razón paupérrima: 

“Siete hombres mirando fijamente una cerca de alambre de púas, sin saber muy bien qué hacer con ella”, escribiría el historiador Rafael Cobos Vera al describir este momento.
Ramiro guarda silencio sobre la historia absurda de Ernesto Tizol, al mando de una camioneta con seis rebeldes a su cargo, que de pronto se pregunta qué rayos hace allí, y decide abandonar a la revolución en ese mismo instante, desertando en mitad del plan. Simplemente desaparece con sus compañeros. Más tarde la historia revolucionaria diría que Tizol se equivocó de ruta, confundiendo la Avenida Las Américas con la avenida Victoriano Garzón, pero realmente el pobre, estaba desertando. Su decisión, demasiado tardía, hizo que le saliera todo mal, porque lo apresaron como a un asaltante más, y como tal lo condenaron. Desventajas que trae desertar a destiempo.
Ramiro Valdés puede mirar hoy a Raúl Castro de frente -me lo paso en grande imaginando esta escena-, y decirle en su cara que es MENTIRA que liderara el grupo de asalto al Palacio de Justicia, como está escrito en todos los libros de historia de la Revolución. 
De hecho, Ramiro sabe muy bien que la presencia de Raúl en Santiago, en vísperas del ataque, fue totalmente casual, y su participación, mínima y meramente accidental. Valdés sabía por el propio Fidel, que su hermano menor estaba en la ciudad de visita privada en casa de José Luis Tassende y su familia,  no tenía ni idea del plan que se gestaba en la Granjita, y mucho menos estaba invitado a participar en él. 
Raúl, simplemente, no sabía que su hermano atacaría el Moncada, por extraño que pueda parecer. Da sobradas pruebas de ello el Dr. Antonio de la Cova, catedrático y profesor de historia de la Universidad de Indiana, en su revelador ensayo  "Ataque al Moncada", que aconsejo.
Fidel reacciona con contrariedad al ver llegar a su hermano menor sin aviso previo a la granjita Siboney, poco antes de la operación. Lo coloca precipitadamente en el grupo de menor riesgo, a las órdenes de Léster Rodríguez. Es Léster y no Raúl, quien tiene la misión desde la retaguardia, de ocupar el edificio del Palacio de Justicia, al lado del cuartel Moncada. Raúl será solo uno de sus subordinados.
Pero nadie midió antes la altura del muro que rodeaba el Palacio de Justicia, y simplemente, el grupo de Léster con Raúl incluido, no pudo disparar ni un solo tiro, porque no veían el blanco. Cuando Raúl fue apresado, fue sometido a la prueba de parafina para comprobar si había disparado un arma. Resultó negativa; no dio ni un tiro al aire en el Moncada.
El rol de Fidel durante los hechos es de un patetismo aún mayor:  Pese a empuñar todo el tiempo un arma durante el asalto (hay quien dice que una escopeta calibre 22, y otros que una pistola Luger), tampoco apretó el gatillo ni una vez. En cambio, se tiró todo el asalto dando vueltas en su jeep, intentando reagrupar a los asaltantes dispersos y perdidos por los patios de las casas del reparto militar, a 10 cuadras del conflicto. Por allí se quedó hasta el fin de la fiesta y fue lo más cerca que estuvo del Cuartel Moncada: a 1 km.
Ya detenido y conducido a la cárcel de Boniato, Fidel es el único de los prisioneros que se niega a que le sea practicada la prueba de la parafina, para saber si había disparado un arma de fuego. La parafina pondría en tela de juicio su “heroísmo”, evidenciando que no había disparado ni una bala. Negándose a ella, evitaba su desprestigio como líder y al mismo tiempo obligaba al tribunal a asumir que sí lo había hecho. Honor salvado.
Así que, Raúl no participa en el conato y Fidel no se expone, pero Ramiro Valdés, junto a José Ponce y Jesús Montané, tienen una actuación heroica, y son los últimos en abandonar el cuartel bajo los tiros. Ramiro queda herido levemente.
LA CÁRCEL PANÓPTICA 
DE ISLA DE PINOS
La inmediata reacción de Batista y la puesta en marcha de una investigación, culmina con la detención de Fidel y 25 de sus hombres pocos días después. Ramiro es juzgado junto a sus compañeros por el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, y condenado a prisión.
El 12 de octubre de 1953 el Ministro de Gobernación, Ramón Heredia, dispone que los condenados del Moncada sean trasladados al Reclusorio Nacional de la Isla de Pinos.
La sentencia del Tribunal ordena además que los reclusos cumplan la pena en un recinto separado de los presos comunes.

El 14 de octubre, Fidel, Raúl, Ramiro, Almeida y el resto de los rebeldes condenados, son trasladados bajo fuerte custodia en aviones militares DC-3, desde Oriente hasta Isla de Pinos. Al llegar al presidio panóptico, -llamado así porque la disposición circular de sus módulos permite visuales panorámicas a las celdas-, Ramiro y sus compañeros son enviados a una sala separada de la zona de presos comunes por una pared de ladrillos, recién terminada de levantar para ese fin. Aún el cemento está fresco.
Durante los dos meses siguientes, Ramiro lidera o protagoniza varias protestas, “bullas” y acciones de resistencia contra la dirección del penal, que tienen su punto culminante el 24 de diciembre, cuando junto a sus compañeros, se niega a consumir la cena de Navidad, en protesta por los asesinatos cometidos por el ejército y la guardia rural durante los sucesos del Moncada. Ramiro gritará durante toda la noche y a todo pulmón desde su celda de castigo:
“¡Métete la cena de Navidad por el culo, Fulgencio Batista!”.

DESPIERTA EL LOCO

La fuerte tensión nerviosa y el encierro, despiertan en Ramiro otra vez a un viejo fantasma de la infancia: los ataques esquizoides. Sufre dos seguidos en su celda, en el segundo de los cuales agrede a su compañero y también a los guardias que intentan reducirlo. También se rompe la cabeza por varias partes.

Ramiro es trasladado entonces al hospital del penal e internado allí como enfermo psiquiátrico. Por primera vez se le diagnostica oficialmente un trastorno psicótico severo, y es separado del resto de los rebeldes.

El 12 de febrero de 1954, Batista en persona se presenta en el penal para inaugurar una flamante planta eléctrica. Conocedor de la visita, Ramiro desde su celda entona a voz en cuello la Marcha del 26 de Julio y es secundado poco a poco por sus otros compañeros, entre ellos Fidel y Raúl.
Cuentan que Batista prestó atención a la letra visiblemente molesto, y preguntó que quiénes cantaban. Luego abandonó rápidamente la penitenciaría de muy mal humor. Minutos más tarde, Ramiro sería severamente escarmentado con un interrogatorio pródigo en guantazos, junto a Fidel Castro, Israel Tápanes, Ernesto Tizol (que al final, cayó como si no se hubiera arrepentido), y Agustín Díaz Cartaya. Me habría encantado participar.
Ramiro Valdés es confinado entonces durante dos meses al Pabellón No. 2 reservado a los enfermos mentales, pero antes pasa 15 días en una oscura celda de castigo de 2 x 1.5 m, donde apenas puede ponerse de pie muy encorvado. Cuando cumple su penitencia, regresa con sus compañeros al panóptico, magullado y flaco. Fidel lo recibe con un abrazo, que ya es de hermano, no de amigo.
EL ELEGIDO
A excepción de Sor Mercedes, la Madre Superiora del Convento habanero de la Inmaculada que veló por el grupo de rebeldes durante los dos años de encarcelamiento, y que era el contacto de Castro con su mujer Mirtha Díaz-Balart y su hijo Fidelito, solo Ramiro estaba al corriente de su vida personal, e incluso de sus amoríos con la otra mujer que ocupaba su corazón: Natalia Revuelta. Por alguna razón Fidel confió sus secretos más íntimos a un campesino desconocido. 
También era Ramiro quien único sabía los planes que Castro barruntaba para cuando saliera en libertad. Tanta confianza del Rey depositada en él sobre asuntos a los que no tenían acceso oficiales de más antigüedad y graduación, incluido su propio hermano, permiten afirmar que en la cárcel pinera, Fidel Castro y Ramiro Valdés sellaron una alianza poderosa (y peligrosa) que duraría toda la vida.
La de Ramiro fue quizás la única amistad del todo incondicional y sincera que tuvo Fidel a lo largo de su existencia, y una de las más prolongadas en el tiempo. Tanto así, que el artemiseño es la única persona que ha osado levantarle la voz al monstruo, sin morir después. Pero aún no ha llegado ese momento.

AMNISTÍA NO ES PERDÓN

A finales del 54 cobró fuerza en Cuba un movimiento nacional, transversal a todas las fuerzas vivas del país, que reclamaba una amnistía general para todos los presos políticos, que incluyese a los asaltantes del Moncada.
El 10 de marzo de 1955, en plenas fiestas conmemorativas del tercer aniversario del golpe de estado batistiano, se presentan dos proyectos de amnistía general en ambas cámaras del Congreso, y son aprobadas. El 6 de mayo Batista firma la Ley de amnistía que pone en libertad a todos los presos políticos, incluidos los asaltantes del Moncada.

La amnistía del 55 le abre pues, las puertas a la libertad a Fidel y el resto de los rebeldes. Se escapa así también con ellos cualquier intento de hacer verdadera justicia con la banda durante el próximo medio siglo. Pero el Ramiro eufórico de la foto que abandona sonriente el Presidio Modelo junto a Castro, ya no es el jovencito bravucón que llegó a Santiago tres años atrás buscando a su ídolo. Ahora es su cancerbero, su mano derecha, sus oídos y sus ojos. Es en la práctica, su verdadero guardaespaldas. Y así será el resto de su vida.
Pero es pronto para conocer al Ramiro más temible. Se acerca ahora el ajetreado exilio mexicano, los preparativos del Granma en tierra azteca, el desembarco, la Sierra, el triunfo y toda la rumba posterior.
Se acerca también el Ramiro mujeriego, cabaretero e infiel, su vida privada tras los muros de su casa, sus hijos, sus tristezas, sus grandes crímenes, sus manías, sus placeres, sus mujeres... y sus enemigos.

Lo trillaremos todo en el próximo capítulo.

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Author: verified_user

Cubano de nacimiento y catalán de adopción

28 comentarios:

  1. Fascinante, como siempre...

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  2. Bueno, muy bueno. Como siempre, y como ya estamos acostumbrados: REAL!

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  3. Este es uno de los personajes que más me ha llamado la atención siempre. Apenas mencionado por la historia oficialista, pero protagónico como solo sabes desenmascararlo. Todavía hace un año andaba cazando búfalos por "la guabina" en Pinar del Río (y llevándolo en su coche para consumo personal).....

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  4. Si hay que enseñar y debe hacerse, cómo de la mediocridad, de lo "no saberse buscar la vida", "del que nace pa'peseta no sabe llegar al peso", "del aprendiz de todo y maestro de nada", pero con la habilidad de percibir que "a río revuelto ganancia de pescadores" y poder "olfatear su río revuelto", se pueden llenar las ambiciones insatisfechas del poder absoluto, jugar con él (el poder) casi a su antojo, sin escrúpulos, se debe usar entonces este ensayo histórico como texto imprescindible!!!!
    Esperamos ansioso su continuación que le auguro más brillo aún!!!!

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  5. Fascinante relato que me habria gustado saber 25 años atras cuando apenas con 17 conoci a Mario Chanes de Armas, uno de los que esta en la foto junto a Fidel saliendo del Penal. Mario paso 30 años preso en Cuba. Me conto cosas de la epoca, pero he olvidado muchas. A esa edad no ponia mucha atencion a la historia, mas bien al futuro. Futuro que nunca llego y que muy probablemente nunca llegara

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    1. ¿Mario Chanes? Harías bien en contarme cosas de esa familia... los CHANES DE ARMAS.

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    2. Sammy tambien yo pase por lo mismo. No ponia atencion y solo miraba al futuro que solo me llego con 44 años al irme de Cuba.

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  6. Voy a tratar de buscar informacion. Yo lo conoci cuando salio de la prision. Estaba bien viejito y bastante malito, imaginate 30 años porque nunca acepto ni que lo mandaran a correccional ni libertad condicional. No recuerdo bien porque fue su causa, pero si se que fue todo fabricado por Agapito porque Mario le reprocho haber engañado a todos con el comunismo. Poco despues se fue a Miami, alla vi una vez un video de el. Y segun tengo entendido ya murio. Pero voy a indagar a ver que te consigo

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  7. Esto es genial ... Cómo hecha luz a los huecos oscuros de la involución cubana... Me falta entender que pasó en el 30, espero que un día lo expliques Carlitos. �������� Y soy yasmani.

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  8. Hay algunas semejanzas entre este personaje y Fouché en la Francia de Napoleón. El déspota nunca lo consideró un amigo pero sabia la importancia de tenerlo de su lado. Supongo que el sátrapa de Birán ya sabía esa lección.

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  9. Oye Charlie cuando vuelves al facebú?

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  10. Wow ...Interesante de veras...desde el punto de vista medico...su mirada siempre fue de temer...ya si veía yo que tenia mirada penetrante, terrorífica...uno dice dictadura, pero la magnitud de estos terroristas asesinos se desconoce realmente....con inquietud espero el siguiente capitulo como quien ve The Vampires Diaries, cuando crees que ya conociste al malo, aparece otro peor...

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  11. Esto es como la novela de sector 40,,jaja espectacular,no me quedan uńas!! Esperando el proximo capitulo.

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  12. Llego y me doy banquete. Poco que agregar. Espero continuación. Un abrazo siempre Carlos.

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  13. Ahora viene lo bueno. Gracias, Carli! Es maravilloso...

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  14. Carlos, cuando tengas tiempo mira una breve nota que acerca de este tema te puse en el Mensajero de tu facebook. Saludos y gracias, por la importante labor que desarrollas. Saludos

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  15. PAPUCHO CUÁNDO LA II PARTE....POR FAVOR MI VIDA.

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  16. Cuando se publicará el segundo capitulo?

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  17. Recien participo de estas narraciones, nunca es tarde, son historias muy reales, mejor que la de los libros de historia escolares. Gracias por compartir. En espera de la 2da parte

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  18. Alguien que me ayude a leer la segunda parte...no la encuentro. Pueden enviarla a mi Messenger: Marlon Garcel Su. Muchas gracias....

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