Por Carlos Ferrera
Algunos colaboradores cercanos a Fidel, después defenestrados, han contado con detalles lo que sucedió en una reunión del Consejo de Ministros de Cuba, un día de junio de 1964.
Los hechos han sido confirmados posteriormente por varios guardaespaldas de Fidel, Raúl y Ramón Castro, y otros dirigentes de la Revolución presentes aquel día, y más tarde depuestos de sus cargos por Fidel, o que abandonaron el país, descontentos con el rumbo que habían tomado las cosas.
Cuentan que aquella tarde en el Palacio de la Revolución, Fidel montó en cólera como nunca antes, y ofendió gravemente a su hermano mayor Ramón, que no era miembro del cónclave, pero que participaba de la reunión en calidad de invitado, porque se discutían los primeros detalles de aquel infausto proyecto agropecuario del Cordón de La Habana, que se pondría en marcha dos años después, con resultados desastrosos para la economía del país.
Los enfados de Fidel históricamente han tenido fama de ser muy violentos. Tiraba cosas al suelo, daba portazos que arrancaban las puertas de sus goznes, gritaba con gran alteración y ofendía con palabras gruesas y epítetos fuertes. La bronca con Ramón tomó tintes tan violentos, que hasta Almeida y Ramiro Valdés tuvieron que intervenir para separar a los hermanos, que habían llegado a las manos.
Ramón Castro al contrario de su hermano menor, siempre tuvo un talante conciliador y apacible. Era un hombre llano de palabras suaves y modales casi de campesino, tan apegado a la tierra que fue el único que siguió visitando (y habitando) largas temporadas la casa natal del clan en Birán. Jamás se le escuchó levantar la voz a nadie, ni manifestar agresividad con sus familiares, amigos o subordinados en el puesto de dirigente agropecuario que le asignó su hermano. ¿Qué había causado entonces la trifulca entre los dos hermanos?
Solamente unos días antes, el 19 de junio de 1964, la hermana de ambos, Juanita, había abandonado el país para nunca más volver. Juanita Castro Ruz, era la quinta de los siete hermanos Castro:
Angelita (1923-2012), Ramón (1925-2016), Fidel (1926), Raúl (1931), Enma (1936) y Agustina (1938). Desde muy joven Juanita tuvo desencuentros “de carácter” con Fidel, pero siempre sintió una especial predilección y afecto por su hermano Raúl, al que llamaba cariñosamente llamaba Muso. El 6 de agosto de 1963, muere Lina a los 57 años de edad, dicen que con gran pesar y distancia afectiva de sus hijos varones. Lina Ruz había sido siempre la protectora de su hija Juanita.
"Cuando ella muere –contó Juanita ya en el exilio–, yo tenía una situación muy delicada en Cuba por mis actividades en contra del régimen, pero claro, con mi madre siempre me sentía más protegida, pensaba siempre que mientras ella estuviera a mi lado a ellos les hubiera costado más trabajo tomar medidas drásticas en contra mía".
Así que Juanita supo que había llegado el momento de romper con sus hermanos comunistas y marcharse de Cuba. “Mucha gente me dijo que como a tantos otros, a mí me iban a fusilar allí, porque yo me metía en todo y criticaba cada cosa que hacían".
Y es Raúl, su querido “Muso”, quien conociendo en secreto las actividades subversivas de su hermana favorita, y el enojo creciente de Fidel hacia ella, le consigue una visa para que “pase un tiempo en México”, con Enma, otra de las hermanas. Es así que el 19 de junio de 1964, Juanita Castro abandona la Isla para siempre.
"La última vez que hablé con mi hermano Raúl fue el 18 de junio de 1964, el día anterior a marcharme. Fue la última vez que hablé y que lo vi personalmente", dijo Juanita. Nunca más volvería a ver a sus hermanos varones.
Diez días después, el 29 de junio de 1964, Juanita Castro denunció el régimen político de sus hermanos, en una entrevista con el periodista mexicano Guillermo Vela. Al día siguiente fue noticia de ocho columnas en todos los diarios de México: la deserción de Cuba de Juanita Castro Ruz. Poco después en 1965 se trasladó a Miami, donde obtendría residencia legal en los Estados Unidos.
Y fue justamente por causa de esa entrevista concedida por Juanita en la radio mexicana y emitida al mundo entero, que Fidel en aquel Consejo de Ministros, en uno de sus peores arranques de rabia la califica de “mujer despreciable y traidora a la patria, que no merece pertenecer a nuestra familia”.
Lo dice tranquilamente. fumándose su puro delante de toda su camarilla de ministros, y también de Ramón, que no puede aguantar su enfado y se enfrenta a su hermano respondiéndole airado: “Parece que no te acuerdas de que tú y yo hemos sido “hijos de nadie”, necesitas ser un poco más humilde y respetar a los miembros de nuestra familia”.
“Hijo de nadie”, BASTARDO en buenas palabras. Una condición de la que Agapito siempre se había avergonzado, un capítulo de su vida poco conocido que el sátrapa desterró de todas sus biografías oficiales, y que muy pocos cubanos han conocido.
Enterémonos pues, un poco mejor, de cuáles son los detalles de la bastardía oculta de Fidel, para él tan vergonzante. Para ello hay que remontarse al principio de la historia de la familia Castro Ruz:
EL PRINCIPIO
El padre de Fidel, el gallego Ángel Castro Argiz, nacido en 1875 en la perdida aldea de Láncara, por allá por Lugo, era un humilde campesino al que un residente rico de La Coruña le pagó para que lo sustituyera en la guerra de Cuba. Entonces los españoles con plata podían evitar su servicio militar, pagando a un sustituto por cumplir esa obligación.
Y hay aquí una nota de color: En la “Historia de Cuba” del historiador Carlos Márquez Sterling, el autor cuenta que Castro padre formó parte de la columna española dirigida por el comandante Cirujeda, que atacó e hirió de muerte en combate al mismísimo Titán de Bronce, Antonio Maceo, el 7 de Diciembre de 1896. Así que si Márquez Sterling no estaba borracho cuando escribió el libro, el padre de Fidel formó parte del grupo de soldados que mató a Maceo.
Angel Castro Argiz |
En diciembre de 1899, después de la derrota española en la guerra, Don Ángel (porque después de la guerra y gracias a ella, cambió su estatus social de campesino pobre a señor militar retirado) decidió quedarse en la Isla y hacer fortuna en la región oriental de Banes. Había resuelto no volver a San Pedro de Láncara, dicen algunas biografías, meses después de comprobar como la joven de la que se enamoró, no había esperado a que regresase de la guerra cubanay se había casado con uno de sus amigos.
En Cuba, para salir de la pobreza típica del inmigrante, Don Ángel Castro ejerció trabajos de toda índole: jornalero, repartidor de leche, tendero de un mercado de abastos y hasta empleado en un prostíbulo del pueblo.
Pero con la ayuda de un paisano canario, Fidel Pino Santos, (quédense con este nombre) logró alquilar un par de parcelas a la United Fruit Company, y comenzó a adquirir tierras a través de negocios que algunos historiadores califican de “ilícitos” (no he podido comprobar ese extremo), convirtiéndose así en relativamente poco tiempo en un terrateniente rico con una fama de hombre implacable, muy exigente y violento en los negocios.
Se cuenta que era especialmente cruel con los trabajadores negros que importaba de Haití para las labores agrícolas en sus campos.
Ya convertido en un rico miembros de la alta sociedad de Banes, se hizo de un tren particular para desplazarse por sus tierras, y transportar a los trabajadores y vecinos hasta Holguín.
El tendido de líneas férreas para poder transportar la caña de azúcar a los distintos ingenios azucareros levantados en la isla caribeña, dio trabajo a centenares de trabajadores durante muchos años. Una de las vías atravesaba sus propiedades, con dos puntos de pesaje. Estuvo operativa para la zafra de 1924.1925.
Ángel se casó dos veces. Con sus dos mujeres tuvo 12 hijos, cinco con la primera y siete con la segunda, y con una tercera, una guajirita hija de un peón, tuvo a otro hijo al que nunca atendió y que hoy todavía vive en Birán, pobre y abandonado: Martín, medio hermano de Fidel, Raúl, Ramón y el resto de los hijos de Lina.
MARÍA ARGOTA
La vida sentimental de Ángel Castro comenzó cuando abrió una fonda en la que se enamoró de su primera mujer, que fue a comprar bombones. Ángel quedó prendado de ella.
Era una joven esbelta y guapa llamada María Argota Reyes, que era maestra. El flechazo se produjo en El Progreso, nombre de la fonda taberna de lo que fue el primer negocio de Ángel Castro Argiz. Inauguró este establecimiento en 1906 con un capital de 200 pesos, y tuvo buena vista comercial, porque para el negocio contrató a quienes trabajaban en sus platanales, pagándoles muy poco dinero y ganando mucho en poco tiempo.
Escribe Katiuska Blanco, su biógrafa oficial, que Ángel pensaba que María sería su amor definitivo, "pero algunas lenguas le auguraban poco éxito, porque era por naturaleza un hombre infiel". Contrajo matrimonio con ella en la primavera de 1911, pero las desavenencias comenzaron pronto. María Argota tenía anhelos de vivir su vida en una ciudad y su esposo, en cambio, quería vivir en el campo.
El matrimonio con María Argota no fue una balsa de aceite, como tampoco lo sería el de Lina. La pareja funcionó a trancas y barrancas, porque tanto uno como otro tenían fuerte carácter y, por lo visto, había veces que saltaban chispas.
LINA
Ángel tuvo dos hijos con María, y las cosas iban más o menos bien hasta que un día, llegó a su hacienda pidiendo trabajo de sirvienta, una mujer con una hija analfabeta de 14 años, que se llamaba Lina Ruz.
Don Ángel le dio empleo, pero desde el primer día puso los ojos en la niña, con la que pronto estableció una relación extramarital, de la cual nació una primera hija, Ángela, que se crió, como todos los bastardos, lejos de la casa del padre infiel, en el bohío de la madre de Lina.
Muy poco después Don Ángel le hizo una segunda barriga a la hija de su criada, que fue un niño al que llamaron Ramón. La infidelidad de Don Ángel se hizo tan evidente e incómoda para su esposa, que María Luisa Argota abandonó la casa de Birán y se mudó a Santiago de Cuba con los dos hijos mayores y legítimos de aquel infausto matrimonio.
Lina Ruz se instaló entonces como la nueva señora de la casa, y dio a luz el 13 de Agosto de 1926 a un tercer hijo, al que Don Ángel bautizó con el nombre de aquel canario amigo suyo y socio en los negocios: Fidel.
FIDEL EL BASTARDO
El divorcio de Ángel con su primera mujer fue largo y traumático, y además, tuvo desavenencias con Pedro Emilio, uno de sus hijos del primer matrimonio, por cuestiones de dinero.
Cuando María Luisa le puso el divorcio y le reclamó la mitad de sus tierras, Don Ángel simuló estar arruinado y traspasó las propiedades a su socio Fidel Pino Santos.
Para acallar rumores y ocultar la existencia de los hijos ilegítimos que tenía con Lina, Don Ángel mandó a los niños a vivir con sus amigos, el cónsul haitiano en Santiago, Hippólite Hibbert, y su esposa Emercianne. Fidel tenía entonces 4 años.
Fidel tuvo que adaptarse desde pequeño a tener dos familias, dos parejas de padres, dos hogares, y a lidiar con su condición ilegítima, creando en él un gran conflicto psicológico de identidad y un rechazo total a la palabra “bastardo”, que conoció muy pronto y sufrió amargamente desde niño.
Dos años después, cuando fue enviado como interno al Colegio de La Salle, sus condiscípulos lo humillaron repetidamente por su origen bastardo, por tener como madre a una criada analfabeta, y por no estar bautizado, llamándolo "judío". Cuentan sus contemporáneos de Birán que Fidel juraba que algún día se vengaría de todas estas humillaciones. Está claro que cumplió su promesa con creces.
A los 8 años, Fidel fue finalmente bautizado, con la pareja haitiana como padrinos. En su acta oficial de bautismo aparece como Fidel Hipólito Ruz, sin que se haga mención alguna de Ángel Castro como padre.
En 1938, con doce años, Fidel Castro, envió una carta al presidente de EEUU Franklin Delano Roosevelt, que se conserva aún en The National Archives of Washington. Escribió: “Querido Presidente. No sé mucho inglés, solo lo suficiente para escribirle. He oído en la radio que será presidente varios años más. Por eso, le escribo para pedirle un billete de diez dólares. No he visto ninguno, y me gustaría tener uno”. Roosevelt nunca mandó el billete.
Argiz se casó oficialmente con Lina Ruz el 26 de abril de 1943 en el Registro Civil de Cueto. En ese momento, el que se convertiría en comandante, tenía 17 años; Raúl, 12 y Ramón, 19. Unos meses después, el 11 de Diciembre de 1943, Fidel es por fin reconocido como hijo legítimo de Don Ángel Castro, cuando ya había cumplido 17 años.
Fidel Hipólito Ruz, podía llamarse al fin Fidel Alejandro Castro Ruz, el hombre y el nombre llamados a cambiar el destino de Cuba, y a darnos medio siglo a todos los cubanos por detrás. Porque las humillaciones sufridas durante aquellos horribles primeros años de su vida, dejaron una huella imborrable, y unas ansias de venganza permanentes en su cabeza atormentada y llena de rencor.
Con Lidia, su hermana mayor, hija del primer matrimonio de su padre Ángel Castro con María Luisa Argota Reyes, Fidel siempre tuvo buenas relaciones porque se preocupaba por sus medios hermanos menores. Pero los hijos del primer matrimonio de Ángel Castro -Lidia y Pedro Emilio- nunca vivieron en la casa de Birán con sus medios hermanos y no existían las mismas sensaciones de cercanía fraternal entre ellos.
Con Lina, las cosas no iban bien, porque Ángel seguía rondando a las guajiras de su batey.
Katiuska Blanco no pasa por alto esas desavenencias. «Ella (Lina Ruz) a veces perdía los estribos, maldecía su estampa de gallo fino y sus ambivalencias. Molesta, le reprochaba sus tardanzas y preparaba venganzas pueriles cuando él regresaba tarde de andarse por ahí con amoríos pasajeros. Sin embargo, don Ángel siempre volvía a la suavidad de su regazo y a la firmeza de su carácter, lo que le resultaba imprescindible para vivir la vida, enamorado hasta el final», contó la escritora cubana.
PEDRO EMILIO, EL ÍDOLO SECRETO DE FIDEL
Fidel le tenía mucha admiración al mayor de los dos medio hermanos, Pedro Emilio, un intelectual que sabía varios idiomas, entre ellos inglés, francés e italiano; era culto, estudioso, muy preparado, un gran lector y además era poeta. Pedro Emilio siempre lo trató con gran cariño a Fidel y conversaba mucho con él.
Además, era militante político, demócrata y contrario a Fulgencio Batista. No obstante, Pedro Emilio tenía mala fama en la casa familiar de Birán. Ángel consideraba que tenía malas compañías (grupos intelectuales más bien de izquierda), se quejaba porque Pedro Emilio gastaba demasiado dinero o empeñaba cosas para sus gastos. Lo veía como alguien desorganizado o desprolijo, un bohemio quizás. En la casa de Fidel, lo consideraban como un loco, ya que ser poeta en aquel ambiente era ser medio trastornado.
Si bien tenía un muy buen prestigio de intelectual en Santiago de Cuba, y a pesar de ser políglota, un gran autodidacta, poeta, así como muy culto, al no haber estudiado en la universidad, ninguno de esos méritos tenían valor alguno para su padre Ángel.
En 1940, Pedro Emilio tenía 26 años y ya era aspirante a Representante de la Cámara de Diputados por el partido opositor a Fulgencio Batista. Durante sus vacaciones en Birán, Fidel lo ayudaba, salía a visitar a los campesinos en su caballo para enseñarles a votar, como muchos no sabían ni leer ni escribir les explicaba cuál era la insignia del partido de Pedro Emilio al que promocionaba. A través de esos votos podían elegir al Presidente y a un candidato a Representante por su provincia. En este caso, Fidel promocionaba al candidato a Presidente por aquel partido y a Pedro Emilio como Representante.
Fidel, además de querer mucho a Pedro Emilio y estar entusiasmado con su candidatura, también tenía algún interés personal, a través del estímulo de algunas promesas políticas que le había hecho su medio hermano, entre ellas ofrecimientos de regalos que incluían un caballo si llegaba a ganar. Así que visitó a cientos de campesinos para hablarles de Pedro Emilio. Por su parte, todos los vecinos del batey en Birán iban a votar por él.
Sin embargo, el día de la votación en verano de 1940, en los colegios electorales de Birán, los soldados de Batista que llevaban fusiles y bayonetas, dividieron en dos grupos a los votantes: por un lado unos pocos que votarían a Batista y por otro la gran mayoría de antibatistianos, quienes por distintas razones, ya sea por tratarse del hijo del gran terrateniente de la zona o motivos legítimos, iban a votar por Pedro Emilio.
Entonces los soldados no permitieron votar a nadie de la oposición y los pocos que votaron a Pedro Emilio, pudieron hacerlo porque se hicieron pasar por batistianos. Eso ocurrió en muchos colegios y de esta manera Pedro Emilio perdió las elecciones por 82 votos. Tan solo en tres escuelas de la zona de Birán, los soldados lograron quitarle entre 500 o 600 votos.
Así, en 1940 Batista ganó las elecciones, algo que causó una gran indignación en Fidel, quien con 13 años vivió quizás lo que fue su primera experiencia política. Así comenzaba a vivir como adolescente el primer mandato de Fulgencio Batista.
Tiempo después de su candidatura, Pedro Emilio tuvo algunos problemas y necesidades económicas, por lo que presionó a la familia para que lo ayudaran. A partir de ello surgieron algunos conflictos y hostilidades con la familia, de la que se distanció por un tiempo, incluyendo a sus medios hermanos.
LINA, ¿BÉLICA O SANADORA?
Hacia 1945, el esposo de Lidia, Narciso Montero, murió a raíz del mal de Hodgkin que padecía. Lina Ruz se encargó de cuidarlo durante su enfermedad, y al enviudar heredó una pensión, algunos recursos modestos y una propiedad familiar.
Lina era muy devota y activa en obras de caridad, y educó a sus hijos en escuelas católicas, a las chicas con las ursulinas y los chicos con los jesuitas, pero también le encantaban las armas de fuego. A Lina le encantaba subir a las lomas con sus hijos a disparar.
Hay varias anédcotas sobre sus supuestos dones de "milagrera":
Cuando Jesús “El Lechuza”, un vecino de la familia, le abrió el vientre a su madrastra de una puñalada y la dejó moribunda con las vísceras fuera, Lina se las volvió a meter en el vientre, la limpió la desinfectó, la cosió, y la salvó. Una señora que había dado a luz en el Central Preston, tenía una terrible infección, desahuciada por los médicos la mandaron a morir a su casa, pero Lina se enteró, la limpió, le sacó los deshechos del útero, la lavó, la desinfectó y la salvó.
También salvó a la maestra de Fidel, Doña Eufrasita, al sacarle los pedazos de cucarachas de los oídos. Además era generosa; le regaló diez mil dólares a Fidel y a Mirtha para la Luna de Miel en los U.S.A., ayudaba a los pobres, pagaba correctamente a sus campesinos, y rezaba por sus hijos todos los días. Un primor de mujer.
Como no había iglesia cerca, el padre Jerónimo Perrufo iba a la finca de los Castro a dar la misa para la familia. Y rambién a pedirle dinero a Angel Castro Argiz.
ÁNGEL, UN HOMBRE AFORTUNADO
Ángel Castro llegó a controlar 11.000 hectáreas de terrenos y a producir cuatro millones de arrobas (una arroba son casi doce kilos) de caña en Birán y Holguín. Le tocó dos veces el gordo de la Lotería, pero finalmente acabó perdiendo su casa en un incendio que él ocasionó de manera accidental.
«Don Ángel -dice su biógrafa- olvidó uno de sus tabacos en la mesita de noche, junto a una lámpara. El tapete bajo la campana de cristal fue lo primero en incendiarse con unas llamaradas intensas, extendidas en un segundo al entablado del piso y las paredes de las casas de pino. Pocos muebles pudieron salvarse de las llamas. Ardieron las cartas y las fotografías de la familia», cuenta la biografía oficial.
Eso ocurría el 4 de septiembre de 1954. Dos años más tarde, Castro Argiz fallecía debido a las complicaciones de una hernia.
FIDEL CASTRO, POR FIN NO ES BASTARDO
Al producirse al fin del reconocimiento tardío de su legitimidad filial, Fidel Castro al fin pudo incorporarse de lleno a su familia. Se trasladó de Birán a La Habana y se matriculó en el Colegio Jesuita de Belén, uno de los más prestigiosos de la capital. Fue allí que comenzó a destacarse en lo académico, y al mismo tiempo a mostrar su insaciable ambición de poder. En Belén, uno de sus condiscípulos era un ex-vecino de su padre en Banes, Rafael Díaz-Balart, con cuya hermana se casaría años más tarde y de la que tendría un hijo; su primogénito Fidelito Castro Díaz-Balart.
Después de graduarse en Belén, Castro se matriculó en la escuela de derecho de la Universidad de La Habana, y se involucró de lleno en el activismo estudiantil, e irrumpió en el conflictivo panorama político de la Isla irguiéndose en líder desde el principio. Comienza su época de “gatillo alegre”, crece su reputación de gánster, aventurero violento, bocazas y matón. Esa trayectoria culmina con su participación en el nefasto Bogotazo de 1948, en Colombia, a donde fue supuestamente a infiltrar y cohesionar los movimientos estudiantiles universitarios de América Latina. La cosa terminó con revueltas e incendios en la capital colombiana, y el asesinato del líder del partido liberal Eliecer Gaitán.
ESE HOMBRE ESTÁ LOCO
Mucho se ha especulado y estudiado ya por los especialista, sobre el complejo perfil psicológico de Fidel Castro. Una difusa patología mental basada en buena parte en la dualidad identitaria que arrastró de pequeño, consecuencia de haber sido sustraído de su entorno filial desde una edad demasiado temprana: un doble nombre, un doble hogar, una doble familia y una doble identidad. Demasiado como para no estar loco.
Según el periodista y escritor francés Serge Raffy, autor del controvertido libro “Castro, el desleal”, tras el regreso de Fidel de Bogotá se produjo en La Habana el fatídico encuentro con el agente soviético Fabio Grobart, que determinaría su definitiva afiliación política. Raffy asegura que es ahí que empieza a incubarse la ideología marxista de Fidel.
Grobart, uno de los fundadores del primer partido comunista cubano, era un judío polaco enviado por el Kremlin a América Latina para reclutar agitadores antiimperialistas, que debían simular ser anticomunistas. Y Fidel, con su engañosa imagen de revolucionario humanista, que ocultando muy bien su activismo violento, era el candidato perfecto para ejercer esa dualidad de identidad.
La condición de “agente doble” era terreno conocido para Castro. Según Raffy, esta duplicidad “no fue por la práctica de la denegación, traición o virajes, propios del juego político, sino derivada de las circunstancias de su origen: la propensión a ser simultáneamente dos personas; a jugar en dos campos al mismo tiempo. “Esta estructura de lo doble aparece en todas las acciones que emprende, ocasionando crisis, pues es una conducta que implica el ‘double-bind’, que, como se sabe, es el origen de muchas perturbaciones mentales.”, dice Raffy.
Entre otras cosas, gracias a esa disfunción mental es que Fidel pudo engañar al pueblo cubano y al mundo entero, presentándose desde la Sierra Maestra como un revolucionario idealista y redentor, y ocultando su verdadera agenda. Es por eso que en el régimen que inventó y controló durante medio siglo, tuvieron tanta importancia los servicios de inteligencia y de control policial, que diseñó él mismo. De ahí proviene la modalidad de infiltrar agentes bajo la doble fachada de médicos, maestros o técnicos deportivos, como sucedió en Chile, Granada y finalmente en Venezuela.
La duplicidad y maleabilidad de la personalidad patológica de Fidel Castro impidieron cualquier negociación seria con él mientras gobernó, porque nunca se estaba tratando con el "verdadero" Castro, sino con "el otro".
Quizás Juanita, Ramón y hasta el propio Raúl en su fuero interno supieron siempre de esta dualidad peligrosa y han temido sus consecuencias. El resto de los cubanos hemos vivido detrás del palo.
Le llamábamos loco, es verdad, pero... ¿sabíamos que lo estaba realmente?
FUENTES CONSULTADAS:
La Familia Castro, Katiuska Blanco
Maritza Beato, Documentos secretos sobre los Castro
Fidel: Dos hombres en uno, de Vasiliev Rushov,
Noticias de El Lagarto Verde
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