Por Carlos Ferrera
Me extraña que ningún cineasta cubano se haya detenido a contar la historia del Teatro Villanueva y los sucesos que allí se produjeron, innegablemente muy cinematográficos.
El teatro Villanueva estaba entre las calles Zulueta, Colón, Morro y Refugio, y pasó de todo allí.
En una crónica de mi amigo Derubín, apunta que "fue construido en 1846 a orillas de la Muralla que protegía nuestra capital, que originalmente se llamó “Circo Habanero” y que su dueño era Miguel Nin Pons. Se destinó a la presentación de óperas y obras de teatro, preferido por las compañías de verso, magos y espectáculos de variedades.
En 1853, al fallecer el intendente Villanueva, este Circo adopta el nombre de “Teatro Villanueva” en su memoria. ¿Por que? Claudio Martínez de Pinillos Cevallos (1780-1853), Segundo conde de Villanueva y vizconde de Valvanera, era un personaje destacado en Cuba por llevar a cabo la construcción del ferrocarril cubano —segundo en América y séptimo a nivel mundial (1837) y varios monumentos para el lucimiento de La Habana como la “fuente de los Leones”, situada en la Plaza de San Francisco y ubicada allí en 1836, y la más monumental, “la fuente de la India”, símbolo de La Habana, situada al final del Paseo del Prado".
Con el nuevo nombre, su propietario realizó grandes reformas: cubrió la cúpula de zinc, retocó todo el interior, puso nuevas sillas de rejilla y cambió el sistema de alumbrado.
Las puestas del Villanueva se caracterizaban por la sátira política que reflejaba sin tapujos la actualidad del momento. En la función de la noche del 21 de enero se escuchó un ¡Viva Céspedes! en boca de Jacinto Valdés, popular guarachero, que sorprendió a los españoles y los puso sobreaviso. La cosa terminó en una multa al propietario y director del teatro, José Nin y Pons, por haber permitido el escándalo.
Pero el el día 22 de enero de 1869 el teatro se pùso caliente. Se presentaba una compañía de bufos acompañados por la agrupación musical Flor de Cuba con la obra "Perro huevero, aunque le quemen el hocico", en una función a la que asistieron varios simpatizantes del movimiento independentista cubano apenas iniciado cien días atrás en La Demajagua. Se recaudaban fondos para apoyar la lucha independentista de los cubanos.
El teatro entero se cubrió de banderas y las mujeres se adornaron con cintas de colores de la bandera cubana. Cuando en la representación un personaje exclamó: ¡Viva la tierra que produce la caña!, el público dio vivas a Cuba libre y a Céspedes.
Desde el exterior se escuchó un disparo, señal para que los integrantes del Cuerpo de Voluntarios, la fuerza militar auxiliar del gobierno colonial español, que estaban presentes en los alrededores del teatro, se metieran en la sala a sofocar a los patriotas. Se inició una balacera que se generalizó por toda la ciudad, con trágicas consecuencias. El incidente terminó con varios muertos y heridos, y en los días posteriores hubo registros y detenciones por toda la ciudad.
Entre las víctimas hubo dos mujeres y un niño. Los sectores integristas -compuestos por individuos partidarios de mantener intacto el orden colonial español- y sus principales voceros, Diario de la Marina, La Voz de Cuba y La Prensa, se encargaron de envalentonar y premiar las acciones de los voluntarios.
La ola de persecuciones continuó en los días siguientes. Como la suegra de Rafael María de Mendive tenía una participación en la propiedad del teatro, y el escritor estaba presente allí esa noche, fue detenido por sospecha de infidencia, y su colegio San Pablo cerrado en el mes de marzo siguiente.
Martí no se encontraba entre los asistentes a esa función porque en esa época no era costumbre que un joven de solo quince años fuese al teatro sin la compañía de su familia. El futuro Apóstol había estado ese día entero en el colegio de Mendive, revisando y dando los últimos toques a La Patria Libre, el periódico que días después publicó y tuvo la vida efímera de un solo número.
Pero Juan Gualberto Gómez, que entonces sólo tenía 14 años, sí estaba presente en el teatro junto a otros amigos de su edad sin permiso de sus padres, y presenció el asalto.Tras estos acontecimientos, sus progenitores decidieron enviarlo a Francia, temiendo por su vida al advertir su rebeldía.
Dos días después de lo sucesos del teatro, la violencia volvió a invadir las calles habaneras, cuando los voluntarios dispararon contra los balcones del café El Louvre, dejando varios heridos y muertos.
El domingo 24 de enero varios pelotones de voluntarios penetraron a la fuerza en la casa de Leonardo Delmonte, destruyendo mobiliario, objetos de arte y pertenencias de la familia, y allanando el palacio contiguo de Miguel Aldama, El Palacio de Aldama.
Veinte años más tarde, al publicar en New York su libro de Versos Sencillos, José Martí recuerda el episodio y lo refleja en un poema:
"El enemigo brutal
nos pone fuego a la casa:
el sable la calle arrasa,
a la luna tropical.
Pocos salieron ilesos
del sable del español:
la calle, al salir el sol,
era un reguero de sesos.
Pasa, entre balas, un coche:
entran, llorando, a una muerta:
llama una mano a la puerta
en lo negro de la noche.
No hay bala que no taladre
el portón: y la mujer
que llama, me ha dado el ser:
me viene a buscar mi madre.
A la boca de la muerte,
los valientes habaneros
se quitaron los sombreros
ante la matrona fuerte.
Y después que nos besamos
como dos locos, me dijo:
"¡Vamos pronto, vamos, hijo:
La niña está sola: vamos!"
Conmemorando estos sucesos, el 22 de enero se celebra el Día del Teatro Cubano.
Ignoraba la historia. Muy interesante.
ResponderEliminar