sábado, 18 de noviembre de 2017

EL DICTADOR, SU HIJO, SU MUJER Y SU AMANTE

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Esta historia empieza el 12 de octubre de 1948, el día que Fidel Castro se casó por primera y única vez en su vida. Lo hace con Mirtha Francisca de la Caridad Díaz-Balart Gutiérrez, una estudiante de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana.
Castro estaba entonces en las últimas etapas de su carrera de Derecho e inmerso en el planeamiento de su asalto al poder. Mirtha era natural de Banes e hija de un general batistiano, y su hermano iba camino de convertirse en uno de los oficiales de más confianza del Presidente de la República, el General Fulgencio Batista. 
Fidel y Mirtha contrajeron nupcias en una iglesia católica romana en la provincia de Oriente, muy cerca de la casa natal de Castro. Decidieron pasar la luna de miel en Miami, Florida, pero Fidel se vio obligado a empeñar su reloj y otros objetos de valor porque se quedaron sin dinero por la negativa de la familia de Mirtha a financiar una boda que nunca bendijeron. Las dificultades financieras de los recién casados terminaron, cuando la familia Castro empezó a enviarles dinero desde la Isla. Fidel recuperó entonces su propiedad empeñada y prolongó la luna de miel dos semanas más.

Los sucesos posteriores apenas tienen importancia en esta historia. El asalto al Cuartel Moncada termina con la detención de Fidel y sus seguidores cercanos, su enjuiciamiento y su encarcelamiento en la Prisión de Isla de Pinos. Fidel apenas recibe cartas de Mirtha mientras cumple su pena, pues sospecha que a su marido también lo pretende otra mujer: Natalia Revuelta. 

Fidel intenta ponerse en contacto con Mirtha a través de Sor Mercedes, Madre Superiora del convento de La Inmaculada de La Habana. Sor Mercedes le hace saber que las cosas están mal en su matrimonio, y que Mirtha ha decidido dejarlo para siempre.
Yo nací y crecí al lado de ese convento, y conocí en persona a esa mujer de Dios, que llegó a quitarle comida a sus monjas y llevarla a Isla de Pinos para alimentar Fidel y al resto de los encarcelados. Fidel le devolvería ese favor años más tarde cuando llegó al poder, alimentándola a ella y a toda su Orden el resto de sus vidas y reparando la iglesia que aun existe en San Lázaro y Oquendo, en Centro Habana. Sor Mercedes volvió a ser generosa otra vez donando a la Revolución los terrenos de la antigua Beneficencia, aledaños al convento, para construir el hospital Aimejeiras, el más grande y moderno del país por entonces. 
Rafael Díaz-Balart
El día de la liberación de Castro de la prisión de Isla de Pinos, después de la amnistía de Moncada, Mirtha no fue a recibirlo. Más tarde se divorció de Fidel por poderes mientras él ya estaba en su exilio mexicano. Corría el año 1955. El hermano de Mirtha, Rafael Díaz-Balart, batistiano ardiente y ex subsecretario de Ramón Hermida,  ministro del interior de Batista, fue forzado a renunciar al cargo tras de la publicación de una carta que escribió a Hermida, en la que le censuró por una charla que mantuvo con Castro en prisión 

Fidel y Mirtha tuvieron un único hijo, Fidelito Castro Díaz-Balart, que nació el 1 de septiembre de 1949. He encontrado una de las pocas fotos que se conservan de Mirtha y Fidelito, hecha por el fotógrafo norteamericano George Robert Little en 1956. La instantánea muestra a madre e hijo abrazados durante una reunión furtiva en la Ciudad de México. 

Mirtha siempre sostuvo que su hijo le había sido arrebatado a la fuerza por Juanita, la hermana de Castro, quien a su vez afirmaba que el niño había sido secuestrado por Batista para presionar a Fidel y cortar la puesta en marcha de la Revolución.
Mirtha negó rotundamente este extremo, pero las autoridades mexicanas detuvieron la investigación, convencidos de que el asunto era un tema privado de familia, y no una cuestión política. Se decidió que el niño se quedara con su padre de acuerdo con las leyes cubanas que establecían que los hijos de padres divorciados se quedaran con el progenitor.
Mirtha suplicó muchas veces a Fidel para recuperar a su único vástago sin conseguir ablandar su corazón.  

Emilio Núñez Blanco
Entonces se rindió. Mirtha e volvió a casar y se fue a vivir a España en 1968 con su nuevo marido Emilio Núñez Blanco, hijo de Emilio Núñez Portuondo ex embajador de Cuba en las Naciones Unidas.

Mirtha y Emilio tuvieron dos hijas, Mirtha y Meki, que hoy viven en España. Fidelito permaneció en Cuba bajo la tutela de Fidel, aunque quienes conocen bien a la familia afirman que siguió sentimentalmente muy unido a su madre.
Fidel siguió coleccionando amantes veladas. Algunas le dieron hijos y otras sólo fueron sexo puro y duro: Natalia Revuelta, María Laborde, Lucila Velázquez, Marita Lorenz, Lupe Veliz, Jenny Issard, Lilia Amor y Juanita Vera, su intérprete personal, entre otras, pasaron con mayor o menor éxito por su cama, mientras él construía el socialismo y destruía la vida de sus paisanos. 
También se le atribuyen innumerables relaciones sexuales cortas con decenas de mujeres de bien y mal vivir. Solía solicitar servicios de prostitución de lujo en los países que visitaba. Sus guardaespaldas han contado en detalle cómo recibía a prostitutas en su lugar de residencia en Moscú, que no podían saber con quién se estaban acostando porque él las esperaba con todas las luces apagadas y apenas hablaba durante el servicio. Ellas ya sabían qué tenían que hacer.
Ya adulto, Fidelito Castro fue autorizado finalmente por Fidel a viajar a Madrid para visitar a Mirtha bajo severa vigilancia de la seguridad del estado cubano. Estudió Física y Matemática en la Universidad de Moscú, donde sobresalió como un alumno aventajado. Se graduó cum laude en Física Nuclear y se casó con una rusa, Olga Smirnova, madre de sus hijos Fidel III y Mirtha, que estudió la misma carrera que su padre. 
Pero el matrimonio terminó mal por las constantes infidelidades de él, y la rusa lo dejó para siempre. Entonces el primogénito de Castro se casó por segunda vez con Victoria Barreiro, hija de un general del servicio de inteligencia cubano.
Muchas personas cercanas a los Castro afirman que Fidelito jamás le perdonó a Fidel haberlo separado de su madre, y que con frecuencia tenían fuertes discusiones al respecto, e incluso llegaron a las manos durante un festín de fin de año.
En un último intento por acercarse a su hijo y prepararlo como su heredero, Fidel asignó a Fidelito dos importantes tareas en el Gobierno: en 1980 fue nombrado responsable de la Comisión de Energía Atómica y de la Secretaria de Asuntos Nucleares.
Pero la cosa no salió como Fidel había planeado. Fidelito desatendía con frecuencia sus funciones para hacer cruceros por el Mediterráneo y organizar fiestas suntuosas en su residencia del reparto Kholy, donde se cuenta que las mujeres y la cocaína abundaban en igual medida. 
Ese comportamiento disoluto del Delfín no ha cambiado hasta hoy. Fidel se vio obligado a relevarlo de ambos cargos en junio de 1992.
Durante el oscuro Período Especial cubano, en 1999 fue nombrado otra vez por su padre Asesor del Ministerio de la Industria Básica, esta vez con una severa advertencia del Comandante: “Si vuelves a meter la pata, nunca más serás nada en este país mientras yo viva”, según cuenta un guardaespaldas personal de Castro, desertor del régimen.
Fidel Castro nunca más volvió a casarse después de divorciarse de Mirtha hasta 1980. "Me casé una vez, no necesito más", le confesó a Barbara Walters en aquella entrevista histórica. He de apuntar que a Fidel se le atribuye un corto pero apasionado romance con la periodista norteamericana durante el tiempo que ella estuvo en la Isla para entrevistarlo. No puedo asegurarlo. 
Durante los años 90, Mirtha regresa varias veces a Cuba en secreto para ver su hijo. En la familia Castro está totalmente aceptado que las mujeres que tienen hijos en común con Fidel, mantengan algún vínculo con él, e incluso dependan económicamente de su manutención. De ello dio fe Juana Castro, la hermana del gobernante. 
«Raúl protege a Mirtha durante sus estancias en la isla por encomienda expresa de Fidel. Después de todo, es la madre de su hijo. Es tiempo de curar las heridas. Además, Mirtha siempre fue una mujer muy discreta y prudente, una mujer muy conciliadora, aunque él la ha hecho sufrir mucho", dijo Juanita Castro en alguna entrevista a un diario de Estados Unidos.
EL DECLIVE
El 21 de junio de 2006 sonó el teléfono en la casa de Mirtha, en la calle Alonso Cano de Madrid. En el otro lado de la línea, Fidelito desde La Habana, le pidió a su madre que fuera urgentemente a Cuba. Mirtha le dijo que no, que quería quedarse en Madrid, porque su segundo marido, Emilio, que ya llevaba casado con ella 45 años, estaba enfermo terminal de Alzheimer y se encontraba muy grave. 
Mirtha lo había cuidado con tesón durante años y necesitaba unos días de descanso con una de sus hijas, que es profesora en la Universidad Complutense de Madrid. “Iré a verte cuando pase todo esto” le dijo ella. "No, no, mamá, el tiempo es corto; tienes que venir tan pronto como sea posible. Es necesario que vengas ya", repitió Fidelito, sin darle más detalles. 
Todo el mundo en Cuba es susceptible de ser espiado telefónicamente desde hace más de 50 años. Incluso los miembros de la propia familia de Fidel están sujetos al espionaje postal y telefónico. Así que Mirtha, ya con 78 años, entendió el mensaje, cambió sus planes y aceleró los preparativos para su viaje a Cuba.
Eran los primeros días del mes de julio de 2006 en un tórrido Madrid, pero Mirtha hizo las maletas y viajó con premura a la Isla. Tres semanas más tarde, el martes 1 de agosto, el mundo conoció la noticia de la abdicación de Fidel Castro a favor de su hermano Raúl, jefe del Ejército y cinco años más joven que él. Una “enfermedad muy grave” estaba haciendo estragos en el organismo del Comandante, según fuentes oficiales, y había tenido que ser intervenido de urgencia en una clínica. De sus dolencias no se sabe nada, es un secreto de Estado más, pero se asegura que es un cáncer de estómago en fase de metástasis, según otra fuente no oficial cercana a la familia.
Mientras tanto, Mirtha ya está en La Habana. Por una de esas grandes paradojas de la vida, Emilio el esposo de Mirtha, muere solo y repentinamente en su residencia del norte de Madrid, mientras Mirtha está junto a la cama de Fidel en La Habana. El propio Raúl decidió apartar de la escena a la actual mujer del líder, Dalia Soto del Valle, para que Mirtha estuviera con él.
Después de medio siglo de malas relaciones, Mirtha Díaz-Balart, la primera y única mujer oficial de Fidel Castro, se convertía también en una de las primeras personas en conocer la enfermedad del líder cubano y en acompañar y apoyar en ese instante al resto de la familia del Comandante, incluida su mujer actual en la sombra, Dalia Soto del Valle. 
Dalia Soto es rubia, de ojos verdes y en muy pocas ocasiones se deja ver en público. La segunda esposa de Fidel Castro y madre de cinco de sus nueve hijos (no ocho como suele decirse) es una mujer discreta, siempre escondida de la vida pública del Comandante. 
Por ello, cuando Castro se entrevistó con el presidente francés Hollande en su casa de la Habana, muchos confundieron a Dalia con una asesora del gobierno.
Dalia ha sido la eterna amante "estable" de Castro durante dos décadas, a pesar de parirle la mayor parte de sus hijos, un período de tiempo durante el que el Comandante hizo y deshizo en otras camas. Nunca ha sido considerada primera Dama, porque ya Vilma había diseñado ese puesto para ella y lo defendía con uñas y dientes, pero jamás habría tenido tablas para desempeñar ese rol; Dalia es callada y reflexiva, y huye del protagonismo.
Castro conoció a la profesora Dalia Soto del Valle en 1961. Les separaban 20 años, pero la edad nunca fue óbice en su relación. Se casaron por lo civil en 1980 después de haber tenido a sus cinco hijos, los únicos que Dalia permite entrar en su residencia en Punto Cero. Los cinco llevan el sello de los hijos reconocidos, la letra A: Alexis, Alexander, Antonio, Alejandro y Ángel. 
Pero Dalia no afina con el primogénito hijo de Mirtha; Fidelito se le atraganta. 
Siempre lo ha visto como el niño malcriado y prepotente que obstruye el camino a los puestos de poder que pertenecen a sus propios hijos. 
Entre éstos Alejandro (en la foto en un cabaret con su mujer y la propia Dalia) es su preferido, pero no puede aspira a ningún puesto de poder; no ha sido dotado con el don del trabajo ni la inteligencia; es un mediocre delincuente informático. 
Su hermano el médico deportivo Antonio Castro Soto, cuarto hijo de la pareja, también es "de su madre", y más ambicioso y listo. Ambos la adoran casi de forma enfermiza. 
Nacida en la ciudad colonial de Trinidad, en el sur de Sancti Spíritus, Dalia se ha dedicado durante décadas exclusivamente a la vida familiar, y ha vivido en el más absoluto silencio mediático, sin proyección pública ni política alguna. Fidel lo ha querido así. No hubo espacio para una primera Dama mientras vivió Vilma, y después de muerta, la plaza no tiene sentido.
Las escasas imágenes de Dalia Soto que se han podido ver en la prensa cubana son junto a sus hijos, en marchas del pueblo y en la misa celebrada en la Plaza de la Revolución por el Papa Juan Pablo II durante la visita del Pontífice a Cuba, en enero de 1998. 
Pero volvamos a Mirtha y al momento en que Fidel coquetea con la muerte. Mirtha acude a la clínica a visitar a su ex marido en medio de un fuerte dispositivo de seguridad para no levantar sospechas y conocer personalmente su mal estado de salud. Durante tres días ha estado recluida en una de las casas de protocolo la Casa N.º 6 de Punto Cero, su propia casa cuando Fidel la hizo marcharse 30 años antes. Allí ha visto por televisión a Chávez visitando a Fidel en el CIMEQ, un hecho cuya excepcional publicidad debió extrañarle, porque muy pocas veces el comandante ha sido visto en cama, y menos en el deplorable estado físico en que se encuentra.. 
En ese momento crucial, Mirtha es capaz de olvidar las diferencias y confiesa que siempre amó al hombre, aunque odió profundamente al político. “Hizo algunas cosas bien, pero demasiadas mal”, se comenta que llegó a decirle a la propia Dalia. 
Fidel Castro consigue burlar a la muerte y es capaz de hablar con Mirtha tumbado en su cama. Alguien ha filtrado que el anciano líder llegó a pedirle perdón a su primera esposa con lágrimas de viejo, pero probablemente eso no lo sabremos nunca con certeza. Mirtha Díaz-Balart regresa entonces a España, apenas con el tiempo justo de celebrar una misa por Emilio en la Catedral de la Almudena, e irse a vivir con su hija mayor a su casa de Madrid. 
Fidelito Castro Díaz-Balart debe ahora asumir el cambio drástico de su antes prometedor futuro. No será el líder jamás, porque Raúl no acepta ni escucharlo. Se llevan mal desde siempre y ahora las cosas no van a cambiar para mejor. El primogénito de la saga Castro debe encontrar un lugar en este nuevo orden de cosas, donde ya su padre ni pinta ni da color. Alejandro Castro Espín, su primo carnal, es visto con mejores ojos por la curia roja, aunque se rumorea que ni siquiera él heredará la silla presidencial en 2018, fecha en que Raúl pretende abandonar el poder.
Todavía está por escribirse el final de esta historia de ambiciones familiares y rencillas de alcoba, un sainete comunista del que nosotros los cubanos de a pie, apenas hemos sido espectadores de lo poco que nos han dejado ver.

Sirva esta crónica para ilustrar a los cubanos jóvenes de lo que ha sido el país en que nacieron. Ojalá puedan vivir un país nuevo, libres ya del Dictador, su hijo, su mujer y su amante.



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7 comentarios:

  1. Esto es una novela al mejor estilo de las Dinastías... Inceíblemente el pueblo no sabe de la misa la mitad. Gracias por permitirnos conocer un poco de la historia oculta de nuestro tiempo. El final está por escribirse. Un abrazo Carlitos
    EU

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  2. Cubanos jóvenes y menos jóvenes también, que aquí hay para todos. Excelente.

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  3. Jajajaja...asere!!!!! Al fin logro entrar a tus lares. Aqui si no hay lío con nada, ni nadie. Puedes ser tu mismo sin temor a los cierres. Aunque, si pones los links en fb, seria mas corto el viaje.
    Un abrazo!!!

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