Por Carlos Ferrera
En el siglo XVII, las casas de baños masculinas en Rusia, sentaron las bases de un trato indulgente hacia el sexo entre hombres. Desde la apertura de las primeras casas de baños, el zar estableció que hombres y mujeres debían estar segregados “por motivos morales”. Pero esta separación fue “moralmente” contraproducente, porque creó un espacio propicio para el ejercicio de la homosexualidad, y después para la prostitución masculina.
Una ilustración del siglo XVII muestra a los empleados, jóvenes y afeitados, mientras sirven a los clientes: les quitan las botas, los bañan, les dan masajes y los golpean con ramas para activarles la circulación. Entre 1860 y 1880, este servicio era muy solicitado, y algunas casas de baños llegaron a tener gabinetes privados muy lujosos, a los que acudía gran parte de la nobleza, e incluso familiares del zar.
El escritor Mijaíl Kuzmin hizo interesantes anotaciones en su diario, que describen muy bien lo que ocurría en las casas de baños:
“En la noche pensé ir a una casa de baños, solo por hábito, por placer, por higiene. El hombre que me atendió en la puerta, al oír que yo pedía un asistente, una sábana y jabón, acercándose disimuladamente a mí, me preguntó: “Quizás usted querrá un asistente bien parecido”. “No, no”, le respondí. “Bueno, está bien entonces”. No sé lo que me pasó, porque ni siquiera tenía eso en mente. “No, -le dije- simplemente envíe un asistente”. “Entonces le enviaré un asistente bien parecido”, dijo con una mirada suspicaz. “Sí, por favor, uno bien parecido, -dije distraídamente, hundiéndome más-. Bajando la voz, me preguntó: “Quizás a usted le gustaría uno bien joven”. Pensándolo un momento, le respondí: “No estoy seguro”. ‘Enseguida, señor’”, me respondió solícito.
Debido al aumento de los viajes al exterior, a partir del siglo XVIII los rusos empezaron a darse cuenta de que lo que ellos habían considerado como una "práctica sana” durante mil años, era visto con espanto y rechazo en los países supuestamente más civilizados de Occidente.
Pedro El Grande, que introdujo a Rusia en el mundo moderno, promulgó en 1716 unas regulaciones que penalizaban la sodomía en el ejército, con el ahorcamiento o el exilio. Pero él mismo se encargó después de suavizarlas.
Alexander Menshikov y Pedro El Grande
Pedro El Grande fue también un “Grande” en hipocresía, porque es bien sabida su preferencia sexual por los hombres.
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El zar ruso no escapó del “encantador y divino vicio de la homosexualidad” y tenía un favorito, Alexander Menshikov, quién se ganó rápidamente no sólo la confianza, sino la amistad del zar, convirtiéndose en compinche de todos sus proyectos y aficiones, y también en su amante y compañero de lecho.
Menshikov no se separaba del zar, acompañándole en sus viajes por Rusia y en la “Gran Embajada” por Europa. Después de la muerte de Lefort, Menshikov llegó a ser el primer asesor de Pedro y siguió a su preferido durante muchos años. Dotado de inteligencia nata, excelente memoria y gran energía, Alexander Menshikov lo hacía todo con ahínco, recordaba todas las órdenes, sabía guardar los secretos, y sabía atenuar como nadie el carácter violento del zar con su buen humor, sus ocurrencias y caricias.
Aunque estaba casado, durante las campañas Pedro utilizaba soldados como compañeros de cama, y prefería aquellos con grandes barrigas, sobre los cuales le gustaba descansar su cabeza.
En 1698, en Londres, un capitán llamado Edward Rigby fue arrestado y condenado por incitación a la realización de actos homosexuales. En el informe del juicio se podía leer que Rigby dijo que los actos homosexuales eran la cosa más normal del mundo, y afirmaba haber visto por el agujero de una cerradura a Pedro el Grande, con Alexander, un carpintero que fue elevado a príncipe por Pedro. Pedro El Grande había visitado Inglaterra efectivamente en 1698 y estuvo dos meses en los astilleros de Deptford, donde Rigby había visto supuestamente al Zar. Finalmente, Rigby fue condenado a la picota, una multa de mil libras y un año de prisión; sin embargo, consiguió escapar a Francia.
Prostitutos mujiks |
Pedro El Grande solía visitar en Leningrado La Casa Durevich, un selecto sitio de baños masculinos al que se hacía acompañar de hermosos oficiales. La casa era cerrada al público durante el tiempo que el zar estaba en ella, y Pedro inducía a sus subordinados a practicar sexo entre ellos mientras observaba.
A finales del siglo XVIII el sexo entre hombres pasó a sobrevivir entre las clases bajas, así como en las lejanas regiones del norte, donde se agruparon en comunidades seudo religiosas. Dos de esas sectas, los Khlysty y los Skoptsy, dieron cabida a las relaciones homo y bisexuales en su cultura, su folclor y sus rituales religiosos. Las casas de baños se convirtieron casi en lugares de peregrinación, y muchos mujiks recorrían largas distancias para rezar, disfrutar de baños calientes y también algún extra de tipo sexual.
Uno de los más importantes autores homosexuales de principios del siglo XX, Nikolai Kluev, incorporó buena parte de esos elementos en su visionaria producción poética.
Los Skoptsy, muy vinculados al comercio, tenían además la práctica institucionalizada de que un viejo mercader adoptaba a un joven asistente-amante, que pasaba a ser su hijo y heredero. Tras su muerte, su sucesor tomaba a su vez a un asistente, repitiendo el proceso, lo que dio lugar a una dinastía mercantil con marcado carácter sexual. Durante sus largos viajes por las ciudades rusas, los Skoptsy pasaban la noche en las casas de baños, de modo que estos establecimientos poco a poco se convirtieron en posadas.
Hacia principios del siglo XX, determinados baños y locales toleraban a los homosexuales. Hacia la década de 1890, la prostitución homosexual en algunos baños se había convertido en un negocio no muy distinto de los prostíbulos heterosexuales.
El carácter de las relaciones homosexuales sufrió transformaciones asociadas a este nuevo sistema de vida. Muchos de estos hombres abandonaron a sus familias en los campos donde las mujeres seguían al servicio de los feudos y en el cultivo de sus tierras. Los hombres afloraron su amor hacia su mismo sexo y era común en las tabernas los bailes entre ellos. Los borrachos se entregaron a las pasiones homoeróticas en cantinas y bares, y otros no tan borrachos se aprovecharon de esa situación.
En 1903 se suavizó la ley contra la homosexualidad masculina. El artículo 516 del nuevo código, seguía considerando la sodomía como delito, pero sólo era condenado a prisión máxima de tres meses. Ese mismo año, durante la preparación de la nueva ley, Vladimir Nabokov, padre del famoso escritor de igual nombre, escribió y publicó un artículo sobre la situación legal de los homosexuales en Rusia. En él se argumentaba que el Estado no debería interferir en las relaciones sexuales personales. Los diarios, los documentos tribunalicios y los textos médicos dan cuenta detallada de esos hechos, y aunque existían leyes que penalizaban la sodomía, la creciente población masculina en Moscú y en San Petersburgo provocó el florecimiento de una subcultura gay.
Muchos de los hombres que trabajaban como cocheros y mozos de cuadra, completaban sus ingresos ofreciendo sus servicios sexuales a otros hombres. Un servicio se cobraba de 30 a 50 kopeks, según la actividad sexual ofertada, que iba desde la masturbación hasta la penetración anal. Muchos informes también relatan que un gran número de soldados eran prostitutos en las calles de las grandes ciudades rusas. En los talleres o industrias los niños y jóvenes aprendices eran objeto de abusos sexuales o agresiones por parte de los hombres mayores, a menudo en posiciones de autoridad sobre ellos.
Un hombre confesó en su diario que en repetidas ocasiones se masturbaba con un miembro masculino de su familia de 18 años: “Un aprendiz que me satisfizo de acuerdo a mis deseos con el onanismo manual, y yo hice lo mismo por él”.
En Moscú siguieron funcionando los baños públicos. La mayoría de los empleados eran jóvenes, cuya edad y condiciones físicas atraían a innumerables caballeros. Estos chicos eran objeto del comercio sexual tal y como se seguía practicando desde la Rusia zarista. En San Petersburgo estos baños saunas tuvieron éxito hasta la revolución de 1917. Un texto apócrifo de la época describe uno de aquellos encuentros sexuales:
“Un cliente que estaba a mi lado, me ordenó que le hiciera como si él fuera una mujer, sólo en el ano. Otro visitante le pidió lo mismo o que hicieran eso con otro joven del baño público”.
Muchos chantajistas aprovecharon las saunas y baños públicos para conseguir víctimas y dinero fácil, y muchos de estos hombres extorsionados declararon sus inclinaciones en los tribunales y en consultorios psiquiátricos. Existen registros de estos casos llevados a la corte, por ejemplo, una denuncia contra un obispo en 1919:
“Indican que las prácticas homosexuales en los balnearios, especialmente aquellos con habitaciones privadas, fueron notorios también en Moscú. Este clérigo fue acusado de 'pederastia' con un principiante monástico de 14 años que sirvió como su siervo, Ivan Volkov. Dos veces el obispo declaró que, si bien había ido a los baños públicos, nunca había ido con los principiantes a los baños con cuartos privados. Era costumbre que los dos chicos se fueran conmigo, para disipar las sospechas de los transeúntes..."
La revolución soviética finalmente puso las saunas bajo control estatal, luego las expropió y finalmente las cerró.
El fotógrafo Karl K. Bulla hizo cinco fotos en 1910 en los baños Ergov de San Petersburgo, de las cuales se conservan dos, la que encabeza mi crónica, y esta otra.
Interesante artículo.
ResponderEliminarRecuerdo la primera vez que fui a una Sauna en Moscú, no recuerdo el nombre, pero estaba detrás del Teatro Bolshoi, al entrar te daban una especie de sabana para cubrirte y una taquilla que estaban como en forma de cubículos, donde luego te sentabas a beber, comer pescado seco y jugar... Recuerdo que me llamó mucho la atención como calentaban las piedras de la sauna con cerveza, y el vapor era tremendo, así como los olores que salían de allí, luego los mas valientes se atrevían con la piscina o tanque de agua helada para cambiar la temperatura, ah sin pasar por alto el ritual de una especie de limpieza con ramas de algún árbol, que olían y picaban mucho, salían molido de allí, pero renovado..., lo que pasaba en aquellas visitas se quedaba allí, corrían los 80.
ResponderEliminarPues alguien me habló de esa sauna tras el Bolshoi...
Eliminaryo creo que ya las prohibieron, pero eran famosas ....
ResponderEliminarSiempre es un placer leer tus artículos, ¡muchas gracias!
ResponderEliminarMucho me hablaron amigos ruso sobre estos baños. Excelente, como siempre, tu artículo. Leerte es un total placer
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