Por Carlos Ferrera
—Y cuando murió mi marido, que era divino, me dije: “Cristina, sos la viuda de América, América espera mucho de vos. Tenés que ser fuerte y levantar a La Argentina desde Ushuaia a la Quiaca, porque ese era su sueño”.
—Yo admiraba mucho a Perón, tu marido.
—Fidel, Perón no era su marido, era Kirchner
—¿Pero ella no es Evita?
—¡No, Comandante, soy Cristina!
—¿Qué Cristina?
—¡Cristina Kirchner, Comandante! ¡Cristina para los cubanos y cubanas y para los pobres y las pobras!
—Tienes un pelo bello, Cris.
—¿Viste, Raúl? ¿A que es un sueño?
—Me encanta ese tono. ¿Qué te das?
—Castaño L’Oreal 5, ¿te gusta?
—Me vuelve loco, tiene unos reflejos maravillosos
—Lo inventaron especialmente para mí.
—Qué lujo.
—Sólo puedo ponérmelo yo en toda Argentina. Dicté pena de muerte sobre cualquier persona o persono que se lo ponga en todo el territorio nacional.
—Eres divina.
—Lo sé. Pero fui pobre, no sé si vos lo sabés.
—Pues no.
—Lo que no he sido es diabética.
—Menos mal. La diabetes es terrible.
—Es una enfermedad de gente con alto poder adquisitivo.
—Ya.
—Por eso odio a los diabéticos y lucho contra ellos. Es ver un diabético y saltarle al cuello.
—Eres muy valiente.
—O sea que eres Cristina… ¿Cristina Obín o Cristina Palomino?
—Cristina Kirchner, Comandante, Kirchner. CFK.
—¿Y usted me conoce?
—¡Claro, Comandante!
—¿De qué? ¿Estuviste en la Sierra conmigo, Miguelina?
—No, Comandante, pero me leí todos sus discursos para hacer una Argentina cubana, una Argentina con leche para todos y para todas. Para los argentinos y las argentinas, para…
—¿Qué tal está Delia Garcés?
—Delia murió hace tiempo.
—No me digas. ¿Y Zully Moreno?
—También.
—Libertad no me ha dicho nada.
—Fidel, Libertad Lamarque también murió.
—Raúl, ¿por qué no se me informó oportunamente de la muerte de Delia, Zully y Libertad?
—No quisimos darte un disgusto. Sabemos lo que te gustaba Cine de Domingo.
—Error. Cada vez que se muere alguien, debo saberlo.
—Te avisaré de ahora en adelante.
—Entonces, compañera Carmelina, ¿usted está construyendo el socialismo en Argentina?
—Cristina, Comandante. Bueno… es un proyecto muy bello al que no he renunciado.
—En Argentina hay carne… me gusta ese país. Y tú mandas allí, ¿no?
—Me acaban de arrebatar el poder con malas artes, Comandante. Pero volveré pronto.
—Está claro que Argentina te adora, Cris.
—Argentina me quiere porque construyo para todos y para todas.
—Eres maravillosa…
—Soy la reencarnación de un arquitecto egipcio, porque amo construir.
—Me emocionas, Cristina.
—Emociono a todo el que me conoce.
—¿Sabes que lo de Macri nos ha entristecido muchísimo?
—Y a mí. Pero lo estoy jodiendo todo lo que puedo.
—Es lo justo
—No pienso dejarlo en paz.
—Lo que hiciste para sabotear la toma de posesión me encantó.
—¿Me viste? Estuve divina ¿no?
—Que si no entrego la banda, que si reviento la ceremonia… qué circo.
—¿Viste? Le deslucí todo el traspaso de poderes a Macri. Jaaajajajajaja
—Juaaaajajajajajajajaja
—¿De qué se ríen? ¡Acaba de morir Delia Garcés, no entiendo las risas!
(SILENCIO)
—Macri es un peligro para América, ¿No, Cris?
—Es la derecha más perversa. No se puede esperar nada bueno de él.
—Y es feo.
—Tiene los ojos claros. La gente con los ojos claros suelen ser malas personas.
—Y su vicepresidenta va en silla de ruedas. Muy antiestético.
—Eso está abocado al fracaso.
—Además, Macri tiene mucho que ocultar.
—¡No me digas!
—Es gay, como Nisman.
—¡No me digas!
—Como lo estás oyendo. Recuerda que en Argentina no hay nada que yo no sepa.
—Bueno… en confianza, Cris, yo también soy gay.
—Lo sabía.
—¿Ah sí?
—Lo sabe todo el planeta, pibe.
—Vaya…
—Pero vos sos un gay digno, un gay espléndido. ¡No tenés nada que temer!
—En eso tienes razón.
—Macri es gris. Del tipo de gay que da asco, ¿entendés?
—¿Quién es gay?
—Macri, mi hermano, Macri.
—¿Quién es Macri?
—Es el nuevo Presidente de mi país, Comandante.
—No le contestes, Cris, que si no, esto no tiene fin.
—Ok.
—Oye, lo de Nisman ha sido muy fuerte.
—Yo duermo tranquila porque fui más que escrupulosa con el caso Nisman.
—Pasaron 50 personas por el apartamento donde se encontró el cuerpo.
—Es muy normal en Argentina. Está en el protocolo policial cuando hay un asesinato.
—¿Ah sí?
—Deben ir algunas personas a tomar café a donde se encuentre el cadáver.
—Qué curioso.
—Pero fue un montaje para destruirme a mí. No soportan mi glamour.
—La derecha es muy envidiosa. Ahora se perpetuarán en el poder.
—No si yo estoy viva para impedirlo.
—¿Tienes algún plan para recuperar la Casa Rosada?
—Me estoy encargando personalmente de que Macri no duerma en paz ni una sola noche.
—Una fuerte oposición en la Cámara... imagino.
—Qué va. No paro de llamarlo de madrugada.
—Ja ja ja... qué grande eres. Entonces lo agobias con cuestiones de estado a esas horas. Eso sí estresa...
—Una fuerte oposición en la Cámara... imagino.
—Qué va. No paro de llamarlo de madrugada.
—Ja ja ja... qué grande eres. Entonces lo agobias con cuestiones de estado a esas horas. Eso sí estresa...
—No boludo, no. Cuando lo coge, le digo maricón y cuelgo.
—(...)
—En tres meses lo enfermo de los nervios.
—Eres tan brillante…
—Lo sé.
—Raúl, ¿quién es esta mujer?
—Soy Cristina, Comandante. ¡Cris-ti-na!
—¿Qué Cristina?
—Déjalo, ahorita se queda dormido.
—Me duele en el alma verlo así. Era ta carismático...
—Así es. No como Macri, que ni gota de carisma.
—Para carismática yo.
—Y Moria Casán. Me encanta ese pájaro. Él y Susana Jiménez son los dos travestis argentinos que más me gustan.
—No son putos, Raúl, las dos son mujeres auténticas.
—¡No!
—Claro boludo.
—Pero, ¿mujeres, mujeres?
—Sí, sí.
—¿Y Mirtha Legrand también es una mujer?
—Por desgracia, sí.
—¡Increíble!
—Yo no la soporto.
—Así que usted es María Cristina…
—¿Qué le digo, Raúl?
—Déjalo, déjalo que hable.
—Aquí le dedicamos una canción. Dice: “María Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente, porque no quiero que…”
—No, Comandante, no soy esa Cristina ¡Soy Cristina Kirchner!
—¿Eres filipina?
—¡Qué horror! ¿Siempre está así, Raúl?
—Siempre, hija, me tiene enfermo.
—Se me saltan las lágrimas.
—Yo ya no tengo lágrimas para llorar…
—Por eso amo a Cuba como nadie. Yo tuve el coraje de meter a los chinos en Argentina gracias a él…
—¿Qué dice usted, Fernandina?
—¡Que yo metí a los chinos en Argentina gracias a vos, Comandante, que siempre ha estado con China!
—¿Qué chinos? ¿Hay chinos argentinos?
—Déjalo, Cristina, no compliques las cosas.
—Ok, ok.
—Cris, cuando quieras ya sabes que puedes venir a pasar las vacaciones en Varadero, totalmente gratis. Te invito yo.
—No sabés lo que te agradezco eso Raúl, tantos años de gobierno me dejaron muy tensa. Necesito un relax.
—Fidel también estará encantado de que vengas. ¿Verdad, mi hermano?
—¿De que venga quién?
—Ella, chico, Cristina Kirchner.
—¿Qué Cristina?
—Te considero Raúl.
—Esto es todos los días, mija. Todos los días.
Todas las historias son delicias de lecturas, pero esta siempre me ofrece la saludable carcajada. Un verdadero gustazo. Sin dudas, Carlos Ferrera ha entrado al canon de la cultura cubana.
ResponderEliminarNo me recuperó de está conversación , Fidel en su niebla ,Raul en su pajará y la descarada de Cristi tan Argentina que da as o con su ZENCILLES, ja ja .......me muero de risa .
ResponderEliminarEres tan divertido, además de que atrapas las situaciones más diversas para en cuatro brochazos pintarnos una realidad alternativa que apunta a la realidad que fue,que es...
ResponderEliminarEres una joya mi querer, sin desperdicio. Cuídate mucho.
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