Agradezco a los seguidores de este blog la difución y participación en el crowdfunding de mi libro "Cayo Hueso, mi patria chica". Haber cumplido con la recaudación del monto previsto, me permite dejar abierto el crowdfunding en lo adelante, para que quien no pudo reservar su ejemplar, pueda hacerlo en las próximas horas.
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo
Por Carlos Ferrera
Sine ira et studio
(Sin odio y sin parcialidad)
Cayo Cornelio Tácito
Anales 1.1.4.
Facebook parecía saberlo de antemano y me silenció antes de tu partida,
como si no quisiera que te rindiera mi homenaje póstumo en tiempo real, como te
merecías. Me amordazaron en tu duelo; ni siquiera pude dedicarte una directa “homenaje
- acto de repudio”, que habría sido lo apropiado. Te la prometo para tu próximo
primer aniversario de occisa, if Zuckerberg wants.
Sé que mi presencia virtual era necesaria la mañana del
17 de octubre. La exigía la más aciaga de tus horas; la última: tu muerte tan esperada
y esperable, y al mismo tiempo tan inesperada y repentina.
Inconscientemente ya no la aguardábamos. No tenía mucho sentido
precaverse; te cansaste de ir a ver brillar la luz del túnel, y volver. Te pusiste
para extremaunción por lo menos dos veces al año durante los último veinticinco,
pero siempre regresabas lozana y vital, lista para seguir enterrando a tus
contemporáneas.
A la semana de tus gravedades, se te podía ver tranquilamente en un cóctel
de la UNEAC, en un tambor en el callejón de Hamel rodeada de negrones en trance,
o inaugurando una calle con tu nombre en Madrid, a varios grados bajo cero.
Eras Mazinger Z, Ernestina; el Cristo más resucitado de las Assolutas,
Santa Lázara Roja en bucle permanente. Podías levantarte y andar, cada vez que te lo pedía tu ego, tu comandante o tu chequera, y te lo permitía tu admirable
instinto de supervivencia. Te aferraste a la vida como las legendarias ladillas
con spikes, y te volviste inmortal a todos los efectos. Como de la danza,
también de resucitar hiciste un arte, por eso cuesta tanto aceptar que te hayas
ido para no volver.
Era mi obligación, pues, estar contigo en tu último estertor, porque fui
uno de tus principales azotes y también un rendido admirador de tus virtudes.
Cumplí
mi promesa de acompañarte hasta el final, al menos virtualmente. Gracias a WhatsApp
y a la impagable ayuda de los amigos que conservo en lo que fue tu entorno, pude minutar los últimos días de tu vida, como si hubiera estado junto a ti. Será
una interesante necrológica para el futuro.
Pero hoy toca epitafio, y pretendo que cumpla su cometido de despedirte libre de rencores. Comencé a escribirlo una hora después de tu partida, y terminé cuando en
Colón acomodaban la losa de granito bajo la que reposas, mientras Viengsay se secaba sus últimas lágrimas invisibles.
Tumba de Alicia Alonso en la necrópolis de Colón
No han cambiado
demasiado las cosas de cuando respirabas, para acá; solo ha bajado un poco tu
temperatura corporal, y ha variado 90 grados tu posición en el espacio respecto a la
vertical. Por lo demás, a mis efectos sigues tan viva como lo estabas el mes
pasado.
Allí en Colón estás ahora, intacta y sin cremar, hasta que te toque
osario. Por fuerza, también debo hablar de esta extraña y peligrosa decisión de
tu familia.
DECESSIT MORTEM
(La Muerte ha muerto)
Tu muerte era la única Gran Muerte que nos quedaba pendiente a los
cubanos, en la agenda funeraria nacional del siglo XXI.
La de Rosa se presenta emotiva, pero será mucho más modesta y sin la escandalera
de la tuya. Juana tendrá un adiós folclórico y sentido, pero barato y exento de
glamour. Las muertes de Graziella y Fina se vislumbran intelectuales y literarias,
y por lo tanto tristes y sin mucho seguimiento popular. Pero serán seguramente
más discretas y ajustadas al presupuesto de la coyuntura.
Fidel ya le hizo spoilers a los cuatro dinosaurios de la banda de
rufianes que lo sobreviven, con su hermano incluido. Sus muertes serán sosas, simples
copias baratas de la suya, y previsiblemente terminarán también en una piedra. Tú
te has salvado de terminar en otra, pero me temo que eso es un menosprecio en el
actual escalafón fúnebre de la revolución.
No voy a remasticar otro resumen de tu extensa y fructífera vida como
bailarina, porque llevo diez años haciéndolo todos los días. Centenares de
editoriales y medios de prensa del planeta ya se encargan de retostar tus virtudes. Yo, para variar, hurgaré un poco en el lado oscuro, que es tu lado mejor.
De lo que se escriba sobre ti, a futuro, solo me interesa la biografía que
te hará Octavio Roca, tu mejor y más honesto documentalista, que seguro sabrá
armarte un biopic digno, sin pecar de guatacón.
Después -como siempre-, Netflix
se le adelantará al ICAIC y robará tu historia para que Renée Zellweger te encarne
en la pantalla, -porque esta chica también hace de ciega que te mueres-, aunque
termine haciéndolo Camila Cabello.
Más aflautado y servil con tu memoria será Miguel Cabrera, Historiador Titular de tu Casa, que contará lo que quiera el Gran Poder que
cuente.
Sí que resultaría reveladora una reseña de tu vida firmada por tu viudo
doliente, Pedro Simón, desde su posición de odiado oficial de la familia Alonso.
Pero no creo que tenga huevos para dar el paso; Laura vigila, y Jesús Jaramillo
aún vive en Benidorm.
También sería curiosa la que podría escribir Salvador Fernández, tu polémico
bastón artístico e interesado esposo de María Elena Llorente. Se la compraría, si
fuera sincero y admitiera que, desde su aparición en el Lorca, las cosas
comenzaron a complicarse para las jóvenes promesas del ballet que dirigías. Entonces decidiste que fuera Salvador el subdirector artístico de la compañía, en
detrimento de tu ex cuñado y socio fundador, Alberto Alonso.
Cargaste con el
cartel de hija de puta, pero el nombramiento de Fernández te había caído desde
arriba. Alberto ya no era confiable para la revolución y debía salir cuanto
antes del BNC, aunque fuera por el techo. Y tú no te cortabas un pelo en usar la catapulta, incluso con tus parientes.
Me gustaría también que se arrancara a escribir Heriberto Cabezas, tu
eterno y exquisito director de Relaciones Públicas, al que conozco bien como
persona. Sabe más de ti que cualquiera de los que hoy blanquean tu pasado, sin
apenas conocerlo y seguramente contaría cosas que humanizarían tu imagen
intransigente de dictadora despiadada. Pero yo no tengo la sensibilidad de mi amigo Heriberto, y mi estilo literario es menos ortodoxo, así que creo que ni siquiera él me perdonará lo que he escrito para honrar tu memoria, porque me nutro siempre de lo que los demás esquivan o no
se atreven a escribir. Los limita un respeto que casi siempre es pleitesía,
puritanismo, conveniencia, o simple miedo al látigo de las redes.
Yo no tengo ese problema editorial. He hablado todo lo mal y bien que
se podía hablar de ti mientras estabas viva, y seguiré con esta rumba cuando te hayas marchado.
No me hacen mella los ataques de tu fanaticada más servil, que
ignora tus malas acciones y solo ensalza tus virtudes. Tampoco le hago swing a los
que menosprecian tu legado, ponderando a la comisaria política sobre la
bailarina y la maestra. Las dos son posturas extremas que no me apetece nada
abanderar, y que, en mi opinión, conducen a una mujer que no existe, a falta de su
otra mitad.
No sé si merecías o no una muerte mejor, Ernestina; no me importa. Sí
me interesa saber por qué te bajaron el precio, antes y después de muerta, y
qué motivos han tenido tus antiguos socios para ningunearte al final de tu
vida.
No es por el parco y pobre protocolo de tus breves exequias, ni por la improvisada escenografía de tu capilla ardiente; ni siquiera por la ausencia de un monumento funerario decente que te inmortalice. Esas son solo meras formalidades.
Pero hablan en silencio de males mayores.
¿Qué te pasó realmente, Ernestina? No siento que se te haya tratado
como merecías.
Se te debió construir un mausoleo a la altura de tu excelencia, pero has
terminado en el modesto y húmedo panteón familiar que compraste tú misma en
Colón, entre centenares de panteones idénticos.
Eras La Muerte más distinguida
de la revolución, pero tu despedida no ha estado a la altura de tu contribución
al sacro arte revolucionario. Se te ha dicho adiós muy tibiamente, y algo muy
serio debió ser la causa.
Hubo bailarines que preguntaron si era obligatorio asistir a tu velorio,
pero no se proclamó ni un solo día de duelo oficial desde Palacio. No hubo una
triste bandera a media asta en la Plaza, ni un miserable minuto de silencio
nacional. Desde Benny Moré no se nos había muerto ningún artista que mereciera una despedida popular masiva, pero la tuya ha sido casi una caldosa cederista sobre suelo de mármol, y seguro que con tremenda peste a flor de muerto. Te madrugaron, Ernestina.
No estaban cómodos mientras instalaban la capilla ardiente en medio de la magnificencia y el lujo barroco de tu Gran Teatro, en plena
coyuntura. Me dicen que los preparativos se hicieron a regañadientes y con muchos problemas de logística. Parece que para tus antiguos protectores, ya no eras merecedora de tal
pompa.
Eras lo más grande del arte revolucionario vivo, y la única bandera respetable
de la cultura oficialista. No se ve otra que te haga sombra en el horizonte en
los próximos 50 años, ¿por qué entonces, no se te dio el lugar que merecías?
¿Tan mal iban las cosas, Ernestina?
No te cremaron. Hablemos claro de este asunto.
NECESITAS FUEGO
Entre las razones políticas y de Estado que justificaron la conversión de
Fidel Castro a polvo de carbono, -además de su propia voluntad-, se tuvo en cuenta,
sobre todo, la más pedestre y extraña: Desmotivar cualquier acción de los profanadores
de tumbas del mercado negro espiritual de huesos humanos, que en Cuba funciona
como un reloj.
La huesera del comandante habría sido una tentación demasiado golosa para
la bolsa negra ñáñiga local, si los desechos del monstruo no eran convertidos
en cenizas. Es larga la lista de desentierros de esqueletos célebres, canibaleados
por los traficantes de reliquias de esta necrópolis. Hay un cable directo entre
algunos sepultureros de Colón, y la plana mayor de paleros de Regla, Guanabacoa
y otros centros espirituales de alta solera yoruba.
Para ellos, hasta los restos de los desconocidos, tienen un gran valor espiritual; por eso pienso que estás en peligro inminente de profanación, Ernestina. No
comprendo por qué no te han cremado, si era lo que indicaba el sentido común.
Tus centenarios huesos son con seguridad, mil veces más valiosos espiritualmente
de lo que fueron los de tu comandante. Tu osamenta es puro ADN concentrado de tesón, sacrificio
y victoria; de lucha personal, éxito empresarial, progreso económico y gloria absoluta.
Y también de sentido práctico, frialdad, estrategia, malicia y talento para
elucubrar. A efectos espirituales, eres un amuleto con patas.
Tus huesos son extracto de calcio ganador, Ernestina; tan valiosos para
un palero de Guanabacoa, como un cuerno de rinoceronte blanco para un cazador ilegal
del Serengueti. Seguramente más de un babalawo emprendedor cubano, ya ha tomado
buena nota de las coordenadas de tu panteón.
Mi consejo es que Laura debe relocalizarte rápidamente en una tumba
apócrifa secreta, si quiere conservarte entera. De lo contrario, dentro de
pocos años, tus restos estarán más dispersos por el mundo que los de Santa
Teresa. Estás en peligro de extinción post mortem, Ernestina.
Pero para tu familia tampoco escampa, después de tu partida.
LOS ALONSO, EN LA PICOTA
Laura Alonso 20 de octubre de 2019
Dejaste al familión en llamas. Entiéndase, a tu núcleo duro;
tu hija Laura Alonso Martínez, tu último marido y bastón, Pedro Simón Martínez,
tu nieto Iván Monreal Alonso, y tus dos bisnietas, Carmen y Camila Monreal. Dicen
que todo comenzó a enrarecerse otra vez para ti, cuando Carmencita se fue a
vivir a los Estados Unidos con su madre.
El apartado “gusanera en la familia”, te trajo dolores de cabeza desde los
primeros días de la revolución. Tu hermana Cuca odiaba a Castro con toda su alma
y trasladó ese sentimiento a tu hermano Antonio. Después desfilaron rumbo al exilio
tu cuñado Alberto, tu ex marido Fernando, e Iván Monreal Sr., tu yerno, marido
de Laurita, y padre de tu único nieto.
Cuca Martínez del Hoyo
Iván te puso en una posición difícil
desertando de la compañía con los 10 de París en el 66. Antes te había puesto
en otra, al ser fichado como homosexual y casi internado en las UMAP, de donde
lo salvaste por los pelos. Años después, su hijo y tu nieto del alma, también
“ha encontrado otros aires” en Santo Domingo. Qué puñetera mala costumbre de
emigrar, la de los Alonso.
Gusaneras familiares aparte, nos desayunamos hace unos meses con que tu
hija le había hecho a Raúl Castro una petición “formal y urgente”, para que practicara
un registro en tu vivienda.
Iván Monreal,
nieto de Alicia Alonso
Laura le solicitaba a tu viejo amigo un inventario riguroso de tus obras de arte, joyas,
objetos y documentos de valor. Decía tener pruebas que demostraban que tu
marido estaba “sustrayendo” patrimonio del domicilio conyugal, para ocultarlo
en desconocidos destinos, sin tu consentimiento.
La cosa se hincha, Ernestina, porque Pedro Simón es el director del
Museo Nacional de la Danza, por tu soberana decisión, desde 1998.
Alicia Alonso y su marido Pedro Simón
Llegó allí, por
cierto, después de que le hicieras una limpieza curricular a fondo,
eliminando de su pasado su intrascendente paso por el mundo del ballet. Era un
contraste demasiado fuerte con Fernando, tu marido anterior, un Dios del
escenario. Pero por suerte hay fotos...
Alicia Alonso y Pedro Simón, cuando bailaba
Así que de pronto el bailarín frustrado se convirtió en escritor,
investigador e historiador consumado, todo ante los ojos atónitos de Laura, que
seguía sin asumir que ahora el gris y flemático Simón, era el sustituto de su
padre.
Museo Nacional de la Danza.
El Museo Nacional de la Danza era, básicamente, tu museo, y su fondo de
obras, tus antiguallas. La colección pertenece a la revolución, porque ya se
la habías donado en vida, pero quedaba parte de ella en tu casa, esperando a
que te fueras del aire para sumarse al legado que le dejabas a la Dictadura. Se me
hace que cambiaste de idea.
A Pedro se le plantea un gran conflicto de intereses, si
realmente ha estado cambiando cosas de lugar sin permiso.
¿Tu marido estaba trasladando tu tesoro fuera de casa, en secreto? ¿O
fue solo un movimiento perverso de tu hija, para sacarlo de circulación, porque
no lo traga desde que apareció en tu vida? Y la pregunta que ahora se está haciendo media Habana: ¿Pedro ha estado robando
para sí mismo, o simplemente estaba cumpliendo tu último deseo?
No quiero dar pábulo a un rumor, pero esto es lo que se me cuenta desde Macondo. Me dicen, Ernestina, que a tus 98 primaveras y totalmente ciega, despertaste
a la Cobra astuta que nació en el American Ballet, y has hecho un último gran fueteé
con piruetas antes de abandonar este mundo.
En los mentideros habaneros, cada vez se hace más creíble la
posibilidad de que te hayas practicado un “auto robo” con la ayuda de Pedro.
Presuntamente habrías querido meterle el dedo en el ojo al gordo presidente títere
de Las Villas, antes de marcharte. ¿O es que a quien has querido joder, es a tu amigo Raúl?
Ya sé que es un runrún bastante demencial, pero a mí me cuadra perfectamente
con tu temperamento, y se ajusta más a la fidelidad que te ha demostrado tu
marido después del caso Jaramillo. Y que conste que Simón no es santo que yo venere.
Alicia Alonso a los 5 años
Pero si es eso lo que ha ocurrido en realidad, entonces, Ernestina, después de muerta subes muchos enteros en mi escala de afecto. No te hace sombra ni la mejor villana de telenovela.
Pero el desfalco (o auto desfalco) de tu tesoro, no ha sido lo peor.
Te
destrataron hace pocos meses con una crueldad nunca vista. Díaz-Canel te bloqueó un
container de medicinas e insumos, imprescindibles para tu supervivencia, en los
almacenes de la Aduana. Uno de tus bailarines se animó a mandarme un mensaje
para que lo hiciera público, y lo hice sin dilación. Al cabo de unos días te
liberaron tu cargamento médico, pero parece que ya el daño estaba hecho.
El inesperado secuestro gubernamental de tus medicinas, fue un gesto
claramente hostil del castrismo raulista contra ti. También una señal
inequívoca de que, en el Palacio de la Revolución, ya no se te amaba con la
pasión de antaño.
Sabíamos que no te caía bien el presidente títere, pero Raúl Castro era
tu garante incondicional, incluso a veces más que el propio Fidel Castro.
Por él tenías
abierto el Puerto de La Habana para meter un elefante, si se te antojaba, y la
mensajería diplomática de todas las embajadas cubanas en el mundo a tu
disposición. Fue así durante los últimos 25 años, ¿por qué esta orden
extemporánea y agresiva de retenerte los féferes que te mantenían viva? ¿Cómo
pudo ordenar o permitir tu amigo, que se te castigara con una medida cautelar
tan rastrera e inhumana?
¿Qué cosa tan terrible les ha roto el amor, Ernestina?
Dicen que te lo merecías por comunista y lamebotas. Quizás
sí, pero yo no me atrevo a opinar sin saber los detalles. Además, cualquier
agresión a tu memoria no me afecta ni me escandaliza, exactamente igual que
cuando estabas viva. Supongo que tampoco a ti.
Me interesa más ahora saber por qué tus cuentas están bajo auditoría
de la Seguridad del Estado.
TU REINO EN CUARENTENA
Me cuentan que después de morirte, han crecido dudas como setas en los
libros de contabilidad de tu antiguo imperio. Se te fiscaliza post mortem.
No solo los números del ballet están en solfa, sino los de todo tu
complejo artístico generador de divisas: la galería de arte Imago; la sala de
conferencias José Lezama Lima, la de conciertos Ernesto Lecuona; la de vídeo Luis
Buñuel, y la gestión de los cinco salones del Lorca destinados a la enseñanza.
Está claro que
hace tiempo nada de eso te pertenece, ni es de tu responsabilidad. Pero otros han hecho uso y abuso de tus
antiguos privilegios. ¿Quiénes, Ernestina?
Están bajo el microscopio de la DI, las cuentas de Prodanza y Cuballet,
muy rentables negocios a cargo de tu hija Laura. Se perita la comercialización de
talleres, asesorías y colaboraciones con compañías extranjeras, los contratos
del Coro y la Orquesta Sinfónica del GT, y hasta tu proyecto de revivir el café
del Louvre dentro del antiguo Centro Gallego.
Centenares de miles de dólares con poco o ningún control estatal
durante medio siglo. Toda tu exitosa y lucrativa empresa con autonomía financiera,
envidia del resto de las empresas cubanas, está ahora bajo la lupa de los
herederos de los dictadores que te ayudaron a levantarla. La última vez que ocurrió eso, fue cuando el escándalo de Jaramillo.
Habrá que ver hasta dónde fuiste tú la responsable, y a partir de dónde
los que te siguieron al frente de la gestión del BNC. Es de justicia recordar
que desde 1991, ya no podías meter la mano en la caja.
Jesús Jaramillo (Cortesía del Baúl de la Danza)
Ese año, tu alumno Jesús Jaramillo salió a contar las miserias de tu marido Pedro Simón, y los detalles de sus orgías sexuales “evaluativas” entre los jóvenes valores masculinos de la
compañía. También esa temporada tú habías traído tres millones de dólares limpios para
Cuba, y Fidel estaba muy satisfecho.
Pero las calenturas de tu esposo lo pudrieron
todo. Te quitaron el poder económico y las decisiones importantes, dejando solo bajo tu responsabilidad la parte artística, pero sobre todo, dañaron sensiblemente tu prestigio.
Sin embargo, aun después del escarnio público, seguiste al lado de Pedro, a
pesar de Laura, a pesar de Castro y a pesar del mundo.
Jesús Jaramillo en la actualidad
Desde entonces una junta directiva puesta a dedo, controlaba tu reino,
monitoreado de cerca por el Consejo de Estado, y tu escuela de ballet comenzó a
ser administrada por gente que no sabía nada de ballet.
¿INVESIONES EN EL EXTRANJERO?
Por supuesto. Hay inmuebles y cuentas a tu nombre, a uno y otro lado
del charco, en bancos españoles y norteamericanos; Laura y Pedro tienen muchas cosas que contar, aunque ahora ambos estén ocupados peleándose entre ellos, porque se avecina herencia. Laura asegura que Pedro tiene su guanaja echada fuera de la Isla, pero creo que debe preocuparse
más por su propio pellejo. Sospecho que empezará a tener algún contratiempo en breve, y no precisamente con la Dictadura de Cuba. Tu hija ha estado haciendo travesuras en casa del enemigo, y el enemigo la ha cogido en el brinco.
La hiciste directora de Prodanza y le entregaste como sede la Quinta
Durañona, antes edificio patrimonial ilustre de Marianao, hoy en estado ruinoso
lamentable.
La Finca Durañona de Marianao, en la época repubicana, sede actual de Prodanza
Cualquiera pensaría que tu hija, maitre de la revolución y de ti misma, y tu más cercana cancerbera, lucha contra las escaseces del cruel bloqueo norteamericano, para
echar adelante su escuela. Tengo seguidoras en Facebook cuyas hijas son sus alumnas en Durañona, bajo un techo que se cae a pedazos.
Los cubanos de a pie, imaginan a la abnegada Laura dando clases en aquella academia en ruinas, sin
apenas presupuesto para los leotardos de sus estudiantes. Todo por amor a la
danza, a la revolución, y a ti.
La Finca Durañona en la actualidad
Pues no.
Mientras La Durañona se derrumba y sus alumnos las pasan putas, tu hija
guarda su tiempo y sus fuerzas para atender otra academia que codirige y que sí le rinde
beneficios.
Laura Alonso imparte una clase en su academia de Sarasota
Es una soberbia escuela de ballet en la floridana ciudad de Sarasota,
en pleno corazón del enemigo del Norte; un próspero negocio que le genera ganancias pingües, y que suele visitar regularmente para impartir clases magistrales.
La academia ya hace tiempo que existe, pero sus imágenes recién se han
hecho virales en las redes sociales. No sé si las leyes de Trump contra los
negocios de cubanos afines a la dictadura, aplique en el caso de tu retoño
revolucionario. ¿Desde cuándo has estado invirtiendo tu plata en el país que ella
y tú consideraban hostil, Ernestina?
No entiendo por qué tus defensores no comprendían la esencia
profundamente contradictoria de tu moral. ¿Quo Vadis? ¿Serás merecedora del
Cielo o del Infierno? ¿A dónde irá ahora tu alma de ballerina tenaz y sicaria
fiel?
Eusebio, tu amigo y andarín incansable de La Habana, te dijo, ya cadáver,
en tu despedida:
“Tu obra te salva de la muerte”.
No sé si ha sido consciente, nuestro Historiador de Continuidad, de la profundidad filosófica de sus palabras, pero describen
la esencia misma de tu vida, aunque quizás yo las interpreto desde otra
perspectiva.
Don Leal cree que La Historia ha reconocido tu legado, y te concede
la inmortalidad por eso. Yo creo que, solo lo que hiciste bien, te ha liberado
de su inexorable guillotina. Serás también recordada por lo que hiciste mal,
pésele a quienes no quieren ver defectos en tu récord de diva perfecta. No
tiene sentido comparar esas dos cartas de tu baraja de supervivencia.
¿Qué vale más; lo que construiste o lo que has destrozado?
¿Cuántas carreras truncadas compensan la creación de la mejor escuela
de ballet de Latinoamérica?
¿Qué cifra ha de alcanzar la suma de todos los contratos millonarios
que negociaste durante medio siglo, que pague a tus Cuatro Joyas haberlas
convertido en estatuas de piedra?
¿Sirven las 14 escuelas de ballet que fundaste, para justificar 50 años
de tiranía politizada, clasista y racista contra tus pupilos?
¿Pueden los centenares de bailarines que formaste, compensarle a
Caridad Martínez o a Rosario Suárez, un solo minuto de estigma público y
destierro, una por negra, otra por bocona, y las dos por presuntas agentes de la
CIA? ¿Cómo se limpian esos años de dañina ignominia partidista y gratuitamente destructiva?
¿Cuánto de tu legado artístico es necesario para pagar el tiempo
perdido de las personas que hundiste en la miseria?
¿Borran los grandes Festivales de Ballet promovidos por ti,
tu vergonzante rúbrica en la tristemente célebre carta "Mensaje desde La
Habana para amigos que están lejos"?
Junto a otros 26 artistas e
intelectuales simpatizantes de la Dictadura, diste un espaldarazo al fusilamiento
de tres jóvenes que intentaban escapar de la Isla secuestrando la lancha de
Regla. ¿Puede tu alineamiento con los asesinos, olvidarse con una de tus grandes creaciones?
¿Qué parte de tu obra podría compensar los exilios forzados de
generaciones de bailarines a los que les complicaste el futuro? Lorenzo
Monreal, Julio Medina, Jorge García, Jaime Gil, Héctor Núñez, Maximiliano
Ramos, Jorge Luis Lago, Rosario, Mirtha, Caridad, Xiomara Reyes, Carlos Acosta,
Manuel Nasco, Esquivel, las Feijóo, los Carreño, y así hasta casi 200.
No todos pudieron enderezar sus carreras, pero muchos lo consiguieron
con éxito, y hoy ocupan puestos de prestigio en decenas de compañías del mundo, bailando, o enseñando a bailar. La escuela cubana de ballet está en todas partes, gracias a ti.
A pesar del pasado complicado que les proporcionaste a tus alumnos, deben admitir que son
producto de tus manos. El oficio que los hace especiales, tiene tu marca, y eso
sigue siendo un gran valor añadido en sus currículums.
Para muchos, solo por eso valieron la pena tus daños a terceros, si a
cambio ibas a regalar al mundo una obra viva tan trascendental. “Timeo Danaos
et dona ferentes”, decía Publio Virgilio en La Eneida: “Temo a los griegos,
incluso cuando traen regalos”.
UN POCO DE CARIDAD
Pero el destino es caprichoso, y a veces repara cosas que los humanos dimos por perdidas. El pasado 20 de octubre, solo tres días después de tu muerte, Caridad Martínez fue recibida en el American Ballet Theatre, tu Alma Mater, el lugar donde te formaron y donde te hiciste grande; tu santuario.
Caridad fue invitada por la institución en calidad de profesora magistral, junto a tu hija Laura, -mira qué bien la niña redondea el salario de Sarasota-, para impartir un taller sobre Metodología Cubana del Ballet para profesores de danza del mundo entero. Para más inri, le dio la bienvenida María Youskevitch, hermana de quien fuera tu mejor partenaire y uno de tus más grandes amigos. ¿Es el Karma?
Paradójicamente, tu alumna negra y estigmatizada, fue al American Ballet Theatre a enseñar lo que aprendió de ti, en el mismo lugar donde te enseñaron a ser casi perfecta. El anuncio del American Ballet Theatre en su página web, coloca el negro nombre de Caridad Martínez al lado de una de tus fotos antológicas.
Es el Karma, Ernestina.
La vida de Caridad no ha sido fácil desde que decidiste que era solo una negra rebelde, indigna de tu casa y de tus enseñanzas. Pero intentó respirar por su cuenta fuera de tu matriz, y lo ha conseguido.
Caridad se ha reiventado luchando como solo una bailarina fuerte puede hacerlo -¿te suena esa constancia?- y ahora se ha reconciliando con su lado clásico, al que tú le negabas acceso. El presente solo le trae nuevas oportunidades de volver a ser la excelente bailarina clásica que fue. Está viviendo el más dulce momento de su carrera, y haciendo lo que realmente siempre quiso.
Creo que otra vez el azar ha tirado los dados, y ha puesto a tu negrita en la puerta del American Ballet Theatre, para que cierre -por fin- un ciclo de odios viejos y asperezas inútiles. A ella le apetece más recordar cómo cuando era casi una adolescente, la sacabas del patio de la escuela de ballet, y te la llevabas a tu salón privado, donde tenías tu barra, para que te viera entrenando a solas. Luchabas contra la ceguera y contra los médicos que te habían prohibido volver a bailar. ¿Qué te movía a llevarte a aquella negrita rebelde a presenciar cómo violabas un consejo médico, para que te viera luchando con la barra para regresar al escenario? Solo muchos años más tarde, Caridad ha podido entender el valor de aquel gesto casi maternal, seguramente instructivo y secretamente solidario. Le estabas diciendo que tú también eras un perro verde, pero creías en el valor del sacrificio personal y el esfuerzo diario. Caridad fue testigo de tu regreso artístico, y aprendió muy bien tu lección de vida. Fue una lástima que después se te cruzaran los cables, la apartaras del camino hacia Giselle -¿quién ha visto una locura, con ese pelo duro?- y la catalogaras de traidora.
La historia de Caridad contigo me emocionó cuando la escuché de sus propios labios, y ahora que ya te fuiste, te confieso que en alguna ocasión experimenté ese extraño sentimiento "familiar", que tan pocas veces inspirabas en la gente. Lo sentí el día que alguien decidió que bailaras a Lecuona con 91 años para "despedirte de los escenarios". La cosa se llamaba "Retrato del Recuerdo" y es lo menos recordable de toda tu carrera.
Gala Ernesto Lecuona. "Retrato del Recuerdo"
Alicia Alonso, Maria E. Llorente, Marta García, Orlando Salgado, Lázaro Carreño, Jorge Vega y Osmay Molina.
Es el acto más cruel y vil que han cometido contigo mientras vivías. Fue una despedida dantesca e innecesaria que tengo clavada en la retina, tan bizarra y absurda que me produce pudor describirla, pero sobre todo dolorosa para quienes te vimos bailar como los ángeles. Sentí que eras mi abuela convertida en momia, envuelta en trapos y fumando en pipa, zarandeada, alzada y bajada como un fardo por los efebos de tu corte. Era como una escena de maltrato geriátrico, y no me caben dudas de que tus partenaires te estaban cogiendo con pinzas. Era la situación, la violenta.
Retrato del Recuerdo
Fuiste un saco de contradicciones, Ernestina. Pródiga en conveniencias y en ambigüedades, si estaban en función del objetivo (¿noble?) de hacer por la danza lo que nadie había hecho antes
en Cuba, ni en ningún otro país del mundo.
Pero también buscabas abrillantar tu ego, quedar bien con Castro y salvar tu proyecto y tu
trasero de las llamas destructivas de la revolución.
Fuiste vilipendiada por
comisaria, por dictadora y por colaboradora necesaria de nuestras desgracias. Y
también has sido la artífice de la época de mayor brillo y excelencia que vivió y vivirá el
Ballet Nacional de Cuba en toda su historia, en mi opinión modesta.
¿Quién decide, pues, cuál de tus dos Alicias prevalece, Ernestina?
No sirve de nada poner en valor tus hechos y desechos, para empujarte
al cielo o al infierno. Tus grandes obras no son cuantificables, ni pueden
compararse con tus grandes desmanes. No se compensan, ni se superan, y tampoco se
anulan. Son dos verdades que te acompañarán toda tu muerte, como lo hicieron
durante toda tu vida.
Nos acostumbramos a que no te murieras, Ernestina, aunque ya hace tiempo
estabas muerta.
Sobreviviste a una Guerra Mundial, al MacCarthysmo, a la
Markova y a la Guerra Fría; al mundo dividido en bloques, a Girón, a un perfume y a un teatro con tu nombre, a
las dos Celias, a Ubre Blanca, a 17 presidentes norteamericanos, y a La Perestroika. Superaste
un Período Especial, te hicieron tragar un cachito del Coyuntural, y llegaste a conocer Internet. También, por el camino, conseguiste enterrar a Fidel. Costará emularte en los próximos años.
Me despido de ti sin juzgarte, Ernestina. Ya lo harán donde
llegues, si es que El Señor no vuelve a habilitar el Limbo, por no saber dónde ponerte.
No te pongo etiquetas de nada, porque fuiste en
cada momento lo que encontraste oportuno ser, para bien o mal de los demás.
Para
mí seguirás siendo mi ente ambivalente preferido; la mejor de las más buenas y
la peor de las terribles; la más injusta de las dictadoras, la más útil de las
bailarinas y la más completa de las profesoras. Fuiste la pequeña Unga de La Lisa y la venenosa Cobra del American Ballet, compartiendo el mismo cuerpo hasta la muerte. Repudio y aplauso, talento y vasallaje, rigor y tiranía… todo al tiempo.
Tú misma lo admitiste una vez en el lenguaje de la danza, cuando dijiste:
“No puedo
escoger entre Odile y Odette, las he vivido profundamente y me gustan las dos”.
¿Para qué discutirte algo que siempre tuviste tan claro?
FIN
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo