domingo, 19 de noviembre de 2017

VALENTINO Cuando la belleza encontró al lujo

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Hoy Rodolfo Valentino sería, para los consumidores de celuloide más políticamente correctos, un “divo” o “mandiva”, un término muy americano inventado para acuñar a las estrellas masculinas del show business. 

El resto le llamaríamos maricón, sin la menor duda. 
Pero en los años 20 y 30, los machotes de Norteamérica le llamaban despectivamente "pink powder puff", algo así como "bocanada de polvo rosa". Tenía que ver en gran medida con la ignorancia y la inseguridad de sus detractores, molestos (¿envidiosos?) por el “inmoral” alarde de descaro del que hacía gala el único hombre entonces capaz de rivalizar con ellos en popularidad femenina.
Valentino era demasiado para los “machitos con carné” que medraban por entonces en Hollywood, a los que superaba que un hombre "tan afeminado" en su proyección estética, los dejara tan lejos e la carrera por las mujeres. 
Como icono de la pantalla silente de los años 20s, Rudolph Valentino lo inició casi todo en el mundo de las candilejas. Tenía una elegancia innata y una belleza masculina natural, y cultivó un glamour de alto octanaje, que normalmente sólo se asociaba a estrellas femeninas del momento, como Gloria Swanson.
Nacido en Italia, guapo, moreno, espigado y elegantísimo, Rudolph también sentó el precedente del concepto aun en uso de "Latin Lover". Ninguna estrella masculina antes que él, y muy pocos después, tuvieron ese “savoir faire” y expresaron un amor tan obvio por la moda, el “finery”, y el “posing” delante de las cámaras. 

Valentino comenzó a trabajar muy joven como bailarín y gigoló de medio pelo. 
Necesitaba el dinero para alquilarse un apartamento en Nueva York, antes de que Hollywood le hiciera carantoñas.  Y se las hizo, catapultándolo casi enseguida a la fama en los primeros días del cine mudo, con el liderazgo masculino romántico de “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” (1921), un papel que le permitió utilizar su “charme” y le ayudó a encender la fascinación del público estadounidense a los años 20, con una danza argentina llamada Tango y un sofisticado atuendo de gaucho. 
Pero fue como el guapo, peligroso y moreno Sheik Ahmed Ben Hassan en “The Sheik” (también en 1921) que la carrera de Valentino realmente tomó altura. Muchos se preguntan si el Sheik original, al menos en la película, tenía alguna conexión con Harlem, y si Valentino en su vida personal tuvo algún escarceo en ese barrio neoyorkino.
En aquellos días, todo el mundo iba a Harlem por una razón u otra. No se han encontrado registros de Valentino referentes a este capítulo de su vida, pero está probado que fue un gran amigo de la bailarina negra Bessie Dudley.
Fue ella quien le proporcionó un importante consejo profesional que haría avanzar su temprana carrera como bailarín.
También es lógico pensar que los actores de entonces, si realmente querían conseguir una actuación depurada interpretando un personaje “negro”, acostumbraran a visitar Harlem para inspirar su interpretación.
El conocido “arquitecto” del renacimiento de Harlem, Richard Bruce Nugent, (1906-1987) fue el primer escritor afroamericano en publicar historias claramente homosexuales y en hablar públicamente de su homosexualidad cuando ni su propia comunidad lo aceptaba.  Conoció y se familiarizó con Valentino a principios de los años 20, mientras trabajaba como mensajero y aprendiz en la casa de catálogo de Stone, Van Dresser and Company, en Nueva York.
Nugent publicó en 1927 en la revista FIRE, la pieza literaria "Smoke, Lillies y Jade", considerado el primer relato corto afroamericano que habla abiertamente de la homosexualidad. Richard estaba fascinado por los hombres italianos, y quedó claro que su protagonista fue, al menos en parte, creado sobre la imagen de Rudolph Valentino.

Y luego está la influencia que Valentino ejerció sobre el actor Lorenzo Tucker, conocido como el “Valentino Coloreado” en las películas del director de cine mudo Oscar Micheaux en las décadas de los 20 y 30. 
Lorenzo Tucker en su mejor momento era conocido como "The Black Valentino", llamado así por el propio Rudolph, debido a su apariencia: era alto, moreno, de hermoso aspecto, musculoso y dotado de encanto y frescura. 
Tucker fue uno de los actores más populares de Black Cinema, con cerca de 20 películas. Perfeccionó su arte apareciendo en obras de teatro universitario, y así consiguió trabajar en las películas del legendario Micheaux, por entonces un referente del recién nacido Séptimo Arte.  Fue famoso desde finales de los años veinte hasta los últimos años treinta, se convirtió en una “star blanca” para la América negra, y era a menudo mencionado en los principales periódicos para negros.
Tucker apareció en gran número de filmes del pionero realizador afroamericano Oscar Micheaux. 
Uno de los más controvertidos fue "Aristócratas velados", donde interpretaba a un negro que pasaba con éxito como blanco, y volvía a la familia para persuadir a su hermana de que hiciera lo mismo. En la película, Lorenzo interpretaba el papel de un hombre blanco de manera muy realista, pero su tez clara le jugó una mala pasada, porque era difícil lograr el éxito en Hollywood si no se era “lo bastante negro” para interpretar roles afroamericanos.
Tucker conoció a su ídolo a principios de agosto de 1926, en Atlantic City, poco antes de la muerte repentina de la estrella. Lorenzo estaba empeñado en recordarle a los norteamericanos, que él era más oscuro de tez que Valentino, una paradójica lucha por "ser negro" en tiempos en que esa raza era denostada en el cine y en la sociedad. Décadas más tarde, Tucker fue invitado a varios homenajes anuales en la tumba de Valentino, en el Hollywood’s Forest Lawn Cementery. 
Al igual que muchos afroamericanos recién llegados de los pequeños pueblos del sur de Alabama y Georgia, Valentino como inmigrante, amaba alquilar ropa que no podía permitirse y gastar grandes sumas de dinero en eso, solo para tomarse fotos con aspecto próspero y luego enviárselas a sus familiares en Italia. Su obsesión por la cámara duraría todo su reinado como rey de Hollywood, hasta su temprana muerte a la edad de 31 años.
Valentino disfrutó de trajes, accesorios, maquillaje, batas, turbantes, joyería, automóviles, telas y perros, como la Reina de Saba. La serie de fotografías lo muestran tan divo como era en realidad. 
Ya siendo millonario, Valentino era un conocido manirroto en lo que respectaba a su dinero, y también al de sus productores. A menudo él solo se gastaba en la primera semana de rodaje todo el presupuesto destinado a la película, un detalle que ponía nerviosos a los directores cuando se enteraban de que sería la estrella de su filme. Sin embargo, era Valentino, y los realizadores entraban siempre por el aro ante las exigencias millonarias del divo. 
Pero es de justicia recordar que también con frecuencia Rodolfito se gastaba fortunas de su bolsillo en trajes para películas a veces nunca se puso, o solo utilizó para “jugar a vestirse”. Como puede apreciarse en una de las fotos en la que representa a un fauno, a veces la pintura corporal y un jockstrap de cuero bastaban para transformarlo. Su privilegiada anatomía hacía el resto. 
Hay que reconocer que cuando el señor Valentino salía en público, era todo un ejercicio de elegancia y una lección de estilo. Tenía miles de trajes y cientos de pares de zapatos para escoger. Utilizaba muchas veces a sus mascotas amadas como accesorios, e incluso mientras descansaba en casa, todo el tiempo andaba vestido de seda y satín y, según los que lo visitaban, siempre estaba posando si había visitas. A menudo el toque de distinción lo conseguía con pequeños detalles como los zapatos, los calcetines y las polainas. 
Valentino sabía cómo utilizar objetos comunes como un bastón y una cigarrera, para que se convirtieran en el toque “trendy” de su look. La mayoría de los hombres de su época no le importaban los guantes, los collares de piel y los puños, pero la mayoría de los hombres de antes no eran Valentino, y Valentino tampoco eran como ellos. Ni los hombres más elegantes de la década de del 20 como Clark Gable se atrevían a ponerse un brazalete de oro, pero Valentino tenía seis. Valentino sabía hasta escoger el traje de baño perfecto para hacer alarde de cuerpo en la playa.
Jugaría sucio si no mencionara nada sobre la sexualidad de Valentino. Durante su vida, y especialmente después, corrían rumores de que era, al menos, bisexual. Se comentó mucho acerca de sus días como bailarín y gigoló de alquiler en los primeros momentos de su carrera.
 Noventa años más tarde, no hay pruebas directas de su bisexualidad, pero según la espléndida lbiografía suya que escribió Emily W. Leider, "Dark Lover: La vida y muerte de Rudolph Valentino", hubo un tiempo en que se le relacionó sentimentalmente con el editor y productor de teatro Jacques Herbetot, y con el actor y productor francés Andre Daven, que ayudó a introducir a Josephine Baker en París en 1925.
 También fue muy comentado su romance con el pizpireto actor de Hollywood Ramón Novarro, a quien muchos consideraron su sucesor hasta el advenimiento del cine sonoro. Se supo, porque el propio Novarro, que era toda una "queer" lo contó con detalles escabrosos.
El declive de Rudolph Valentino comenzó el 15 de agosto de 1926, cuando empezó a padecer fuertes dolores abdominales en una habitación del hotel. Los rayos X confirmaron una úlcera perforada en la cavidad abdominal, rodeada por otras áreas ulceradas. Falleció en el hospital el 23 de agosto, convirtiéndose en la primera estrella importante en morir joven y en un icono a tan temprana edad. Su muerte, la vista pública y el funeral, son materia de la leyenda que ninguna de sus películas podría nunca emular y ningún cronista de Hollywood habría podido fabular jamás. 
Uno de sus biógrafos más autorizados, Irving Shulman, le dedicó 100 páginas en su libro “Valentino” que acabo de terminar de leer, y que recrea con gran realismo no solo su vida, sino un montón de eventos del Hollywood primigenio; los suicidio y envenenamientos, las payasadas escandalosas de la actriz Pola Negri, y el caos sin guion de miles de dolientes neoyorkinos del divo que fueron a sus exequias.
Entre los muchos personajes de los que habla Irving en su biografía, hay médiums psíquicos, fascistas italianos, un cadáver ficticio y médicos sin escrúpulos. Finalmente, el actor pudo descansar para siempre el 7 de septiembre de 1926 en su última morada del Forest Lawn Cementery de Hollywood. 
Valentino no quería ser recordado sólo como otro hermoso rostro del cine, pero ese fue su destino. Cuando murió, estaba a punto de establecerse el cine sonoro, y su voz no era demasiado agradable. Mery Pickford dijo de él; “Las cámaras lo amaban. pero los micrófonos lo habrían detestado”. No fue un gran actor, a pesar de tener los ingredientes necesarios para serlo, pero fue la primera verdadera “star”, incluso antes que cualquier estrella femenina, un concepto que nació con él.

Hoy Valentino es una de las pocas estrellas del cine mudo, todavía reconocibles, y sigue siendo venerado por fans que nacieron muchos años después de su muerte. Pero a los “machos” que le sucedieron, tanto en la escena como en las plateas, siguen preguntándose, qué tenía aquel hombre tan perseguido por las féminas y envidiado por los varones. 
¿Quién dijo que un hombre no podía ser diva en los locos años 20?

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Author: verified_user

2 comentarios:

  1. Excelente artículo , y si ese charme que tienen los honores italianos no lo e encontrado en otras partes del mundo supongo que hay excepciones

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  2. Ahora relei este articulo, siempre que te leo pienso tanto en mi Mami, una lectora aguda y sin descanso. Se que ella te hubiera disfrutado tanto como yo lo hago.

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