viernes, 27 de julio de 2018

CÓMO ALICIA SE HIZO GRANDE

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"Tú déjame a mí, que yo te digo lo que tienes que hacer conmigo"
Alicia Alonso
El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacaron la base naval de Pearl Harbor, y ese mismo día Alicia tropezó y se cayó en el escenario del American Ballet Theatre. Se estaba quedando ciega.
No fue solo un día, desde entonces se le veía dudando, tropezando y chocando contra personas y muebles sin control. En escena, sus piruetas se salían del eje, como si la hubiese abandonado su proverbial sentido del equilibrio. Con apenas 21 años, Alicia perdía la vista a una gran velocidad.
Los médicos diagnosticaron desprendimiento de la retina del ojo derecho, y fue operada en dos ocasiones en New York. Le recomendaron una larga convalecencia, y regresó a La Habana con su hermana Cuca y su marido Fernando. Durante el viaje se le desprendió la retina del ojo izquierdo, y al llegar a Cuba la operaron otra vez.
En La Liga contra la Ceguera le dijeron que tenía que permanecer acostada, inmóvil, y con la cabeza retenida con dos almohadas llenas de arena. Por estar tanto tiempo así, se le empezó a caer el pelo hasta quedarse casi calva.
Los médicos le habían prohibido hacer el menor esfuerzo muscular. Solamente podía mover los dedos de las manos y los pies. Fue así que memorizó los ballets, a los que —ha dicho— veía en su mente. Tendida, bailaba de cierta forma con sus manos.
Alicia y Fernando Alonso
Su entonces marido Fernando, que había regresado con ella a La Habana, obtuvo empleo como secretario de la Sociedad Pro-Arte Musical, que su madre, Laura Raynieri, dirigía.
Cuando al cabo de un año Alicia pudo levantarse de la cama, no podía caminar. Tuvo que aprender de nuevo a utilizar sus piernas y a estar de pie. Cualquier otra bailarina hubiera colgado las zapatillas, pero ella ni se lo planteó.
En septiembre de 1943, cargó con su hermana y su marido, y partió a New York para reincorporarse a Ballet Theatre. Solo había recuperado la vista de un ojo parcialmente, pero convenció al gerente de la compañía, el empresario Sol Hurok, -que por entonces solo tenía ojos para Margot Fontayne- de que ella podía bailar, y él la aceptó.
Margot Fonteyn, Sol Hurok y Svetlana Beriosova en el Savoy Theatre, London
También convenció a la directora artística, la bailarina Lucía Chase, que tenía sus reservas; Alicia ya tenía fama de conflictiva, y a pesar de ser una excelente bailarina, no tenía muchos amigos en la compañía. Que se estuviera quedando ciega no ayudaba demasiado. Pero Chase también aceptó .
Después Alicia supo convencer a sus partenaires para que la ayudaran a guiarse sobre la escena. Desde entonces hizo famosa su frase antológica a sus compañeros de baile: "Tú déjame a mí, que yo te digo lo que tienes que hacer conmigo". Hasta Esquivel lo recuerda. Pero ella, toda su vida, trataría de ocultar que su vista era defectuosa.
Lucia Chase, había aceptado retomarla, pero no era por caridad. Alicia había trabajado intensamente, y el público continuaba favoreciéndola. Dos meses después de su reingreso, triunfaría en Giselle, el 2 de noviembre en el Metropolitan. Su aspiración insaciable le había dado la energía para retornar a la cumbre. Tres años más tarde, en 1946, fue promovida al rango de primera bailarina de Ballet Theatre. Nacía la estrella.
Alicia en su primera Giselle
Pero estaba en un lugar muy difícil. El proyecto de Lucía Chase incluía en la compañía a bailarines de notable talento, dotados de fuertes personalidades, y Alicia se oponía a rivalidades poderosas.
Lucía Chase
Para imponerse, todo estaba permitido. Podía hallarse vidrio molido en el interior de las zapatillas de quienes otros esperaban tomarles los roles. O se encontraban clavos desperdigados sobre la escena, o aceite en el suelo, o tutús y adornos de cabeza con tachuelas torcidas que se enganchaban en la ropa del partenaire.
Y Alicia estaba ciega pero no era boba; no estaba dispuesta a dejar que la pisotearan. De su lengua acerada y pérfida, no se salvaba nadie, y entonces recibió el sobrenombre de “The Cuban Cobra” o, también, “The Black Cobra”, en alusión a sus cabellos y ojos negros.
Su primera gran enemiga fue Tamara Tumanova, que venía de los Ballets Rusos, y cuya belleza exótica era irresistible. Tumanova tenía alborotados a los pájaros de New York y contaba con una gran “claque” para apoyarla. Pero Alicia tuvo también la suya.
Tamara Toumanova
Mientras tanto, otra diva, la inglesa Alicia Markova, Primera Bailarina de la compañía, prevalecía en Giselle. Su interpretación del ballet parecía insuperable. Fue en sustitución de Markova que la cubana bailó su primera Giselle el 2 de noviembre de 1943, en el Metropolitan de New York.
Markova debía bailar cuando súbitamente se enfermó. La dirección le pidió a las solistas si alguna estaba lista a reemplazarla. La complejidad del rol, el escaso tiempo que había para ensayarlo, la altura del reto a enfrentar satisfactoriamente, hizo que solamente Alicia aceptara arriesgarse. Se sabía de memoria la coreografía porque espiaba los ensayos de Markova desde bambalinas.
Alicia Markova y Sol Hurok
Fue un éxito rotundo. Al término de la función, un “coleccionista” irrumpió en su camerino para arrancarle de los pies las zapatillas de puntas. “¡Para la historia!”, gritaba, esgrimiéndolas como un trofeo mientras desaparecía, corriendo, en un pasillo. Markova fue presa de los celos, al punto de obtener de Lucia Chase que la cubana no bailase más Giselle, ni siquiera en el cuerpo de baile. "Quiero a la Cobra Cubana fuera de aquí", dijo.
Tamara Toumanova y Sol Hurok
Pero como Tumanova era la amante de Sol Hurok, el dueño de los caballitos, el rol de Markova se lo dieron a ella, no solo por razones de cama, sino de marketing: Hurok consideraba que sólo las bailarinas rusas estaban “aptas” para Giselle y los otros grandes roles clásicos.
Una ausencia momentánea de Tumanova en enero de 1945 permitió que la cubana bailase la obra de Coralli y Perrot en Seattle, pero, en los escenarios de Los Angeles y San Francisco, Tumanova reapareció y Alicia Alonso tuvo de nuevo que inclinarse ante su rival. Hasta la partida de Sol Hurok, en 1946.
Sin embargo, ya entonces Alicia contaba con un respaldo de peso, el del más renombrado entonces de los críticos americanos, John Martin, quien escribió en The New York Times el 16 de abril de 1945:
“Ella es sin dudas una de las más grandes bailarinas clásicas de nuestra época. Conocer el por qué no interpreta todos los roles clásicos es uno de los misterios mejor guardados del mundo del ballet”.
Pero la gran enemiga de Alicia en el American Ballet fue Nora Kaye. Si Alicia Alonso era la bailarina clásica, Nora Kaye, era la de mejores aptitudes dramáticas. La primera se imponía por su técnica, la segunda por su densidad emocional.
Nora Kaye y Jerome Robbins
Por entonces el coreógrafo inglés Antony Tudor triunfaba con sus ballets “psicológicos” de los que Nora Kaye era la intérprete por excelencia: una vez más. Para colmo a Nora le gustaba Fernando Alonso y lo cortejaba descaradamente delante de Alicia, que estaba hasta el moño de la situación.
Este detalle no pasó desapercibido por Lucía Chase, que aprovechó esa rivalidad para hacer la foto publicitaria de la compañía en 1946, que al mismo tiempo debía ser un homenaje a los soldados del ejército norteamericano que habían ganado la guerra.




Nora Kaye, Fernando Alonso y Alicia Alonso -1946
En la foto, junto a un avión de la Armada, Nora coquetea con Fernando, tumbado en el suelo, mientras Alicia aparece detrás, cogiéndola en el brinco.
Pero Alicia tuvo su momento para vengarse de la Kaye. Un día de abril de 1948 que Nora enfermó y tuvo que renunciar a bailar, Alicia le pidió a Lucía Chase sustituirla para mostrar que ella, también, podía triunfar en ese registro. Lucía aceptó y Alicia asumió el estreno de Shadow of the Wind de Tudor, interpretó el rol de Carolina en Lilac Garden, y el de Lizzie Borden en Fall River Legend, de Agnes de Mille. Fue un éxito total.
Nora Kaye
Desde entonces, y en su vida futura como figura máxima del BNC, Alicia jamás permitió que ninguna de sus bailarinas la sustituyera en ningún ballet importante hasta muy avanzada edad. Sabía lo peligroso que era dejar que lo hicieran; ella lo había hecho 4 veces.
Pasados los momentos de tensión extrema, Alicia y Nora decían ser las mejores amigas del mundo, pero cuando la gloria estaba en juego, sacaban los cuchillos enseguida.
Años más tarde a Alonso y a Kaye se les pediría que salvaran sus diferencias y se reconciliaran bailando un Pas de Quatre que sería histórico, junto a su otra enemiga Alicia Markova, y Janet Reed.
Alicia Alonso, Alicia Markova, Nora Kaye, y Janet Reed en Pas de Quatre
Iba a ser el Pas de Quatre del siglo, y lo fue, pero aquellos ensayos fueron seguramente de los más violentos de la historia del ballet moderno, y la víctima fue la pobre Janet Reed, que sin comerlo ni beberlo tuvo que presenciar y sufrir a sus tres compañeras sacándose la tira del pellejo, peleando y gritando y haciéndose sabotajes de todo tipo. Janet dijo "Fue terrible, llegué a sentir pánico". Pero el público no notó nada, porque fue uno de los Pas de Quatre más perfectos y alucinantes de la historia del Ballet.
Otro drama se evitó por los pelos, cuando Ballet Theatre se presentó en Cuba, entre mayo y junio de 1947.
Célida P. Villalón, que se ocupaba entonces en Pro-Arte de la redacción de los programas, modificó involuntariamente la presentación de la jerarquía de la compañía, respecto de cómo había sido enviada.
El nombre de Alicia Alonso pasó, por inadvertencia, al segundo lugar del encabezamiento del elenco. Cuando Laura Raynieri se dio cuenta, ya los programas habían sido impresos. Aterrorizada tan sólo de pensar en la cólera que habría que aguantarle a su nuera de bailarina, pidió que se hiciera un sticker que restableciera la disposición original. Célida tuvo que pegarlo, con la ayuda de las alumnas de la academia de ballet, en todos los programas de la temporada.
En el funeral de su “gran amiga” Nora Kaye en New York, en 1987, Alicia Alonso expresó que si hablaba inglés tan mal, era porque lo había aprendido con Nora Kaye. Por una última vez, se situaba por encima de su rival.
Alicia puso malo el ambiente en el American Ballet. y ya en 1948 la compañía estaba dividida en dos clanes; uno, de parte de Nora Kaye y el otro, de parte de Alicia. En el verano de ese año, “the Black Cobra” se negó a firmar su contrato para la próxima temporada, exigiendo que su nombre apareciera por encima del de Nora Kaye en los programas y los documentos publicitarios de la compañía. Kaye no lo aceptaba, puesto que entonces era ella quien los encabezaba.
Compañía de figuras del American Ballet Theatre
En la época, no era como hoy en que los nombres de las primeras figuras aparecen por orden alfabético, sino por el de precedencia temporal según habían accedido al plano estelar: Kaye, en efecto, había sido ascendida al rango de primera bailarina antes que Alicia Alonso.
La situación estaba bloqueada por completo y repercutía en toda la compañía. Al ver que sólo John Kriza había firmado su contrato, en agosto de 1948, Lucia Chase tomó la decisión de suspender la actividad de Ballet Theatre para la temporada venidera. La interrupción duró finalmente nueve meses.
La decisión de Chase fue tomada tras el éxito obtenido durante el 28 y el 29 de junio de ese año, con un espectáculo presentado en La Habana bajo el título “Las estrellas del ballet”, por iniciativa de Fernando y Alicia Alonso, conformado por una buena parte del equipo de Ballet Theatre y con el apoyo de Pro-Arte Musical.
Entonces Alicia vio la oportunidad de su vida y no lo dudó un instante; estaba lista para liderar un gran grupo de bailarines descontentos, y lanzarse en la aventura de fundar una nueva compañía, que llevaría su nombre y se instalaría en Cuba.
Al bautizar con su propio nombre a la compañía, Alicia Alonso mostraba su deseo de imperar como la referencia definitiva de la danza en Cuba. Oficialmente, se trataba de otorgarle un prestigio a la joven y desconocida compañía, lo que ayudaría a su promoción fuera de la isla, ya que el país no poseía aún una tradición en el ballet. Lo sucedido después ha demostrado que la ambición personal de la bailarina, fue lo primordial.
Charles Payne, quien era entonces el director ejecutivo de Ballet Theatre, escribió más tarde que “eso fue lo mejor que pudo haber pasado para el futuro del ballet en Cuba”.
La isla era una base ideal para promover a una compañía naciente; el público estaba disponible, mientras que en New York la competencia era fuerte, porque El New York City Ballet de George Balanchine tuvo su función inaugural el 11 de noviembre de 1948.
El partenaire de Alicia, Igor Youskevitch, -que ella ya había escogido como pareja de baile desde mucho antes, desbancando a su propio marido Fernando- partió también con ella. Junto a él, una veintena de otros miembros de Ballet Theatre, entre ellos Royes Fernández, Melissa Hayden, Barbara Fallis, Paula Lloyd y Cynthia Riseley. Asimismo, un técnico de escena, como los directores de orquesta Max Goberman, Ben Steinberg y Seymour Finkelstein. El Ballet Theatre proporcionó aproximadamente el ochenta por ciento de los efectivos del Ballet Alicia Alonso.
Alicia con  algunos miembros de su rescién estrenada compañía y su madre, en la playa de Guanabo, recién llegadas a Cuba. En la foto, Richard Thomas, Appreciation Page, Salvador Juarez, Mrs. Fernandez, Ada Zanetti, Royes Fernandez, Alicia Alonso, Carol Krauter y Magda Gemora.
Ocho bailarines cubanos —en su mayoría procedentes de la escuela de ballet de Pro-Arte Musical— fueron reclutados, entre ellos Dulce Wohner Anaya. Se les sumaron el pianista Alberto Fernández y, como vestuarista, Ernestina del Hoyo, la madre de Alicia, quien encontraba la oportunidad de lucir su talento de costurera. En lo que respecta al coreógrafo Alberto Alonso, el otro fundador en la “tríada” de ese apellido, había regresado a Cuba ya desde 1941 para dirigir la escuela de ballet de Pro-Arte Musical.
Alicia Alonso y  su madre Ernestina Hoyos
El Ballet Alicia Alonso se instaló en el número 56 de la calle 11, en el barrio del Vedado. La primera función tuvo lugar el 28 de octubre de 1948, en el Teatro Auditorium, bajo la égida de Pro-Arte. El público estaba excitado. Para los cubanos amantes del ballet, fue una suerte de consagración nacional. Igor Youskevitch interpretó La siesta de un fauno, en la coreografía de Vaslav Nijinsky; Melissa Hayden, Cynthia Riseley, Paula Lloyd, y Barbara Fallis bailaron el Pas de Quatre de Keith Lester. Y, Alicia Alonso e Igor Youskevitch, una versión en un acto de El lago de los cisnes, de Marius Petipa y Lev Ivanov.
El Ballet Alicia Alonso fue denominado Ballet de Cuba en 1955. A partir de 1959, y después de que Agapito tentó a Alicia con aquel cheque de 200.000 pesos, pasó a ser el Ballet Nacional de Cuba.


Desde entonces todo ha sido Ballet y revolución.
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BIBLIOGRAFÍA


“Nacimiento de una estrella” - N. Blanco
"Orbita de una leyenda” - Pedro Simón
"La Ballerine et El Comandante" - Isis Wirth
"Histoire secrète du Ballet de Cuba", - Isis Wirth









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Cubano de nacimiento y catalán de adopción

10 comentarios:

  1. esplendido ,gracias por contarnos la historia

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    1. Sabes bien que jamás me molestaría en perder tiempo hablando contigo, YA ME DA ASCO ESCRIBIRTE EN PÚBLICO, IMAGÍNATE EN PRIVADO. Además de que no puedo porque te tengo bloqueada hace años por todas partes, calva. ¿Estás brava porque te cerraron todas las cuentas? Pues te jodes. Es que eres muy bruta y muy lenta.

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    1. ERES LA REINA PERO DE LAS GORDAS CALVAS... dale escribe que tengo el pantallazo preparado pa seguirte bloqueando por todas partes, cretina
      .

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    1. jejeje... me empiezas a dar lástima... eres tan torpe... y no me quiero ablandar ¿te va muy mal bloqueada tanto tiempo? A mí tus denuncias no me han afectado nada. Tienes mala suerte.

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  6. Papi me encantó. Y me he reído con las respuestas a la calva esa. Un beso amor

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  7. Papi me encantó. Y me he reído con las respuestas a la calva esa. Un beso amor

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