jueves, 3 de octubre de 2019

LOS CUIDADORES DEL MONSTRUO

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Poniendo cara a los escoltas de Fidel Castro
Por Carlos Ferrera

El 14 de junio de 1961, en plena euforia tras la victoria de Bahía Cochinos, Juan Bacigalupe intentó asesinar a Fidel Castro en la intersección de las avenidas Santa Catalina y Rancho Boyeros, en la ciudad de La Habana.

Bacigalupe lideraba un grupo anticastrista que pretendía atacar el automóvil oficial del comandante con una bazuca y granadas de mano, desde un jeep descapotable. Casi lo consigue, pero los guardaespaldas de Fidel desactivaron el plan a pocos minutos de ser puesto en práctica, y Bacigalupe y su grupo fueron capturados, juzgados y encarcelados.

Ese fue solo uno de los 638 atentados que se intentaron contra Castro durante el medio siglo de su mandato, 167 de los cuales pudieron evitarse cuando ya estaban en marcha.

Tras el intento frustrado de Bacigalupe, el dictador fue objetivo de infinidad de conatos de eliminación física por distintos medios, algunos verdaderamente rocambolescos. Desde puros habanos y moluscos explosivos, hasta su traje de buzo infectado con hongos, un bolígrafo-jeringuilla envenenado, veneno en una crema facial, bacterias tóxicas pigmentadas en servilletas de té, bombas, francotiradores, o simplemente planes para pegarle un tiro en plena calle.

Todos los amagos de atentado fueron frustrados por los hombres que lo protegían, si bien “in extremis” en algún caso, porque no todos fueron detectados por el Buró de Atentados adscrito a la DSP cubana, e incluso algunos estuvieron a punto de tener éxito.

El escritor, investigador y experto en antiterrorismo José Ramón Alfonso, ha diseccionado el funcionamiento de los servicios de seguridad cubanos, y especialmente de la guardia personal del Tirano durante 50 años en su informe “Todo es verdad, hasta un día”. En él hace mención de un atentado contra Fidel, intentado en marzo de 1963, que casi prospera:
Polita Grau (nacida como Maria Leopoldina Grau-Alsina el 19 de noviembre de 1915 en La Habana, Cuba, y fallecida el 22 de marzo de 2000 en Miami , Florida). Fue una Primera Dama de Cuba, una presa política cubana y la "madrina" de la Operación Peter Pan
“La CIA fue informada a través de su agente Leopoldina “Polita” Grau Alsina, de que Fidel acostumbraba a visitar cada noche el hotel Hilton y tomarse un batido de chocolate, y que el "gastronómico" que lo atendía personalmente llamado Santos de la Caridad, era la fuente de información y de absoluta confianza de la contrarrevolución. La CIA entonces decidió eliminar al dignatario cubano mediante cápsulas líquidas sin sabor, que contenía un veneno mortal. La capsula llegó a Cuba a través de Alejandro Vergara, un diplomático español acreditado en La Habana, y le fue entregada a Santos de la Caridad, quien, cuando llegó Fidel y pidió su batido, corrió a la nevera. Pero las cápsulas con el veneno se habían quedado pegadas al frío (congeladas junto al hielo) y reventaron cuando Santos intentó extraerlas. Fidel se tomó su batido de chocolate y se fue, ajeno por completo de lo cerca que había estado de la muerte. Santos de la Caridad cumplió más tarde prisión por estos hechos, y actualmente radica y trabaja en Miami”. 
Polita Grau en su madurez, ya en el exilio.
Polita pasó siete años “becada” en Nuevo Amanecer por estos hechos, y después abandonó el país para siempre.

El periodista español de RTVE Vicente Botín, invitado en cierta ocasión a una recepción que el Tirano ofreció a la prensa extranjera en el Palacio de la Revolución, comentó sobre su seguridad personal.

“No había cuchillos en el enorme salón del Palacio de la Revolución y los guardaespaldas de Fidel Castro no quitaban el ojo a los tenedores con los que más de un centenar de personas se peleaban con enormes trozos de langosta. El Comandante en Jefe les saludaba sin aparentar darse cuenta de sus dificultades, deteniéndose en cada corrillo. Quizás entre los invitados, periodistas y cineastas que habían participado en el Festival Internacional de Cine de La Habana, podía haber algún agente de la CIA con aviesas intenciones. La seguridad ante todo.

Me hallaba yo también en singular combate con la langosta cuando recibí una indicación del realizador Antonio Gasset para que le siguiera discretamente y héteme aquí que su amigo, el cineasta cubano Pastor Vega, nos conduce a una salita donde Fidel Castro departía con un grupo de selectos, de eso no me cabía ninguna duda, porque sobre la mesa varias docenas de tenedores brillaban lustrosos junto a sus respectivas parejas de cuchillos. Además, el Líder Máximo se mostraba más relajado sin la muralla de sus guardaespaldas, todos de la talla XXL…”.

Los guardaespaldas de Castro han sido los primeros responsables de prolongar su vida casi un siglo. Durante la mitad de ese período, el tirano tuvo centenares de escoltas a su servicio, imposibles de relacionar por sus nombres, pero hoy intentaremos poner cara -y hechos- a algunos de los más famosos. Agradeceré, pues, cualquier información que amplíe la que aquí brindo sobre los que menciono, y el aporte de nuevos nombres a esta lista.

JUAN REINALDO SÁNCHEZ: LA REVELACIÓN


En el año 2004 salió publicado en España un libro titulado “La vida oculta de Fidel Castro”, que había estado escribiendo durante casi dos décadas uno de sus escoltas de más confianza, el teniente coronel Juan Reinaldo Sánchez.

El libro de Juan Reinaldo es hasta ahora el documento testimonial más completo sobre la vida privada del dictador cubano y su familia más próxima; sus vicios burgueses, sus negocios espurios, sus infinitas propiedades y su complicidad con el narcotráfico, entre otras consideraciones. 

Aunque ya conocíamos gran parte del relato, Sánchez aportó un nuevo punto de vista de la historia íntima del monstruo, desde una nueva perspectiva: la de un miembro de su escolta personal. El ex guardaespaldas no solo reveló las interioridades hogareñas del líder, sino también el modus operandi de sus servicios de seguridad.
Juan Reinaldo fue guardaespaldas de Fidel durante 17 años, -desde 1977 hasta 1994-, fecha en la que renunció a su puesto, según sus palabras, “decepcionado con el comandante y con la revolución, tras escuchar por casualidad una conversación entre él y su entonces ministro de Interior, José Abrantes, en la que ambos confirmaban, sin ninguna duda, la relación ilícita e inmoral del estado cubano con el tráfico de drogas”. Posteriormente se produjo la condena a muerte y fusilamiento de Ochoa, cuyo propósito según reveló después el propio Sánchez a la prensa, fue «limpiar el nombre de Castro y el de su hermano Raúl».

En 1994, el escolta, de entonces 45 años, pidió la renuncia y el retiro de las fuerzas de seguridad personal de Fidel. El comandante interpretó su petición como una insubordinación, y se la hizo pagar con dos años de cárcel. Cumplida su pena, y después de diez intentos de huir de la Isla por mar, en 2008 Sánchez por fin logró escapar a los Estados Unidos en una lancha.

Tras publicar su libro en España, Portugal y los Estados Unidos, Juan Reinaldo fue vapuleado -o celebrado- dentro y fuera de Cuba durante mucho tiempo. A los cubanos del exilio, los “arrepentimientos repentinos” nos resultan sospechosos, y más, cuando se trata de individuos que han vivido tantos años en connivencia con el poder que después han traicionado. Pero, suspicacias aparte, no puede negarse que Sánchez destapó -o confirmó- en su libro, muchos rumores que durante años solo habían sido meras especulaciones. 
Fidel Castro se prepara para pescar desde las lanchas Pionera I y Pionera II unidas. el escolta Juan Reinaldo Sánchez de oscuro y Alex, un hijo de Fidel a su izquierda
Juan Reinaldo Sánchez murió sospechosamente en mayo de 2015 en Miami a los 66 años, aparentemente de una infección pulmonar fulminante. Falleció apenas dos semanas después de que su libro fuera publicado en Estados Unidos y en el Reino Unido. Según sus amigos y familiares cercanos, el ex escolta no parecía estar enfermo por aquellos días, pero había prometido revelar más secretos de Castro, y temía por su vida, tanto, que se hacía acompañar por dos guardaespaldas y portaba siempre una pistola.  Hoy su libro está censurado por el gobierno cubano, que también ha bloqueado los sitios web donde puede obtenerse en PDF. Yo recomiendo a quien no lo haya leído, que pruebe a bajárselo aquí.

Una de las conclusiones que se derivan del libro de Sánchez, es la permanente obsesión por la seguridad que tenía Castro desde que se metió en el rentable negocio de la revolución.

UN HOMBRE CUSTODIADO

Dicen que desde que Fidel era un adolescente en su natal Birán, cuando aún se llamaba Hipólito y no Alejandro, lideraba pequeñas pandillas de otros niños. Eran pequeños acólitos bajo su mando, con los que medraba en el colegio y en el barrio, y que le servían de ariete para “agitar” a otros infantes.
Ya en su tumultuosa vida universitaria, Fidel pudo cumplir su deseo de tener guardaespaldas, montándose una pandilla de pistoleros “de verdad”, formada por estudiantes belicosos como él. El Moro Assif, Juan Pedro Carbó Serviá, Cubela, Fructuoso Rodríguez y muchos más, le sirvieron de “escoltas” eventuales en diversas acciones terroristas presuntamente “justicieras” en los años 40s.
Desde su exilio mexicano, el posterior desembarco del Granma y durante los tres años de la lucha en la Sierra Maestra, la seguridad personal de Fidel estuvo siempre perfectamente engrasada. Sus responsables eran entonces los comandantes de la revolución Juan Almeida Bosque, primero, y Ramiro Valdés, después, ambos bajo el control de Raúl Castro. Con posterioridad, y atendiendo a movimientos estratégicos que obligaban a Almeida y a Ramiro a desplazarse lejos de la famosa Columna 1 del comandante, la responsabilidad de su seguridad recayó en otros miembros de la columna, nombrados por el propio Raúl.

EL TRIUNFO Y EL MIEDO A MORIR

El 1 de enero del 59, cuando Fidel organizó su “caravana de la victoria” desde Oriente, su equipo de seguridad se reforzó con los combatientes de más confianza. Ellos serían los encargados de acompañarlo en el trayecto victorioso hacia La Habana. Fue el comandante Enrique Lussón Batle bajo las órdenes de Raúl Castro, quien diseñó la primera escolta personal oficial de su hermano, añadiendo más de 20 hombres a su equipo de guardaespaldas. 

Como primer jefe de su “primer anillo” de escoltas, fue designado el malogrado comandante Paco Cabrera, a quien me referiré más adelante. Ya en La Habana, Castro salió del Palacio Presidencial con sus guardaespaldas, en los automóviles oficiales de Batista -climatizados y con cristales blindados-, aunque por alguna razón que desconozco, a las pocas cuadras sus escoltas y él se cambiaron a un jeep militar, que es el que hemos visto en todas las fotos de esa fecha.

Por el informe del Dr. José R. Alfonso, sabemos que de aquel primer grupo de escoltas del líder (que Fidel premió alojándolos con él en Hotel Habana Hilton) saldrían muchos de sus guardaespaldas de confianza en los años venideros.

Fidel sabía que su muerte era deseada por suficientes personas como para tomar medidas para proteger su vida, por eso diseñó para sí mismo un dispositivo de escoltas a prueba de bombas, que le funcionó perfectamente hasta el día de su muerte.

Relata el Dr. Alfonso en su informe, que “el 6 de junio de 1961, se conforma el MININT, y Aníbal Escalante, secretario de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) comienzan a citar, y a nombrar a cuadros del Partido Socialista Popular y de la Juventud Socialista Popular en puestos claves del estamento de seguridad.

He leído en numerosa bibliografía, que ningún miembro del PSP o de sus juventudes integraron este primer grupo de escoltas del monstruo, lo cual es completamente falso.

Es cierto que en la mente del líder estaba ya entonces la idea de hacer desaparecer a los viejos comunistas de la escena política, plan que implementó durante el juicio a Marcos Rodríguez, y que concluyó en 1964 con la sanción y prisión de uno de sus antiguos dirigentes, el general Joaquín Ordoqui y su mujer Edith García Buchaca.

Pero antes de desactivar al PSP, Castro rescató a los miembros de ese partido que le habían jurado –y demostrado– lealtad, como Carlos Rafael Rodríguez, Alfredo Guevara, Osmany Cienfuegos y muchos otros militantes de perfil más bajo, que ocuparon cargos menores en su gobierno, como los de escolta de su guardia personal.

Exceptuando la diabólica Dirección General de Inteligencia (DGI) que al principio de la revolución dirigía Manuel Piñeiro Lozada, numerosos cuadros comunistas fueron designados a dedo al frente del recién nacido MININT, en diferentes direcciones de los Servicios y Seguridad del Estado (DSE G2).

Al frente del DSE G2, Raúl Castro nombró a Osvaldo Sánchez, y otros cuadros fueron promovidos como Jefes de Secciones, Oficiales de Información, Oficiales de Casos, Contrainteligencia de Campo y, por supuesto, Escoltas del Comandante en Jefe.
Osvaldo Sánchez, jefe del brazo armado del Partido Socialista Popular y operativo de alto nivel de los servicios especiales soviéticos; nombrado por Raúl jefe de la DSE-G2, junto a Camilo Cienfuegos.
Basados en la experiencia de otros servicios de seguridad del mundo, bajo la dirección de Raúl se creó una nueva infraestructura de Contrainteligencia, que se organizó en 9 secciones, a saber:

“B” Bandas de Alzados
“Ñ” Juegos Operativos
“K” Técnica
“E” Ideológica
“X” Centros de Trabajo
“Q” Contrarrevolución
“L” Espionaje
“U” Vigilancia Secreta de los CDR (más tarde sería la DEM) 
“D” Seguridad Personal o DSP.

Al frente de la Dirección de Seguridad Personal, Raúl puso al hoy General de Brigada Enio Leyva, uno de los expedicionarios del Granma que se había destacado por su labor como guardaespaldas personal del comandante en México, antes del mítico desembarco. 

Leyva estuvo a cargo del diseño y control de la Brigada Especial de Seguridad (BES) que se convertiría más adelante el Grupo de Protección del Comandante en Jefe, y de los principales líderes de la Dictadura, exceptuando los de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) a las que Raúl dotó de servicios especiales de inteligencia independientes.

El éxito de la DSP radicaba en que sus departamentos estaban -y aún están- extremadamente compartimentados y trabajaban sin referencias del resto. 

Los guardaespaldas de Castro nunca sabían exactamente cuándo entraban en servicio, ni qué ruta tomaría la caravana del comandante que debían proteger, hasta el último minuto. Incluso entonces, podían ser sustituidos sorpresivamente por otros oficiales.

La DGSP cubana es similar al Servicio Secreto de los EE.UU. Tiene una Policía propia, con uniformes similares a los de la PNR, patrulleros y motos de tránsito similares a los de la PNR, y puede controlar los traslados del líder por la ciudad de La Habana por vías expeditas a velocidades crucero con semáforos controlados manual y por control remoto. También mandan en los aeropuertos, los muelles, las helipistas, los servicios médicos y otros sitios de los que “se adueñaban” cuando había un operativo de desplazamiento del Tirano.

Dentro de la DGSP existe el Buró de Atentados al que antes hice referencia, que se dedicaba a investigar y procesar todas las señales sospechosas de amenazas de riesgo de ataques contra Castro. Su primer jefe fue el oficial “Francisco”, antes segundo jefe de la Sección “E” Habana, y que integraban los agentes “Pastor”, “Julián” -analista de amenazas y señales de riesgo-, y el famoso “Agente Hatuey”. La DGSP es conocida en la jerga de los servicios de inteligencia cubanos como “La 49”, que es la calle en la que se encuentra ubicada en el reparto Kohly.

JOSÉ ABRANTES FERNÁNDEZ “MANDRAKE”; 
CRIMEN Y CASTIGO

No se puede hablar de la seguridad personal de Fidel a principios de la revolución, sin mencionar a “Mandrake”, como era conocido íntimamente José Abrantes Fernández entre los oficiales del MININT. Los sobrenombres estaban muy de moda en los círculos de “segurosos”, y a los altos mandos les encantaba usarlos, “para despistar”. También Pascual Martínez Gil, General de Brigada y Vice Ministro para la Seguridad del Estado, era conocido como “El Tigre”.

En 1961, José Abrantes ya era responsable los Grupos de la Escolta de Castro, entre cuyos “segundos jefes” estaba el célebre Alfredo Gamonal, después fallecido en 1963 en un accidente de tráfico en Oriente. Gamonal era un cuadro del PSP, dirigente del Sindicato de Comercio y trabajador de la tienda “La Sortija” de calle Monte. Abrantes y Gamonal son los que aparecen en la histórica fotografía de Fidel sobre el tanque ruso T-34 en Playa Girón, y junto a Chicho, otro escolta cuyo nombre no he podido averiguar, pero que era administrador del astillero del río Almendares.

Entre 1961 y 1985 se turnaron como ministros de Interior, Ramiro Valdés y Sergio del Valle, y en 1985 Raúl Castro entregó la cartera a José Abrantes. Pero el escándalo del general Ochoa motivó la destitución de Abrantes el 29 de junio de ese año, acusado de abuso del cargo, negligencia en el servicio, uso indebido de recursos financieros y ocultación de información. 

Abrantes fue condenado a 20 años de cárcel, y murió -presuntamente- de un infarto en enero de 1991, mientras cumplía su pena. 
Juicio de Abrantes
FRANCISCO “PACO” CABRERA: 
PRIMER ESCOLTA, PRIMER MUERTO GORE

Paco Cabrera
El selecto grupo de los primeros escoltas de Fidel que lo custodiaban cuando entró triunfal en La Habana el 8 de enero de 1959, lo lideraba el comandante Francisco Cabrera, conocido por sus compañeros como "Paco". 

Apenas tres semanas después, el día 27 de mismo mes, Cabrera viajó a Venezuela junto a Fidel, sin saber que no regresaría nunca de ese viaje; moriría en el aeropuerto de Maiquetía de una forma terrible.

Venezuela festejaba el primer aniversario del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez, y Castro iba en calidad de invitado, también para agradecer personalmente al entonces presidente Wolfgang Larrazábal su oportuna ayuda en armas y pertrechos a los guerrilleros de la Sierra Maestra.

Después de cumplido el objetivo de la visita a Caracas, ya de regreso, cuando la delegación cubana estaba a punto de abordar el avión que la traería a Cuba, Paco reparó en que a los escoltas aun no les habían entregado las armas largas que les habían retirado a su llegada, antes de acceder a territorio venezolano. Entonces quiso acercarse a la cabina del piloto para preguntarle si ya las había metido en el avión.

No se percató de que debía cruzar por debajo de las hélices de uno de los motores que ya estaban en marcha. Las hélices le destrozaron el cráneo y dispersaron su masa cerebral por todas partes. Dicen que fue aquella madrugada, la única vez que Castro se permitió unas lágrimas en público.

“Fue una terrible noticia para él, quien de inmediato salió para el lugar. Yo estaba allí. Nos alumbraban las luces encendidas del cuatrimotor de la compañía Aerovías Q. Los motores estaban recién apagados. Y en el piso, en medio de un charco de sangre, yacía el comandante rebelde, boca abajo, con su traje verde olivo nuevo de paquete y su cabello brilloso, negro natural. Se veían fragmentos de su cerebro en el piso, muy cerca de su cabeza. ¡Horrenda escena!”

El testimonio pertenece a otro escolta célebre de Castro a las órdenes de Paco Cabrera, conocido por el mote de “Guatemala”.

MARIO AUGUSTO CARRANZA RIVERA,
 “GUATEMALA”

Mario Augusto Carranza Rivera, "Guatemala"
Ni siquiera sus compañeros escoltas conocían a “Guatemala” por su nombre de pila. Fue el único guatemalteco que luchó en la Sierra Maestra bajo el mando de Castro y que formó parte de su escolta personal en enero de 1959, un grupo encabezado entonces por el malogrado Paco Cabrera.

Así describe Guatemala la muerte de su jefe aquel día sangriento:

“Yo estaba subordinado directamente al comandante Paco. Y la gente, empujándose uno a otro para alcanzar el puesto más cercano. Cabrera Pupo me hizo seña de que fuera con él hacia la escalerilla ubicada al lado del piloto y el copiloto. “Guatemala, ven, acompáñame”, me dijo, y yo subí con él por esa escalerilla de la punta del aparato al interior de la cabina. De allí pasamos al interior del avión y todavía Fidel y algunos de sus acompañantes estaban allí. «Mi jefe le dijo a Fidel: “Comandante, venga para acá, es mejor que usted se baje por aquí”, al tiempo que le señalaba la cabina del piloto. «El líder de la Revolución estaba contento como un niño chiquito, al ver por las ventanillas del avión el volumen enorme de personas esperando el aterrizaje. “Paco, chico, ¿para qué quieres llevarme hacia allí?”, le preguntó a su compañero de la guerra encargado de su custodia. “Comandante, para que usted se baje más fácilmente por la escalerilla del piloto”. “Pero… ¿cómo? ¿Tú estás loco, Paco? ¿Tú crees que yo voy a tomarle así el pelo al pueblo venezolano que me espera por la escalerilla principal?»”.
Guatemala, segundo por la izquierda, de frente
Cuenta Guatemala que Fidel, miró a Paco, le puso la mano en el hombro y se bajó por la escalerilla normal de todo el mundo, de todos los pasajeros. Y al descender, el pueblo no dejó que pusiera un pie en el suelo. «¡Lo cargaron en peso! Creo que esa ha sido la única vez que a Fidel lo cargan así en un recibimiento como aquel, tan esperado y masivo, al bajarse de un avión. «Tampoco olvido que el vehículo previsto para trasladarlo al centro de la ciudad, no pudo llegar por la presencia de tan enorme y pujante multitud. Entonces él mismo decidió subir a un camión allí estacionado, destartalado y falto de pintura, en el que entramos a Caracas. «Celia y Paco me dijeron que me pegara a Fidel y no me separara de su lado; por eso aparezco en muchas de las fotos de aquellas jornadas en la capital venezolana».

En efecto, fue esa la primera y única vez que Fidel fue cargado en peso en público por sus adoradores sin que sus escoltas pudieran evitarlo. Se dieron cuenta entonces, de que debían evitar a toda costa en el futuro, este tipo de demostraciones de afecto popular hacia el líder.

Mario Augusto Carranza, “Guatemala”, había llegado a Cuba con solo 14 años el 13 de noviembre de 1949 como becario estudiantil, junto a otro compañero, procedente del Instituto Industrial de Quetzaltenango, en su país natal.

En Cuba, el gobierno de Prío le otorgó dos subsidios monetarios por ser becario, y vivió como nunca hubiera podido hacerlo en su entonces pobrísima Guatemala. Cuba se convirtió en su segunda patria y hasta le cambió el acento.

Guatemala se alistó en el Ejército Rebelde, tuvo la suerte de ser destinado a la privilegiada Columna 1 que comandaba Castro, y allí estuvo hasta el final de la contienda. Según refiere él mismo, “muy pocos días después, y a punto de realizar una acción combativa, Fidel se acercó caminando, saludando a todos. Al verme, me preguntó si era de Santiago. Le dije, no, soy de Guatemala y con asombro repitió el nombre de mi país. A partir de entonces todos me apodaron Guatemala”.

Guatemala participó en varios combates y fue designado segundo auditor de la zona sur de la Sierra, donde terminó con los grados de primer teniente. Tras el triunfo, Carranza quiso regresar a Guatemala, pero antes le pidió autorización a Fidel para “hablar de la revolución”. “No tienes que pedirme permiso, es tu deber como revolucionario hacerlo”, le respondió el Tirano.

Llegó barbudo a Guatemala y ensalzó a la revolución cubana en varias radioemisoras y periódicos guatemaltecos. “Al director de la Policía, el coronel Marciano Casado, no le agradó lo que hice, y me dio 24 horas para abandonar mi patria –contó en Cuba después el escolta–, lo denuncié en los tribunales, pues días atrás el presidente de turno Miguel Ydígoras Fuentes me había recibido en su despacho sin objetarme nada”.

Entonces Carranza se lo pensó mejor, se asiló en la embajada cubana en Guatemala, y un mes y medio después regresó a La Habana. Pasarían 38 años -hasta 1997- para que pudiera regresar otra vez a su país. Desde entonces ha estado allí cinco veces.

Guatemala se jubiló en 1995 y hoy es uno de los tres guatemaltecos que presiden la Unión de Guatemaltecos residentes en Cuba, y un anciano revolucionario furibundo.

JOSÉ ALBERTO LEÓN LIMA 
“LEONCITO”; CHOFER, ESCOLTA Y CONFIDENTE

Leoncito en sus primeros días como escolta de Fidel
En ese primer grupo de escoltas de Fidel, constituido en la Sierra Maestra en 1959, estaba José Alberto León Lima, “Leoncito” para los íntimos, uno de los guardaespaldas más próximos a Castro, y al que Castro profesaba un especial afecto.

Leoncito no venía en el grupo de la Sierra, sino que se incorporó en Holguín a la caravana de Fidel. Desde entonces el tirano estableció una amistad “especial” con su escolta; solían verse a solas en Punto Cero cuando el escolta tenía días libres, y en público Fidel no se cansaba de contar las escaramuzas que vivió con él en distintas circunstancias en que su vida corrió peligro. “Leoncito” fungía de chófer, pero era el oficial más osado y valiente, y esa deferencia de trato por parte del comandante creó muchas reticencias entre sus compañeros. El “guataqueo” mutuo entre ambos le resultaba sospechoso al resto del equipo. 
Carné del primer teniente ese Alberto Leon Lima, integrante de la primera escolta de Fidel Castro
Leoncito idolatró al dictador cubano durante toda su vida, y sigue haciéndolo en lo que lleva de muerto. En 2016 publicó sus memorias, donde cuenta sus experiencias junto a Castro, trabajando “cuarenta horas seguidas” a su lado. Dice que lo hizo a petición del propio comandante, a quien sigue admirando porque asegura que a su lado se convirtió en “mejor persona”.

El escolta recuerda que aquel 8 de enero de 1959, cuando la caravana se acercaba a la calle 41 de Playa, “la multitud se agolpó en torno al carro en el que viajaba Castro cuando alguien le entregó por la ventanilla una escultura que le había hecho para festejar su victoria. Fidel le pidió a quienes la acompañaban que la sacaran de ahí: “¡Ni se parece a mí!”, espetó”. 
Fidel como testigo en la boda de su escolta Leoncito
Según él, tras bajar de la Sierra, Fidel Castro comenzó a moverse por la Isla en un Chevrolet del 57 y pocos días después cambió a un Oldsmobile negro de 1958. Fidel Castro corrió peligro durante la segunda explosión del barco La Coubre, por lo que sus escoltas tuvieron que tirársele encima para protegerlo y que no le cayera ningún cascote de hierro.

Castro premió la fidelidad de su chófer con un gesto inédito y muy significativo: “se ofreció” voluntariamente para ser su padrino de bodas poco después de la escaramuza de Girón, el 3 de mayo de 1961.
Leoncito en la actualidad
Sin embargo, algo sucedió con Leoncito años más tarde, al ser “liberado” de sus funciones y “remplazado por personal de mayor confiabilidad”. Hoy es uno más entre los coroneles retirados de las FAR y sigue repitiendo como un loro que “Fidel se fue a los 90 porque quiso”.

UNIVERSO SÁNCHEZ: MATÓN

Universo Sánchez
Uno de los principales escoltas de Fidel en México, además de Cándido González y Ramiro Valdés, fue Universo Sánchez. Desde su exilio mexicano, un hombre no se despegaba de la espalda de Fidel. Lo encontraremos en casi todas las fotos detrás de Castro, en México, en la travesía del Granma, en el desembarco o en la retirada de Alegría de Pío. Ya en la Sierra, Universo dormía al lado del líder, “poco -confesaba él mismo- porque Fidel detestaba a los escoltas dormilones, los quería ver despiertos y siempre alertas antes de dormirse y cuando se despertaba”.

Hay una foto antológica de Castro en Girón en la que el Dictador está con Universo y otros miembros de su escolta, observando un avión B 26 derribado en Bahía de Cochinos junto a su guardaespaldas Chicho a su izquierda, Alfredo Gamonal y José Abrantes Fernández detrás de él. 
Universo Sánchez  en Girón al lado de Fidel, junto a Chicho, Gamonal y Abrantes
Pero Universo Sánchez, flamante comandante del Ejército Rebelde, que llegó al grado de General, era demasiado asesino para ser guardaespaldas, incluso para Castro.

A Universo se le cruzaron los cables después de 1959. Primero, dejó totalmente expuesto a su protegido cuando, asediado por la prensa, describió “inocentemente” y como un chiste, pero con lujo de detalles, cómo Fidel había corrido a salvarse el pellejo en el desastroso combate de Alegría de Pío, una gesta fallida que aun los cubanos de hoy creen que fue una hombrada y un éxito bélico de los alzados. Nada más lejos de la realidad. Fidel lo llamó a contar, y durante un tiempo, Universo dejó de hablar en público.
Universo Sánchez detrás de Fidel
en la Sierra Maestra
Mientras tanto, actuó como presidente de los tristemente célebres Tribunales Revolucionarios que juzgaron y condenaron arbitrariamente a los opositores políticos a Castro. Fidel lo estuvo utilizado como comodín para perpetrar múltiples injusticias jurídicas en esos y otros juicios sumarios, hasta que Universo volvió a meter la pata, esta vez de modo imperdonable.

Nadie se enteró en Cuba, pero en 1993, Universo le metió tranquilamente dos tiros al capitán del MININT Emiliano Ávila, entonces secretario del Partido Comunista en una provincia cubana. Y no pagó por eso ni un día en prisión.

Emiliano Ávila se había cansado de las continuas denuncias de los vecinos aledaños a la propiedad de Sánchez, por la cría ilegal de animales de corral en una localidad urbana. Ávila le había llamado la atención a Sánchez en muchas ocasiones, delante de los integrantes de su núcleo del partido, avergonzándolo públicamente por su comportamiento, hasta Universo “se cansó” y le alojó dos disparos en el corazón.

Universo fue sancionado, tronado y condenado al anonimato, pero no cumplió ninguna pena por haber matado a un hombre, gracias a la “justicia revolucionaria” que condona a los asesinos. Murió olvidado el 14 de agosto de 2012 en La Habana a los 93 años.

EDUARDO MARTINEZ RODRÍGUES, AKA e-Maro: 
OTRO LIBRO


Eduardo Martínez es -además Juan Reinaldo Sánchez- el otro escolta devenido escritor, que publicó un libro sobre sus experiencias como guardaespaldas de Fidel. 

Durante cierto tiempo no se supo de su verdadera identidad, porque lo firmó con el seudónimo “e-Maro”; el libro “Yo fui guardaespaldas de Fidel Castro y su familia”, que pueden encontrar aquí en PDF.  

Eduardo Martínez sirvió a las órdenes de Castro como su guardaespaldas entre 1980 y 1991, y su libro añade datos más recientes que los que brindó Sánchez en el suyo.

Martínez escribió su obra mientras estaba de guardia en la garita de Punto Cero, algo que parece increíble: 

“Muchas veces con un papel doblado y apoyado sobre mi fusil AK 47 recortado, -declaró a la prensa extranjera-. Me divertía mucho pensar que anotaba cosas a la misma vez que sucedían sin que nadie, absolutamente nadie, lo notase por casi diez años, incluso bajo la mirada directa de Fidel Castro (El Jefe, como nosotros lo llamábamos), lo cual, pensándolo ahora, me pudo haber costado muy caro”.

“Siempre fui afortunado en mi carrera dentro de la Seguridad Personal y prosperé en ella, lo que me llevó a ser testigo –o mejor dicho, espectador–, de la familia Castro; de algunas de sus fortalezas y debilidades (…) El Viejo era un hombre inteligente en todos los sentidos. Muchos lo consideraban un superdotado, pero era una persona normal con un elevado nivel de información y un eficiente equipo de apoyo (…) El Jefe era terrible y no admitía la menor réplica a cuanto decía. Nadie se atrevía a contradecirle (…) so pena de caer en su disfavor y desaparecer de la palestra pública”.

Eduardo cuenta que “llegó a vestir el uniforme especial con el tejido de la calidad de los que usaba Fidel y a ganar mensualmente más que un médico en la Isla”. El 9 de mayo, 2018 el ex escolta devenido escritor, ya liberado de su “alias” y blanqueada su actividad anticastrista, fue interrogado por oficiales de la policía Seguridad del Estado en la sede del Consejo Popular en del Cerro.

Allí le “advirtieron” de las “posibles consecuencias negativas” que podía traerle su nueva profesión de periodista independiente, en la publicación cibernética “Primavera Digital”, con la que colabora desde hace años.

Martínez ya ha advertido sobre la posibilidad de que la policía política tome medidas coercitivas contra él, luego de la publicación de un segundo libro, “En casa de los Castro”, donde amplía sus experiencias durante diez años como escolta en la Dirección General de Seguridad Personal.

Hoy continúa siendo hostigado por la Dictadura en Cuba.

RAMSÉS CALDERÍO: 
“FARAÓN CUBANO” DE MARIELA CASTRO

Ramsés Calderío 
Escribí hace años, brevemente sobre la corta y azarosa vida de este guardaespaldas de Fidel, en mi separata “Princesas del Terror”, en el capítulo dedicado a Mariela Castro Espín, que pueden leer aquí.

Desde que empezó el desastre de 1959, existen mil historias no escritas relacionadas con idilios entre escoltas de Castro, y mujeres de las más importantes familias de la jet comunista de la Dictadura. 

Eran relaciones sentimentales llenas de “romanticismo revolucionario”, porque durante años, -muchos antes de que Witney Houston y Dolly Parton repararan en eso-, ya las cubanas de la cúpula comunista habían descubierto que tenía mucho morbo ser amante de un guardaespaldas.

Marielita Castro Espín llevó una vida sentimental y sexual bastante descocada en su juventud. En los años 90s, la hija de Raúl se enamoró perdidamente del corazón y de la cama de Ramsés, un exitoso escolta de su tío con el que se casó en secreto, sin consultarlo con sus padres ni con Fidel. Pecado mortal.
Ramsés Calderío detrás de Fraga
Ramsés Calderío había ingresado en la guardia personal del Dictador a finales de los años 80s con apenas 28 años de edad. Cumplía con todos los requisitos necesarios para proteger al comandante: un expediente impecable como militar y revolucionario, excelente puntería, y un físico de Adonis escandaloso, preparado para todo. Además, era cinturón negro de karate del estilo Joshin-Mon, de la escuela cubana que dirigía el profesor japonés Hoshi Ikeda, el entrenador de artes marciales del MININT.

Cuando Mariela contrajo matrimonio en secreto con el escolta y decidió irse a vivir con él, se lo dijo a sus padres. Raúl montó en cólera, pero en vez de actuar por su cuenta, quiso darle un escarmiento a su díscola hijita, así que, en vez de hablar con su hermano, informó del asunto al Coronel José Delgado, por entonces jefe de Ramsés y responsable de la seguridad del comandante. José Delgado puso al corriente de los hechos a Fidel, y como era de esperar, éste se enfadó muchísimo.

Por el libro del ex escolta Juan Reinaldo Sánchez, sabemos que hasta Dalia Soto del Valle, primera dama en la sombra, llegó a manifestar en su presencia que “lo de Mariela era una traición a la familia”, así que decidieron sacar a Ramsés del grupo de guardaespaldas del Tirano cuanto antes.

Pero Mariela estaba loca por Ramsés, y le hizo saber a Raúl y a Vilma que no iba a dejarlo ni en sueños. Ambos padres acordaron entonces dar su permiso para que los dos jóvenes vivieran juntos en un apartamento que les puso Raúl muy cerca del edificio familiar de los Castro-Espín, en la calle 26 de Nuevo Vedado.  

También Raúl acordó con su hermano, no ponerle un pijama a Ramsés, porque era un hombre valioso, "aunque hubiera cometido un fallo". Decidieron solo trasladarlo a la Contrainteligencia, para que “atendiera” algunas de las empresas mercantiles de las FAR. Juan Reinaldo Sánchez describe así lo sucedido después:

“Un día de descanso en su apartamento, Ramsés recibe una llamada de su mando superior donde le indican que debía presentarse en la Unidad de trabajo pues requerían de sus conocimientos y profesionalidad para arrestar a un individuo extremadamente peligroso y armado, Ramsés acude al llamado de sus superiores y parte con otro miembro de la contrainteligencia a efectuar el arresto del “peligroso y armado individuo”. Ramsés irrumpe abruptamente en la vivienda del individuo lo arresta sin mayores problemas pues el señor ni era una persona violenta, ni estaba armado como le habían dicho sus superiores. En esos momentos también irrumpe en el apartamento, pistola en mano y presto a disparar el otro miembro de la contrainteligencia que lo acompañaba. Ramsés le habla diciéndole que bajara el arma que el individuo no hacía resistencia y ahí mismo se escapa un disparo que “casualmente” le da en la cabeza a Ramsés y este muere en el acto. La noticia de la muerte de Ramsés Calderío nos estremeció a todos y cuando nos dieron el informe de la C.I. referente a la extraña muerte de nuestro antiguo compañero, todos sin excepción nos preguntamos si la mano de Raúl Castro no estaba detrás de los acontecimientos. Ninguna de las dos familias quería este romance, ni el individuo era tan peligroso como lo pintaron. A buen entendedor pocas palabras”.

Es de todos conocido que en el núcleo duro de los Castro, nadie podía cambiar de estado civil sin su permiso. Incluso los maridos de sus otras sobrinas, Déborah y Nilsa, tuvieron que esperar su “ok” durante meses, y hasta años, para divorciarse de ellas.

El error de Mariela, a ojos de sus padres y de su tío, no había sido casarse con un guardaespaldas, sino haber escogido a Ramsés para eso. Era un pobre muchacho de extracción humilde, hijo de un simple obrero, y eso era intolerable para la familia Castro Espín.

Por supuesto hubo una “investigación”, pero se cerró rápidamente con una conclusión: había sido un “accidente lamentable. Resulta que Ramsés debía estar comiendo mierda en el momento de la acción y se le escapó un tiro con su propia pistola directo a su cabeza. Hay cuentos de hadas bastante más creíbles.

Cuenta Sánchez que un hermano de Ramsés, que era oficial del MININT en el momento de su muerte, no estuvo de acuerdo con la versión oficial del accidente y por esa actitud fue separado del cuerpo. Sánchez refiere que “personalmente se le preguntó al “experto criminalista” el mayor Molina que hizo la autopsia del cadáver, sobre los motivos de la muerte del joven escolta, y al tipo por poco le da un infarto. Muy nervioso ante los cuestionamientos que se le hacían, respondió que por su seguridad y la mía, nunca más hablara sobre ese tema, que estaba prohibido terminantemente hablar de ese asunto tan espinoso en la familia Castro Espín. La familia de Ramsés ha estado muy disgustada por el asesinato del joven, pero para el gobierno, es un caso cerrado”.

Queda aún un fleco importante colgando de este oscuro episodio de la realeza castrista; la existencia de dos hijas de  Ramsés con su esposa anterior, que se han criado con su abuela paterna, y durante años no han podido tener ningún vínculo filial con sus tres medios hermanos; la mayor, Gabriela Gutiérrez Castro, hija del terrorista chileno “El Chele”, y Lisa y Paolo Titolo Castro, los dos retoños que tiene Mariela con su actual marido italiano.

PERCY ALVARADO GODOY, 
SIERVO E INMORAL

Percy Francisco Alvarado Godoy
Sobre el caso Ramsés, no ha habido ni un solo desmentido oficial desde que lo mandaron al otro mundo, pero la Dictadura ha encomendado a otro de sus perros -otro escolta del viejo- para que ponga la cara y las mentiras correspondientes al tema, una idea contraproducente que no ha hecho más que confirmar la verdad oculta.

Este señor sí que es un farsante, y se llama Percy Francisco Alvarado Godoy, un miserable esbirro que tiene un blog intitulado "Descubriendo verdades", cuyo contenido, como imaginarán, es todo un globo de Cantoya.  En él, tacha de traidor y mentiroso a Sánchez, y se baja con una historia romántica y dulzona; “Desmintiendo a un farsante y desvelando un bello secreto”, que da más risa que pena. Quien tenga tiempo y coraje, puede disparárselo aquí sin anestesia. Advierto que es infumable de principio a fin.

Como colofón, este miserable, ahora retirado, hace gala pública en su web  de su relación con una hermosa jovencita a la que casi cuatriplica la edad, que jura y perjura que es sincera y que no tiene otro interés que el amor que siente por él. También envía un mensaje a sus numerosos detractores: "Quienes me critican, me envidian". 


JOSÉ DELGADO: 
JOSEÍTO PARA LOS ÍNTIMOS

Coronel José Delgado Castro cuando se estrenaba como jefe de la escolta de Fidel
Tras la destitución fulminante de José Abrantes Fernández, como jefe de la escolta o de la “avanzada”, otros oficiales ocuparon su lugar: el propio Chicho, Mayné y José Fernández García, lo sustituyeron en el puesto eventualmente.

José Fernández -que no debe confundirse con un jefe de escolta posterior y más conocido, José Delgado, alias “Joseíto”- fue jefe de la Brigada Especial Nacional, cuya insignia es un gallo, por eso sus subordinados son conocidos en los ambientes “segurosos” como Los Gallitos. Después la Brigada Especial la dirigió el General Mesa, ex jefe de los Boinas Rojas de las FAR, cuya insignia es una Avispa, por lo que sus miembros son conocidos como Las Avispas. ¿Les recuerda algo? 
   
Pero en sus últimos años en el poder, todo lo relacionado con la seguridad de Fidel Castro, hasta su retiro en 2010, estaba a cargo de otro Jefe de Escoltas, también llamado José: el coronel José Delgado Castro.
Joseito Delgado Castro en los últimos días de poder de Fidel Castro
A su mando estaban las tripulaciones de los coches en que viajaba Agapito y el personal “de apoyo” que controlaba el desplazamiento desde fuera. Eran alrededor de 15 hombres, los llamados “pretorianos”. Entre ellos se encontraba el oficial “Jorge” -un nombre de guerra-, un negro corpulento de mirada fría que fue el escolta preferido de Fidel durante años.

José Delgado, como jefe de la escolta de Fidel Castro, tenía tres unidades de vigilancia y protección bajo su mando, que trabajaban 24 horas por 48 horas de descanso, aunque muchas de veces no se cumplía esa rotación.

Los hombres que cuidaban de Castro tenían distintas funciones. Un grupo cuidaba permanentemente las casas y oficinas de Fidel Castro, los choferes del auto personal de Fidel Castro, un Mercedes Benz blindado, y los choferes del resto de los autos que acompañan la caravana en que viajaba. En los autos iban 3 escoltas, además del chofer. Todos los autos se desplazaban comunicados entre sí por una frecuencia de radio secreta.

El Dr. Alfonso detalla la forma en que trabajaban, en su informe: 

“Entre las medidas de seguridad que destaca Sánchez hay algunas sorprendentes: cada vez que Castro viajaba al exterior lo hacía en dos o tres aviones de modo que no se supiera en cuál volaba; contaba con un doble que circulaba en el Mercedes Benz 500 blindado (obsequio de Sadam Hussein) cuando era necesario; siempre lo acompañan dos escoltas que tenían su mismo tipo de sangre para una eventual transfusión; disponía de seis invernaderos donde se producía la fruta y verdura que consumía; y tenía una clínica exclusiva en el cuarto piso del palacio de gobierno, por si no daba tiempo a trasladarlo al CIMEQ.
Fidel y su jefe de escoltas José Delgado
En 1992 Fidel incumplió su sistema de dietas alimenticias y eso trajo como consecuencia una fuerte recaída de la enfermedad. En una ocasión lo ví encima de una camilla blanco, muy pálido e inconsciente. No aceptaba las transfusiones de sangre que le aplicaban los médicos. Eso se resolvió con la donación directa de sangre de los dos escoltas de plasma compatible y con otros medicamentos".

“Si el viaje era largo, usaban motos y patrullas de la policía para cerrar intersecciones, y eliminar obstáculos que entorpecieran la caravana. Existían rutas dentro del perímetro de Ciudad de La Habana, que usaban indistintamente y se conocían como “Rutas del Comandante en Jefe”, como la calle 23, la 5ta Ave en Miramar o la Calle Paseo. 

Siempre iban dos autos abriendo la caravana, los llamados "punteros". Iban delante en avanzada y trasmitiendo por radio al auto de Fidel Castro y a la caravana lo que iban encontrando en su avanzada, un hueco en la carretera, si estaba a la derecha o a la izquierda, piedras en el centro de la calle, un perro cruzando, un hombre en una moto, la ubicación de cualquier objeto o persona, etc. Además, controlaban las luces de los semáforos, aunque en toda la 5ta. avenida en Miramar había soldados de seguridad personal que las controlaban. De este modo, cuando salían de Punto Cero en dirección a la Plaza de la Revolución, José daba las instrucciones para las luces verdes en todo el camino y así a lo largo de toda la 5ta. Avenida, al paso de Fidel Castro y la caravana, no se veía otra luz en los semáforos que no fuera la verde”.

Una larga lista de guardaespaldas de Castro, después convertidos en “traidores”, han emigrado en secreto a los Estados Unidos, pero muchos otros, también con posturas beligerantes contra la revolución, no han podido abandonar el país por orden de los sucesivos dictadores, primero Fidel, después Raúl y ahora Díaz-Canel.

En la segunda parte de esta crónica abundaré sobre ellos, y abriré otras páginas ocultas del apasionante y peligroso mundo de los escoltas del monstruo. Conoceremos más de cerca a otros escoltas VIP, como el famoso Verdecia, Nitrio Pérez, Humberto Francis, Juan Seoane, Francisco “Paquito” Leyva, Orlando Pupo y muchos más. Sabremos cómo fue el protocolo de escoltas el feliz día de la muerte del Tirano, la identidad de sus protagonistas, y qué ha pasado con ellos después de la conversión en polvo del viejo, y sus nuevos destinos laborales, algunos verdaderamente sorprendentes.


CONTINUARÁ...

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Cubano de nacimiento y catalán de adopción

13 comentarios:

  1. Asqueado (no por las letras, sino por el contenido) me reporto a este pase de lista. Abrazo grande hasta tus tinieblas azules. No voy a poder dormir hoy por las historias de los muertos, la elipse del avión, el jebito de Mariela y el corazón del secretario del partido.... Son cosas que parten el alma... Por suerte queda el regocijo de la pluma oculta con Leoncito jajaja

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  2. Excelente articulo.Gracias por los links para bajar los libros.!!

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  3. Eres un sol iluminando las pérfidas sombras de nuestra ignorancia...Gracias

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  4. Interesante como siempre; no sé de dónde sacas el tiempo para escribir de tan disímiles temas y como ya te dije en mi primer artículo leído, por mi,debes tener una biblioteca inmensa. Gracias Carlos.

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  5. No siempre la hitoria está bien contada, conozco de muy cerca la de uno de ellos, y como la pLantea el autor no es, lo que quiere decir que no todo e real. Carlitos, estudia más, no te dejes llevar por lo que oyes.

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    1. Sin cara, sin identidad, y sin ninguna prueba que acredite tu sabio "consejo" que me "saque de mi error" sobre uno de mis protagonistas mencionados al que solo llamas "uno de ellos" será muy difícil que te tome en serio.

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  6. Esperando ansiosa la continuación.
    Ay! Carlos, qué sinvivir.
    Abrazo fuerte.

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  7. Hola donde esta la segunda parte de este articulo??

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  8. MUY INTERESANTE LA HISTORIA OCULTA DE LA BESTIA

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  9. un poco menos de epítetos despectivos, qué cansino, repetitivo y poco serio, ya se sabe desde el principio la posición política del autor...

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    1. Por tus palabras, -y por tu cobardía al no identificarte- imagino dónde tienes puesto tu corazoncito rojo. Tu comentario solo hace reforzarme en la idea de que ha llegado el mensaje correctamente a su destino, y con los resultados esperados. Te lo agradezco.

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