Por Carlos Ferrera
Una noche de primavera de 1896, el pintor Toulouse-Lautrec salió del club parisino Irish and American Bar situado en el número 33 de la rue Royale de París,y se fue directo al taller que compartía con Henri Rachou en la rue Ganneron.
El artista llevaba en el bolsillo de su chaqué, una servilleta con un bosquejo a lápiz de un joven negro bailando en medio de la pista del club que acababa de abandonar. El Irish and American Bar era por entonces un lugar de moda en los ambientes bohemios de la capital francesa, frecuentado por los artistas más conocidos de la época.
Una vez en su taller, Lautrec se dio a la tarea de dibujar con detalle el boceto que había hecho en el club. Unos días después, el 28 de marzo de 1896, el semanario francés "Le Rire" incluía en la contraportada del número 73, la litografía realizada por Toulouse-Lautrec titulada ‘Chocolat dansant dans un bar’. Era una ilustración que representaba a un chico de color bailando en un club bohemio de París.
Chocolat era el nombre artístico de Rafael Padilla, un joven artista negro de 28 años de edad, pero que ya llevaba diez dedicándose al oficio de payaso en los espectáculos más importantes de París, además de codearse con los personajes más pintorescos e influyentes de la Ciudad de la Luz, entre ellos, el gran pintor francés.
Pero el pasado de Padilla no había sido tan rutilante como el momento en que conoció a Toulouse-Lautrec. Sus padres eran dos africanos que habían sido secuestrados en el Congo y llevados a Cuba alrededor de 1880, donde fueron vendidos como esclavos a un mercader habanero, que los puso a trabajar en su servicio doméstico en una casona de la Calle del Obispo. Allí nació, no se sabe exactamente cuándo, Rafael Padilla.
Cuando apenas contaba ocho años de edad, Rafael fue separado de sus progenitores y vendido en el puerto de La Habana a un ‘indiano’ de origen vasco llamado Patricio del Castaño, que después de mirarle los dientes y cerciorarse de su buen estado de salud, se lo llevó a Vizcaya y lo puso a trabajar como esclavo para su familia.
Quizás fue esta la etapa más terrible en la vida de Rafael Padilla. De la familia Castaño, el pequeño Rafael recibió un trato vejatorio y cruel. Según consta en su biografía, en más de una ocasión intentaron ‘blanquearlo’ raspándole la piel con un cepillo para caballos, recibió innumerables palizas y castigos y constantemente era maltratado e insultado por Patricio Castaño y sus indolentes hijos.
Una madrugada Rafael decidió huir de aquel infierno y comenzar una nueva vida. Escapó de la mansión de los Castaño y se vio obligado a vagar por las calles de Bilbao cuando apenas tenía catorce años. Por fin encontró empleo de estibador en los muelles de Bilbao y pudo alquilarse una humilde pieza en una pensión de mala muerte junto al puerto.
Sin embargo, a pesar de su vida triste y terrible, Rafael tenía un sentido del humor exquisito, siempre sonreía y aunque no había aprendido euskera, solía arrancar carcajadas entre sus conocidos con su gestualidad y sus silentes gags, que poco a poco consiguió adaptar al humor vasco. Entonces decidió abandonar el trabajo en el puerto, y con 15 años comenzó a hacer pequeñas performances por las calles de Bilbao.
Y fue intentando ganarse la vida haciendo de artista callejero cuando conoció al británico Tony Grice, uno de los payasos más relevantes de la época, que por esos días estaba actuando en Bilbao.
Grice se lo encontró una mañana en la puerta de su hotel. Le impresionó ese joven payaso negro, que no sabía una palabra de francés, pero que hacía reír a todos de manera espontánea con su humor natural. Inmediatamente percibió talento y madera de artista en el muchacho cubano, y lo tomó como ayudante para sus espectáculos de clown.
La primera gira de Tony Grice con Rafael en 1886, los llevó a París, donde causaron una gran sensación, porque Rafael era el primer artista circense de color que se veía en los escenarios de Francia. Fue allí que Padilla fue bautizado como ‘Chocolat’, y recibió una interesante oferta para actuar en solitario a partir de 1888.
Rafael Padilla se convirtió en una de las grandes estrellas del circo francés y su caché como artista subió como la espuma. Pocos años más tarde, un día saliendo del Nuevo Circo de París, conoció en un café de la Rue Saint Honoré a Marie Hecquet, una mujer blanca y casada, de clase media de quien se enamoró perdidamente y con quien se casó en 1895.
Fue un escándalo para la época, pues formaban una inusual y discordante pareja mixta nada frecuente por entonces, además de que Marie se divorció de su marido para unirse a él. La familia de Marie la repudió y la desheredó, pero el amor de la francesa por el cubano era sincero, y Marie fue la esposa, secretaria, vestuarista y agente de Rafael durante los 20 años que estuvieron casados. Aquel amor solo terminaría con la muerte del artista cubano.
Por esa misma época Chocolat recibió la oferta hacer pareja artística con otro de los grandes clowns de aquellos tiempos: George Foottit. Con Foottit, Chocolat formó una pareja artística que triunfó con una serie de números basados en continuas burlas y maltratos que el payaso ‘blanco’ hacía al payaso ‘negro’.
Chocolat tenía asumido su rol dentro del espectáculo y era consciente de que el color de su piel era un contratiempo y una humillación, pero al mismo tiempo le proporcionaba un trabajo que le gustaba, con el que disfrutaba y que le daba para vivir holgadamente con su familia.
Sin embargo Chocolat también hacía con frecuencia ácidas sátiras sobre la sociedad francesa de siglo XIX, aunque no se percibían de esa manera entre los habituales a sus shows. Padilla deseaba que se le considerara como un ciudadano como cualquier otro, y no solo como un payaso sino como un verdadero actor. Pero ni el público ni la profesión parisina de entonces estaban preparados para darle ese sitio.
Todo cambió en 1910, cuando una parte de la sociedad francesa comenzó a ver como vejatorio el trato que recibía Chocolat en el escenario. Chocolat y Footit formaban ya entonces un exitoso dúo de payasos que duraba ya casi dos décadas en los escenarios franceses. Entonces estalló el caso Dreyfus, que sacudió a la sociedad francesa y politizó los temas raciales.
Repentinamente las instituciones quisieron ser tan políticamente correctas, que los empresarios dejaron de contratar a Padilla, ante el temor de ser acusados de racistas. Paradójicamente, encontrar el respeto y el reconocimiento social en la sociedad francesa, fue el motivo que acabó con la carrera de Chocolat.
Paulatinamente olvidado por los empresarios y por el público, el payaso negro volvió a los escenarios de barrio y a los espectáculos callejeros, pero también realizaba visitas a los hospitales infantiles de París para entretener a los niños ingresados allí. Entre ellos, su presencia era requerida y esperada en el hospital Hérold de París, donde ofrecía funciones gratuitas, siempre con una gran sonrisa para los niños y sin pedir nada a cambio.
Pero las cosas iban mal. Chocolat se quedó sin el escaso trabajo que tenía, se arruinó por completo, comenzó a beber desmedidamente y cayó en una profunda depresión después de la muerte prematura por tuberculosis de su hija Suzanne.
Rafael Padilla ‘Chocolat’, falleció repentinamente el 4 de noviembre de 1917 a la edad de 49 años. Murió solo en una habitación de hotel en un suburbio de Burdeos, donde se encontraba con el circo en el que se había enrolado. Padilla murió completamente olvidado, y fue enterrado como los esclavos, en una fosa común.
Hoy la fosa está señalizada en el cementerio de Burdeos con un cartel metálico litografiado en azul y blanco como una simple señal de tráfico, si bien es verdad que, ahora fue sustituido recientemente por una tarja de obra.
Hoy la fosa está señalizada en el cementerio de Burdeos con un cartel metálico litografiado en azul y blanco como una simple señal de tráfico, si bien es verdad que, ahora fue sustituido recientemente por una tarja de obra.
Los hermanos Lumiére, también admiradores del artista cubano, asistieron muchas veces a sus funciones para filmar pequeños segmentos de sus actuaciones, y dejaron algunos registros fílmicos de Chocolat. Aunque casi todos desaparecieron, ha quedado uno para la posteridad, que incluyo en esta crónica.
Hace pocos meses el pintor senegalés Cheikhou Ba presentó en la galeria Kalao, en Bilbao, una exposición dedicada a la memoria de Chocolat, y el actor también senegalés Mbaye Sène, interpretó el papel de Chocolat en una 'kalejira', obra teatral callejera que tuvo gran repercusión en la ciudad vasca.
Finalmente, y (por fin) en justo homenaje a la vida alucinante de este curioso personaje cubano que revolucionó la escena parisina de hace un siglo, se estrenó una película protagonizada por el popular actor francés Omar Sy, y dirigida por Roschdy Zem.
Para escribir el guión fue preciso investigar en la biografía de este hombre en los pocos registros que quedaban en La Habana, Bilbao y París, y encontrar no solo a los descendientes del personaje, sino también los familiares del colono vasco que lo compró en La Habana y lo trajo a Europa hace 130 años.
Dice la crítica que Omar Sy finalmente se ha consagrado con este personaje de un negro, cubano y payaso. Así que en buena lid, es menester que también los cubanos sepamos de la existencia de este paisano ilustre que deslumbró como clown en la Belle Epoque parisina.
Porque el primer gran actor negro de la escena francesa, fue un cubano llamado Rafael Padilla: El Gran Clown "Chocolat".
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FUENTES: "La Gran escena Francesa de la Belle Epoque" de Etienne Arnoud, "Monografías de Historia del Arte Francés" (autores varios). "Circos de París" de Francoise Rouet.
interesante
ResponderEliminarMuy interesante. Sabía del cuadro ..pero no sabía que era cubano el payaso.
ResponderEliminarRescatar del olvido esta importante figura es gratificante. Gracias por traernos a Chocolat para disfrutarlo y reconocerle como se debe. Gracias, Carlos, por tus interesantes artículos. Un abrazo grande.
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