"La Carmencita" John Singer Sargent (1856-1925) |
Por Carlos Ferrera
Martí llevaba un karma extraño con las mujeres que se llamaban
Carmen. Se casó con Carmen Zayas-Bazán, la madre de su hijo; Carmen Miyares de
Mantilla fue su amante y protectora, la mujer de su amigo y casero en New York con quien vivió un tórrido romance, y Carmen Dauset Moreno “La Carmencita”, fue la bailarina
que más admiró, a la que llegó a ver bailar en persona, y -dicen- la que le inspiró sus mejores versos
sobre el mundo de la danza, con permiso de La Bella Otero.
Carmen Dauset era almeriense, hermana de María del Mar, la
mujer del mítico cantaor alicantino "El Rojo el Alpargatero", y la más conocida
bailarina española de flamenco en los Estados Unidos en la década de 1890, junto
a Trinidad Huertas “La Cuenca”.
Hoy nosotros también podemos ver a La Carmencita como la vio el Apóstol;
bailando, aunque sea solo menos de un minuto.
Se lo debemos al camarógrafo William Heise, empleado de Thomas Alva Edison, que filmó para su recién nacida compañía cinematográfica, unos cortes de La Carmencita bailando flamenco en el escenario del Koster & Bial's Music Hall de New York City, en febrero de 1894.
Se lo debemos al camarógrafo William Heise, empleado de Thomas Alva Edison, que filmó para su recién nacida compañía cinematográfica, unos cortes de La Carmencita bailando flamenco en el escenario del Koster & Bial's Music Hall de New York City, en febrero de 1894.
Con la grabación de La Carmencita, Thomas Alva Edison
presentaba al mundo su invento más glorioso hasta el momento, el kinetoscopio,
un año antes de que los hermanos Lumière hicieran la primera exhibición pública
de su cinematógrafo. El corto, además, es único para la historia del cine, porque
muestra a la primera mujer que actuó ante una cámara de Edison y también la
primera en protagonizar una película en Estados Unidos, aunque fuera solo de
unos segundos.
Pero para los cubanos, tiene el valor añadido de mostrar
a la bailarina preferida de Pepe, a la que vio y celebró públicamente en Nueva
York, y que ejecuta en el documento fílmico un fragmento de la misma rutina que
vio él en el Koster & Bial's Music Hall cuatro años antes, en 1890.
Recomiendo el ensayo de Carlos Ripoll "Martí y las
bailarinas de España", que disecciona en detalle la relación de Martí con el baile, y
muestra su admiración por tres artistas: Antonia, una gitana a quien vio bailar
en Madrid en 1880; Agustina Otero "La bella Otero", musa del poema X
de sus "Versos Sencillos", a quien admiró una década después, en Nueva York, y Carmen
Dauset Moreno “La Carmencita”, a quien vio bailar a principios de aquel mismo año
(1890) en esa misma ciudad y que la cámara de Edison filmó cuatro años después.
Fue La Bella Otero, y no Carmencita, quien inspiró el famoso
poema de Versos Sencillos al poeta, pero Blanca Baralt, una de las mejores amigas de Pepe en el exilio en Nueva York, escribió:
“Aunque nada despreciable, su arte (el de La Bella
Otero) era inferior en la técnica y en la gracia a la célebre bailarina
andaluza Carmencita, que había arrebatado al público en general y a Martí en
particular algún tiempo antes”.
Carlos Ripoll describe los elogios que Martí
dedicó a Carmen Dauset Moreno y reconoce que, en más de un momento, esos
comentarios recuerdan "demasiado" el poema que más tarde le inspiró el recuerdo de La Bella
Otero, “como si ambas artistas se fundieran en una sola". Dice Ripoll:
"Martí describe a
Carmencita con un jazmín al pelo, guiñando, revoloteando, taconeando,
ofreciéndose y hurtando el cuerpo, jugando con la penumbra y la luz, y apunta:
El teatro, ávido, aplaude, las mujeres se muerden los labios, los hombres se
echan sobre el espaldar del vecino... Terminada la actuación, la describirá sentada
a una mesa bromeando y lamentando que no la entiendan cuando baila triste, que
sólo la alegría entusiasme a los espectadores, y luego, regresando a su casa,
por las aceras de Nueva York, arrebujada en una manta roja, con los ojos como
ascuas, y la nariz de muerta, y el talle abierto, para poderse palpar, del lado
izquierdo, el bulto por donde, de las puras contorsiones, se le está
saliendo el corazón".
Vean bailar a La Carmencita como la vio bailar Martí, y juzguen si son ciertas o no la sospechas de Ripoll.
Genial! 👌🏽👍🏼
ResponderEliminarDice Martí, ( hablando hace un ratito con èl, y bebiéndonos unos ginebras) que está asustado, que tù encuentras todo!
Jajaja
EliminarTengo fotos suyas muy comprometedoras, dícelo jejejejeje
ResponderEliminarCarlos sois divino maestro!!
EliminarMuchas gracias por la entrada. Dónde has encontrado el ensayo completo de Ripoll? He buscado y sólo encuentro fragmentos o reseñas sobre él.
ResponderEliminarCarlos yo lo tuve en papel -no era un libro, era un folleto- que publicó la editorial Dos Ríos, creo que en el 75, lo perdí, pero lo volví a encontrar en la red la Florida International University Colection (Carlos Ripoll Obras Completas), Box 12 folder 8, aquí: http://fiuarchon.fcla.edu/?p=collections/findingaid&id=85&q=&rootcontentid=64000#id64000
Eliminar(No sé cuál de mis Carlos eres en Facebook)
Soy tu Carlos Sandeep, el del Poble Sec! Muchas gracias, los fondos bibliográficos de la FIU son muuuy valiosos!
EliminarGracias a ti por venir ;)
EliminarQué lindo el Pepe cuando se ponía pa la música y el baile. Cómo me gustaría haberlo visto en todas estas gozaderas...
ResponderEliminarQué motivante y amena crónica!! A propósito, ese fragmento del baile de la Carmencita se me parece a la Danza Española de Coppelia en la versión del BNC.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Magistral! ¡Cómo disfruto tus artículos! Un abrazo grande.
ResponderEliminarGracias René
EliminarEl morbo de Martí era muy particular, la verdad, esperaba ver a una Carmen Amaya. A saber que le vería a esta bailaora. Yo, me declaro admiradora del flamenco y le veo poca gracia a La Carmita. Ya me imagino, que nuestro Don Pepe ha de estar comiendose la última uña despues de esto. Jajaja.
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